Hace ya años que Blanca Romero decidió regresar a su tierra, Asturias, y alejarse todo lo posible del interés mediático generado por su persona durante una época. Se apartó entonces de los focos, al menos en lo referente a su vida privada, pero luchó porque ni eso ni su traslado supusiesen abandonar su carrera en el cine y la televisión. Y lo consiguió.
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De hecho, está a punto de estrenar su último proyecto, La abadesa, y a la espera de comenzar a rodar el siguiente, del que aún no puede revelar mucho. Entre rodaje y rodaje, sin embargo, la exmodelo consigue descansar y desconectar de todo en la casa que se construyó en su tierra natal cuando decidió regresar en 2011, tras muchos años viviendo fuera. Se había ido con 16 años, cuando fue fichada como modelo por una conocida agencia de modelos. Vivió en París, Milán, Londres, Japón, México, Madrid y Barcelona. Pero siempre supo que volvería... y así fue.
“Me fui de Asturias muy joven. En ese momento todo me quedaba pequeño, sin embargo nunca dejé de sentir esta tierra como mi hogar. Me encantaba recorrer el mundo, pero tenía claro que algún día me asentaría aquí”
-Cuéntanos, ¿por qué tomaste esa decisión?
-Me había ido muy joven. En ese momento todo me quedaba pequeño; sin embargo, nunca dejé de sentir esta tierra como mi hogar. Me encantaba recorrer el mundo, pero tenía claro que algún día me asentaría aquí.
-Aunque con más calma, no has dejado de trabajar.
-Sí. He estado rodando hasta hace poco. Estrenamos La abadesa, de Antonio Chavarrías, este año en el festival de Málaga. Es un largometraje ambientado en el siglo IX maravilloso, con el personaje que más he disfrutado de toda mi carrera: Eloísa, una monja de clausura revolucionaria con unas frases y un guion brutales. También empiezo a rodar en junio una serie en un registro que ya hice ¡y no me puede apetecer más!
-Y mientras tanto recuperas fuerzas en esta casa. ¿Cuál es su historia?
-La construí yo misma, desde cero. La tenía en la cabeza desde muy pequeña tal cual la hice. Mi padre, que ahora está jubilado, trabajaba entonces de constructor y me hizo unos muros bien forjados y con mucho amor. Yo me crié en una casa enorme, en un monte asturiano, y tuve una infancia muy feliz. Quería lo mismo para mis hijos.
“Estoy en continua reforma y redecoración; las cosas tienen que moverse constantemente, a nuestro ritmo y siguiendo nuestra evolución”
-Es una casa con mucho terreno...
-Sí. Amo la naturaleza y prometí volver a ella, así que así lo hice. Ahora en mi casa hay paz y mucha alegría, que para mí era fundamental. Aunque me amoldo a todo, me gusta tener mi propio espacio, en el que refugiarme del ruido.
-¿Cómo la decoraste? ¿Contaste con la ayuda de alguien?
-Estoy en continua reforma y redecoración; las cosas tienen que moverse constantemente, a nuestro ritmo y siguiendo nuestra evolución. Me ayudó el estudio de fengshui que me hizo Alejandra Balbás para saber qué materiales usar en cada estancia y conseguir con ello más armonía.
“Construí esta casa yo misma, desde cero. La tenía en la cabeza desde muy pequeña tal cual la hice”
-¿Cuáles son las cosas más especiales que tienes en la casa?
-No tengo apego a las cosas materiales, pero hay piezas de decoración atemporales, como un mueble de cajones, un tríptico de árboles o un cabecero de hierro, que ya viajaron conmigo en varias mudanzas y que morirán conmigo. ¡Eso seguro!
-¿Con quién compartes esta casa?
-Con mi hijo Martín, de 11 años, y mis dos perros: Coco y Teo. No pensaba tener perros, pero vinieron de acogida hasta ser adoptados y me enamoré de ellos. Son dos hermanos de una camada de nueve que abandonaron. Estos dos debían de ser los más feos, porque se fueron quedando atrás y no los adoptaban, así que al final fueron los que más suerte tuvieron porque no se separaron y encontraron un hogar juntos.
-¿Cómo es tu día a día actualmente?
-Pues es muy tranquilo… me gusta pasar tiempo con mis vecinos y amigos en el monte, donde me siento en casa y puedo ser yo sin sentirme observada. También me gusta hacer deporte, cocinar, dormir siestas y hacer cosas cotidianas que por mi carrera y continuos viajes y rodajes desde adolescente no pude hacer. Ahora las valoro y las disfruto muchísimo. Me dan estabilidad y calma; me hacen sentir que está todo en orden en mi vida y puedo cuidarme, mimarme y dedicarme el tiempo que antes, de joven, no tuve.
“Mi día a día es muy tranquilo... Me gusta pasar tiempo con mis vecinos y amigos en el monte, donde me siento en casa y puedo ser yo misma sin sentirme observada”
-¿Echas alguna vez de menos tu vida anterior?
-Sí, paso muchas ganas de hacer sesiones de fotos con diseñadores, maquillaje, peluquería, un buen fotógrafo… y que me saquen espectacular, como antes. Cuando veo mis fotos caseras y a cara lavada y las de compañeras de mi edad que siguen en activo, a tope, siempre lo pienso. ¡Yo también quiero! Es maravilloso cuando te pones en manos de buenos profesionales y te ves tan guapa. ¡De verdad!
“No tengo apego a las cosas materiales, pero hay piezas de decoración atemporales, como el tríptico, que ya viajaron conmigo en varias mudanzas y que morirán conmigo”
-¿Cómo has llevado lo de cederle el relevo en el mundo de la moda a tu hija, Lucía?
-Muy bien, con total naturalidad. Entre nosotras es muy fácil todo. Pero nunca le doy ningún consejo, soy una madre muy respetuosa y no me gusta invadir el espacio de nadie, ni siquiera el de mis hijos.
-Como madre, ¿cuál dirías que ha sido el momento que te ha resultado más duro?
-La crianza en sí, hasta que empiezan a ser personas autosuficientes y a dormir toda la noche, es agotadora. Sobre todo si optas por prescindir de guarderías y por no delegar en nadie, es realmente agotador. Luego todo empieza a ser mucho más fácil, sobre todo porque ya no hay cansancio físico. Y eso ayuda...
“A mi hija -Lucía, que ha tomado el relevo como modelo-, no le doy ningún consejo. Soy una madre muy respetuosa y no me gusta invadir el espacio de nadie, ni siquiera el de mis hijos”
Un favorito de Blanca: el fengshui
-¿Qué es?
-Es un sistema -de origen taoísta- basado en la ocupación consciente y armónica del espacio, con el fin de equilibrar la energía de las personas que lo habitan y mejorar, en consecuencia, sus vidas.
-¿En qué se basa?
-El orden y la limpieza es uno de los grandes pilares del fengshui. También el fomento de la luz y los materiales naturales, y la inclusión de plantas -no sirven artificiales- en los espacios para equilibrar las energías. La técnica tiene especial cuidado con la disposición de los espejos y la orientación de las camas, que se colocan atendiendo a varios factores.