Oliva Sartogo e Inés Ybarra han sido amigas desde que tienen uso de razón. Se conocieron a través de amigos comunes y, desde entonces, no han dejado de encontrarse en distintos lugares de Europa. Siempre, eso sí, con el arte, la arquitectura y el diseño como ejes centrales de sus planes y sus conversaciones. Tanto, que tras desarrollar ambas sus carreras en el ámbito creativo -Inés como una de las creadoras de contenido más buscadas por las marcas en nuestro país, y Oliva como una de las comisarias y emprendedoras con mayor proyección del mundo del arte a nivel internacional-, la idea de tener un proyecto juntas siempre rondó en sus cabezas.
Pero fue el año pasado, cuando falleció el padre de Oliva -el famoso arquitecto italiano Piero Sartogo- y se escaparon juntas unos días a reponer fuerzas, cuando cobró vida Casahari, su propia firma de diseño. Para hablarnos de ello y mostrarnos sus primeras piezas, unas mesas que ya protagonizan los salones más ‘in’, nos recibieron juntas en la casa familiar de Oliva, cerca de Siena (Italia). Un lugar cargado de historia -e historias- que inspiraron al mismísimo Bertolucci, amigo íntimo de sus padres, su icónico film Belleza robada.
“Hoy en día este lugar es un ejemplo del diálogo y la visión arquitectónica de mis padres. Ellos pusieron en valor cada detalle y crearon un hogar” Oliva
-Oliva, esta casa es increíble...¡Háblanos de ella!
-La casa principal es un edificio renacentista, que se construyó originalmente en el siglo XIV como granja. La torre es un edificio medieval que servía de atalaya, para proteger el valle como parte del Castello di Brolio, y la rotonda de cipreses fue construida originalmente por los etruscos y causó fascinación durante el renacimiento. Hoy en día, todo el conjunto es un ejemplo del diálogo y la visión arquitectónica de mis padres. Ellos pusieron en valor cada detalle y crearon un hogar. Casi todos los muebles están hechos a medida, diseñados por mi madre. Para mis padres, la arquitectura exigía que los habitantes del edificio se adaptasen a sus proporciones. Si las ventanas del dormitorio original eran demasiado altas, hacían una cama lo bastante alta para que uno pudiera subirse a ella y mirar las estrellas. Como siempre decía mi padre, el paisaje del valle del Chianti y Siena son obras maestras y nuestros ‘cuadros’. Por eso el paisajismo se diseñó como parte de la visión de la arquitectura; el largo ‘viale’ de lavanda para llegar a la rotonda es un gran ejemplo.
“Para mis padres, la arquitectura exigía que los habitantes del edificio se adaptasen a sus proporciones. Si las ventanas del dormitorio eran demasiado altas, construían una cama lo bastante alta para poder ver desde ella las estrellas” Oliva
-¿Por qué decidieron tus padres instalarse aquí?
-Compraron la casa como quien compra un cuadro: ¡Se enamoraron de la imagen! Era el verano de 1988. Mi hermana mayor, Alina, acababa de nacer. La baronesa Marga Seggardi los invitó a una de sus famosas obras de teatro en el jardín de Villa Catignano, un espacio diseñado por el famoso arquitecto italiano Agostino Fantastici. Las vistas sobre las colinas y viñedos de Chianti, con Siena al fondo, eran impresionantes. Los días que pasaron allí fueron un torbellino de actividades culturales. Después del espectáculo teatral en el jardín, vinieron muchos conciertos de la famosa Accademia Chigiana de Siena, y otros más privados en villas monumentales como Geggiano, Badia Coltibuono o Apparita, seguidos de espléndidas cenas bajo las estrellas. Quedaron impresionados por la perfecta combinación entre la escena internacional del Chianti, los eventos culturales y la belleza intrínseca del paisaje. Decidieron pasar un par de días en una Vespa siguiendo a un peculiar agente inmobiliario: en lugar de mostrarles propiedades para comprar, los llevó en un ‘Grand Tour’. Un día, contemplando el campo desde una de las ventanas, se fijaron en un complejo de edificios en la colina de enfrente. Había una construcción cuadrada, lo que parecía ser una antigua torre de defensa, y un par de edificaciones rurales más pequeñas. Y para llegar un largo seto que empezaba justo delante de la puerta principal de la villa y terminaba en una rotonda de cipreses. Unos meses más tarde salió a la venta y la compraron según se enteraron.
“La primera vez que vine a esta casa fue hace 16 años. Oliva y sus hermanas organizaron una fiesta durante el Palio, en agosto. Recuerdo pasear entre viñedos, ir a los conciertos...”
-Inés, ¿recuerdas la primera vez que estuviste en esta casa?
-Sí, fue el mismo año que nos conocimos, hace 16 años. Oliva y sus hermanas organizaron una fiesta durante el Palio, en agosto, y vinimos un par de amigos de Madrid. Recuerdo pasear entre viñedos, ir a los conciertos de música clásica que se organizan aquí cada verano y pasearnos por Castello di Ama viendo las obras de arte. Siento que el tiempo en la Toscana tiene otro ritmo. Es como en Call me by your name. Y cuando el tiempo, de cierta manera, ‘para’, la mente se despeja y es más fácil ser creativo. Te da tiempo a leer y a disfrutar del entorno, familia y amigos sin el ruido de la ciudad. Este lugar, sin duda, ha influido mucho en el nacimiento de Casahari. Piero y Nathalie, los padres de Oliva, diseñaron el mobiliario, y aquí es algo con lo que convives...
“Casahari surgió el año pasado de forma orgánica. Estábamos pasando unos días juntas y empezamos a dibujar. Cuando nos dimos cuenta, teníamos esta colección” Inés
-¿Cómo surgió este proyecto juntas?
-Inés: Lo habíamos barajado años antes, pero al final surgió el año pasado de forma orgánica. Estábamos pasando unos días juntas y empezamos a dibujar. Cuando nos dimos cuenta, teníamos esta colección. Empezamos por mesas porque nos parecía muy complicado encontrar mesas de centro con personalidad. ¡Necesitábamos crear una!
-¿Qué significa ‘Casahari’?
-Inés: Casahari significa ‘casa feliz’. Buscábamos un nombre que transmitiese buen royo pero que a la vez no limitase qué productos vender o estuviese ligado a nosotras como personas... Y creo que lo encontramos.