Divertida, inquieta y llena de personalidad, la interiorista Nina Litchfield, uno de los nombres más en boga en la capital británica, refleja a la perfección el estilo que ha hecho famosos sus interiores y que transmite a través de su propio hogar. En él no hay hueco para el minimalismo, ni para el monocromatismo, tan de moda actualmente. El suyo está lleno de detalles, de vida y de recuerdos. Es ecléctico y fresco, y apto para la familia de cinco que ha formado junto a su marido, el empresario Vasco Litchfield, y sus tres hijos: Konstantin, Victoria y Benedict.
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-Tienes uno de los estudios de interiorismo más buscados ahora mismo de Londres. Pero no siempre fuiste interiorista, ¿verdad?
-Sí, empecé trabajando en Sotheby’s, en el departamento de fotografía, y me encantaba… pero creo que, en realidad, siempre quise hacer interiores. Así que empecé a trabajar en ello, fundé mi estudio y ya llevo más de diez años. ¡El tiempo vuela! Aun así, nunca he perdido el contacto con el mundo del arte. El arte es crucial en cualquier interior, ayuda a unirlo todo. Y si los interiores son bonitos pero el arte no encaja, ¡puede arruinar el conjunto! Por eso aconsejo a mis clientes dónde buscar, con quién hablar y qué dirección tomar, aunque ahora no sea asesora de arte.
-¿De dónde crees que te vino esa pasión?
-Toda mi vida me ha gustado la arquitectura, la belleza de los edificios. Mi madre siempre ha cuidado mucho su casa y me enseñó a perseguir la creación de espacios bellos, ya sea por uno mismo o con ayuda de diseñadores, para hacer de la vivienda un hogar. Sentirte orgulloso de tu casa es muy importante. Me encanta entrar en una casa y sentir a la gente que vive en ella. Los espacios tienen vida propia y nos hacen sentir cosas. Y eso siempre me ha parecido fascinante.
-¿Alguien de tu familia se ha dedicado a algo tan creativo?
-Sí, tengo una tía en España, Helga de Alvear, que es muy conocida en el mundo del arte. Voy mucho a verla a Madrid o Cáceres. Ella me enseñó muchas cosas sobre arte. Recuerdo que una vez le dije sobre una obra: “¡Yo podría haber hecho esto!”. Y ella me contestó: “¡Pero no lo hiciste!”. También me enseñó a valorar la obra de arte porque evoca algo en mí y no porque la haya creado alguien importante, y a no tener ninguna obligación de que me guste algo. Así que ahora solo compro para mi colección personal obras de arte que me enamoran, ya sea de una galería importante o de un simple mercadillo.
-¿Cuánto tiempo lleváis viviendo en esta casa? Háblanos de su historia.
-Once años, creo. Me encanta, y también los retos que conllevó. Ahora me siento 'en casa' y estoy muy agradecida por haber tenido la oportunidad de hacerla mía. He podido darle una nueva vida y reinventarla por completo. Eso es muy especial. Para mí es muy importante que una casa funcione bien y haga la vida más fácil. La practicidad es clave ¡y las casas de Londres son limitadas en tamaño y potencial!, por lo que ser capaz de rehacer los interiores para satisfacer mis necesidades ha sido el mayor sueño hecho realidad.
-¿Cómo fue ese -intuyo que largo- proceso de reforma? ¿Tardasteis mucho en tener la casa lista?
-Sí. Tardé dos años en dar con el diseño que quería, y después otros dos años de trabajo hasta que terminó la reforma. Fue una época difícil: ¡incluso me quedé embarazada y tuve a mi tercer hijo pensando en todo este proceso! Pero al final mereció la pena, ya que el resultado es justo lo que yo quería y con lo que había soñado. Logré hacer la casa 'mía' siendo atrevida y valiente con mis interiores. Imaginé todas las habitaciones y las transformé arquitectónica y estéticamente. He utilizado muchos papeles pintados y magníficos estampados en los sofás. Me encanta el arte que tengo por toda la casa y siento que gran parte de él tiene un valor sentimental que me llena de alegría. Me encantan las pequeñas cosas que hacen de una casa un hogar, como las fotos de familia en la repisa de la chimenea.
-¿Cuáles dirías que son las piezas más especiales de la casa?
-Tengo que admitir que es muy difícil elegir unas pocas, ¡hay tantas! Me encantan los retratos que mandé pintar de cada uno de mis hijos, obra de Emma Wollard, que cuelgan en mi dormitorio. En el aseo de invitados tengo una fotografía de Helmut Newton que compré en una subasta de Sotheby’s. Fue una de las primeras obras del fotógrafo, y una de las primeras obras de arte que compré, así que representa mucho para mí. Creo que todo en ella significa empoderamiento femenino. Y también tengo una preciosa fotografía botánica de Anna Skladmann encima de la repisa de la chimenea que elegí como pieza central de mi salón. Le da un toque especial a toda la habitación y me encanta mirarla. Y la lista continúa. Como puedes ver, el arte ocupa un lugar central en mi vida, en mis interiores y en la historia que cuentan.