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Espacio interior

María del Prado: 'A veces escribo, a veces canto'

Una reflexión sobre ese lugar de evocaciones, recuerdos y promesas; un espacio que ofrece amparo y al que uno regresa para después volver a ser capaz de marchar y enfrentarse de nuevo a todo. Ese refugio que llamamos hogar, pero que es en realidad un estado. Y que habita en nuestro interior.


15 de enero de 2025 - 17:39 CET

Refugio, amparo, asilo. Palabras que planean por mi cabeza mientras enero amanece por el horizonte. El silencio de la mañana. El aire fino, crujiente. La luz no es dorada, no atardece, quizás sea violeta con matices de gris. El amanecer no es tan empalagoso como el ocaso. Es suave, tranquilo. Alguien ha pintado el cielo a brochazos de lilas entre nubes preñadas de lluvia y de gris marengo. El alba es un comienzo. La cuenta nueva tras el borrón. La energía suave del inicio. Donde todo puede ser, todo tiene cabida. Y en este silencio del nuevo día, del nuevo año, la mirada planea sobre mi refugio, el porche de mi casa. 

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María del Prado: "A veces escribo, a veces canto"© Pablo Hohenlohe
María del Prado, buscando la conexión con este año que comienza rebosante de promesas. En la página anterior, el porche de su casa en Istán

El amparo y el asilo se mecen entre muebles heredados, el barro del suelo y una alberca donde el agua de invierno verdea. En lo alto y abducida por el estrecho que, creo que lo he contado varias veces, me obsesiona: el mar que esta mañana amanece calmo, el Rif marroquí que se atisba al fondo porque hoy nace el día con Poniente y casi puedo sentir las gentes de África despertarse al otro lado.  En Gibraltar, los trabajadores de La Línea ya deben estar cruzando la aduana y desde aquí, desde mi refugio, puedo hasta distinguir las particularidades de la roca. Bendito Poniente que lo muestra todo claro, nítido, cristalino. La respiración consciente, he encendido el fuego. En mi casa hay una chimenea exterior que calienta en el frescor de enero de este nuevo 25 -el tiempo vuela-.

“Agradezco este lugar donde siempre quiero volver entre viaje y viaje, entre el ruido de la vida que a veces me aturde, cuando el asfalto quema o las olas del mar rompen encima. Mi casa, mi alto, mi estrecho, mi pantano, mi lumbre”

Por la Sierra de las Nieves los afluentes del río verde fluyen entre montañas para volverse mar. El Pantano de la Concepción se vuelve de plata alumbrado por algunos rayos del sol que se cuelan entre las nubes que quizás rompan en catarsis de lluvia por la tarde. Y yo, abrigada con una manta sobre los hombros y con un café en la mano me he sentado a la vera del fuego que esta mañana crepita agudo. Ya lo he dicho, hace Poniente y las cosas, también la vida, hoy se ven claras. Y agradezco este lugar donde siempre quiero volver entre viaje y viaje, entre el ruido de la vida que a veces me aturde, cuando el asfalto quema o las olas del mar rompen encima. 

© Pablo Hohenlohe

Mi casa, mi alto, mi estrecho, mi pantano, mi lumbre. Un oasis donde guardarme, donde crear, donde cuidarme y lamerme las heridas. Un lugar seguro que me abraza. El descanso, la certeza, un calorcito templado que recorre el cuerpo, un sitio dentro de mí para guardarme cuando salga al mundo. Cuando el viento sople fuerte y las barbas del Levante con la niebla lo cubran todo. Creo que entonces, aunque no esté físicamente en mi madriguera, puedo llegar a ese lugar, a ese estado de consciencia, a esa paz, al "chup chup" de los fogones, en un sitio dentro del corazón, de la hoguera interna. Somos nuestro propio refugio. La nitidez del Poniente cuando sopla el Levante. Que en el Año Nuevo sepamos encontrarlo.

© ¡HOLA! Prohibida la reproducción total o parcial de este reportaje y sus fotografías, aun citando su procedencia.