El almuerzo 'se me fue de las manos'
Como ya sabrán muchos, organizar almuerzos y cenas en casa me encanta y es que, aunque me dedique a ello profesionalmente, me gusta replicarlo también con amigos. Así que, aprovechando el buen tiempo, decidí hacerlo en el jardín. Empecé invitando a 20 personas, pero se me fue de las manos... volvió mi máxima de que donde comen 10, comen 12, y así sucesivamente, ¡hasta llegar a 48! Quizás más, porque vi a alguno comiendo en el salón. Para ello tuve incluso que alquilar tableros, pero la realidad es que, en el fondo, la gente quiere verse, conversar y pasarlo bien. Organicé un bufet asiático con pollo al curry tailandés, arroz basmati, pad thai, ensalada de fideos de soja, papadams fritos, panipuri y, de postre, una Pavlova de mango y maracuyá. Las flores las recogí en el campo el día anterior, silvestres, sencillas y maravillosas. El almuerzo terminó cuando ya había caído la noche y se extendió con micrófono y karaoke, prueba de que no era tan importante que estuviese todo perfectamente organizado, sino de que lo que más importa es la buena energía que se genera.
¡Sí a jugar al golf en tacones y traje largo!
Hace unos días recibí la invitación para la boda de mi amiga Mónica De Tomás en Marrakech donde, como es habitual, se especificaba el dress code, tanto para la fiesta previa en La Mamounia, como para el enlace: los caballeros de esmoquin y las damas de largo. La ocasión fue perfecta para una escapada a esa ciudad mágica, perderse por la Medina e ir de compras en busca de tesoros como especias, ingredientes exóticos, vajillas y bisutería. Pero volviendo al tema de la fiesta... nos llevaron al Royal Golf Club de Marrakech, donde la puesta en escena era de las 1.001 noches. Lo que no sabíamos es que, al tener el campo de prácticas enfrente, nos darían palos y bolas durante el cóctel. La idea me pareció lo más original del mundo. Yo soy una aficionada, pero jamás había hecho un swing de tiros largos y sobre 12 cm de tacón. Confieso que los primeros intentos fueron un fracaso, pero poco a poco aquello comenzó a tomar forma. No solo fue una experiencia inolvidable, sino que le dio el toque diferente a una celebración con amigos de todas partes del mundo que venían a acompañar a Mónica y Laurent. ¡Algo mágico!
Descubriendo Galicia
A pesar de llevar 22 años viviendo en España, Galicia era para mí una gran desconocida. Había estado muy pocas veces por breves períodos, así que cuando recibí la invitación de dos grandes amigos, Bárbara Pérez Manzarbeitia y Luis Sartorius, no lo dudé. En verano suelen ir a Pontedeume, localidad a la orilla del mar y llena de encanto en la que llevan veraneando familias por generaciones. De hecho, es muy difícil conseguir alojamiento o casas de alquiler, ya que suelen ir los mismos, año tras año. Teniendo la suerte de tener amigos, me enseñaron su veraneo desde dentro.
La belleza de las playas, con vegetación y flores casi selváticas que llegan hasta la orilla, su arena blanca y las formaciones rocosas me recordaron a rincones de Venezuela. Entendí por qué tantos gallegos que emigraron hace décadas se sintieron tan bien en mi país. La belleza de los paisajes me hizo olvidar el frío del agua y se me hizo irresistible sumergirme en esa maravilla. La comida, capítulo aparte, por supuesto. Nunca había probado mariscos y pulpo como los que probé allí. Las casas son pintorescas y pintadas de colores, los pescadores faenan por la mañana y la gente pasea con tanta paz que es hasta romántico. Los niños corren libres o van en bici, año tras año se ven y crecen juntos. Las reservas en restaurantes suelen ser de mesas enormes, porque está lleno de amigos. Hicimos rutas de senderismo para visitar pueblos como Ares, justo al lado, y para llegar a bahías solitarias. En suma, un viaje inolvidable.