Skip to main contentSkip to footer
mar a del prado living47© Jesús Isnard

Espacio interior: María del Prado

El mejor amigo del hombre, el pilar fundamental de una casa, un miembro más de la familia. La terapeuta nos introduce, a través de su propia vivencia, en la enriquecedora experiencia de tener un animal en casa


28 de octubre de 2023 - 13:47 CEST

Greta es una pastora alemana que lleva más de siete años regalando amor incondicional a mi familia. Tiene el pelo largo, el lomo y el morro oscuros, el pecho y las patas cobrizos. Dos orejas puntiagudas y unos ojos color miel que te hablan cuando miran. Recogimos a Greta una primavera en Istán; una bola gordita de pelo que escondimos en el cuarto de mis hijas, con un lazo rojo. Cuando las niñas llegaron del colegio lloraron de emoción y, desde entonces, ella es un pilar fundamental de mi casa. Tiene el don de no enfadarse nunca y vivir el presente. A veces viajamos, ella lo sabe en cuanto detecta el vaivén de maletas y la ropa encima de la cama; se tumba al lado y nos mira con pena. Pero no es rencorosa y, a la vuelta, nos recibe con una alegría que no merecemos.

“Es un alma pura y elevada que sabe siempre lo que sentimos. Si estamos tristes acompaña con su presencia silente las penas de los humanos que habitan la casa. Ofrece una paz infinita, jamás juzga”

Greta crió dos gatitos que recogimos recién nacidos; los lamía y limpiaba -siempre relucientes-, los transportaba con delicadeza entre sus fauces de perro lobo de un lado a otro, dormía con ellos e intentaba amamantarlos con un instinto maternal que le hizo, incluso, producir leche. Adora a los niños y los bebés cuyos padres tienden a asustarse, dado el tamaño imponente, pero terminan siempre rendidos ante su ternura. Es un alma pura y elevada que sabe siempre lo que sentimos. Si estamos tristes, acompaña con su presencia silente las penas de los humanos que habitan la casa. En invierno, apoya su cabeza en el regazo del que tenga más cerca. Ofrece una paz infinita, jamás nos juzga.

María del Prado LIVING47© Jesús Isnard

Greta regala lecciones, a diario, de cómo vivir el ahora y sentir la alegría cuando el aire le roza la cara en el Land Rover descapotable con el que la bajamos a la playa. Parece que sonríe; con el tiempo he llegado a la conclusión de que sabe lo que pensamos y sale corriendo hacia el coche, antes incluso de que lo anunciemos. La felicidad es eso. Pequeñas cosas. El aire contra la cara. Adora los paseos por el campo, tratar de morder las olas, irrumpir en mi clase de yoga, cazar moscas y despertarnos de la siesta a lametones. Canta con su aullido de lobo cuando alguien toca la armónica y detesta que la peinen.

“A veces medito en el jardín o rezo frente a una virgencita de piedra. Cuando siento que la vibración es elevada, abro los ojos y descubro a Greta tumbada a mi lado”

A veces me siento a meditar sola en el jardín, o a rezar frente a una virgencita de piedra que perteneció a mi madre. Me relajo, centro la atención en la respiración o en las oraciones y cierro los ojos. No sé muy bien qué es lo que pasa en esos momentos pero, cuando siento que la vibración es elevada, abro los ojos y siempre descubro a Greta tumbada a mi lado.

María del Prado LIVING47© Jesús Isnard
María del Prado posa en un rincón de su casa de Istán acompañada de Greta, su pastora alemana.
FOTOGRAFÍAJESÚS ISNARD
TEXTOMARÍA DEL PRADO MUGUIRO