Anoche soñé que volaba, entre las nubes, sobre el mar… Soñé que volaba despacio, planeaba sobre las olas, me acompañaban las gaviotas. Podía oler el yodo. Era casi casi casi real. Dicen que soñar con volar simboliza la liberación de las limitaciones, el anhelo de superar obstáculos o enfrentar desafíos de manera triunfante. Dicen que soñar con el mar indica paz interior, una conexión armoniosa con las propias emociones. Y es que soñar supone bucear por el inconsciente, ese gran desconocido. Los sueños son mensajes que conviene atender y enmarcar como fruto coherente de nuestra vida psíquica, un contenido onírico que mantiene en equilibrio el cerebro, que mejora el aprendizaje, que estimula la memoria. Uno no siempre los recuerda. Pero todos los tenemos.
Una vez conocí a una chica que tenía una libreta en su mesilla de noche, nada más despertarse escribía los sueños y los dibujaba. Reconocía que el ejercicio la hizo conocerse a sí misma. Quizás esta noche debería probar y armarme de pinceles por la mañana. Me encanta dormir. Una necesidad vital para el ser humano que regala al cuerpo y al cerebro un tiempo valioso para recuperarse, para reiniciarse. Al despertar las cosas se ven claras, el cielo interno despejado. Si duermo bien puedo tomar decisiones, me siento alerta, optimista, descansada, positiva, concentrada. Y para ello necesito un ritual; envidio a aquellos que duermen con facilidad en cualquier sitio, no es mi caso. Necesito una ducha o baño caliente, cenar muy temprano y ligero, dos pastillas de magnesio que regulan el sistema nervioso y sintetizan la melatonina, las sábanas limpias, planchadas, dos almohadas rociadas con una bruma de lavanda. Una para la cabeza, otra para abrazar y sentirme cómoda y segura.
Huyo de la oscuridad total, necesito una rendija de las contraventanas en invierno, un rayito de luz, y la ventana abierta de par en par con la brisa de la noche en verano. Necesito el frío para dormir, detesto la calefacción y adoro el peso de las mantas. Fresco afuera y calor entre las sábanas. Creo que soy maniática, pero es lo que hay. Nada más placentero que escuchar llover desde la cama. Y ahora, en febrero, el mes del amor, una mención especial a mi perro Mago que en los últimos meses ha tomado la costumbre de acurrucarse contra mi cuerpo por la noche. El amor más puro y desinteresado es siempre el de los animales. Un par de respiraciones conscientes y las palabras de Calderón de la Barca que planean por mi cabeza…
¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Buenas noches, y que, en este mes de febrero, soñéis bonito.