Luz Moreno estaba clarísimamente destinada a ser artista. Sus padres, el arquitecto Luis Moreno Mansilla y la artista Carmen Pinart, se conocieron durante una estancia artística en la Academia de Roma. Y su infancia, por supuesto, no fue como las demás. “Recuerdo que algunos días mi padre nos decía a mi hermana y a mí: ‘Hoy no vais al cole, vamos a ver una obra’, y nos llevaba a visitar algún proyecto que estaba construyendo. Y los domingos íbamos al Botánico y recogíamos hojas para hacer cosas luego con ellas”, cuenta. Su madre, por su parte, organiza desde que eran muy pequeñas un mercadillo navideño, y sus hijas siempre participaron haciendo sus propios collares. A través de esos collares -que aún hoy diseña, tanto para el mercadillo como para la tienda del Thyssen-, Luz descubrió el germen de su pasión. Con eso en mente, decidió estudiar escenografía en París. “Ni arquitectura, ni pintura; tenía que encontrar lo mío”, explica. Tras una estancia en la Aalto School of Arts de Helsinki y un tiempo junto a la artista Sheila Hicks, se doctoró investigando la relación del arte textil con lo culinario, al mismo tiempo que lanzaba un proyecto vinculado a la gastronomía -una especie de catering hiper arty para eventos en París- y se hacía un nombre como artista interdisciplinar. Y lo hizo partiendo de lo que siempre le había encantado hacer: crear ‘tejidos’ desde cero y de la forma más inesperada.
A través de su investigación descubrió cómo las civilizaciones precolombinas cocían plantas enteras a partir de las cuales creaban hilos que se teñían con el agua resultante -mientras que el grano se comía-. Así, ella misma elaboró, con distintos hilos de lino y fibras de ortiga, redes mediante las que creó columnas escultóricas con las que, como ella dice, pintaba sin mancharse, jugando con los tonos de los distintos hilos. Tras una estancia en Japón, empezó a hacerlo también sustituyendo los hilos por pistilos (sí, los de las flores), hechos por ella misma en papel, siguiendo una ancestral técnica japonesa. Con ellos, e inspirada por la propia vegetación del Retiro, Luz creó la obra que presentó al prestigioso Loewe Foundation Craft Prize. Fue la única española entre los finalistas. Todo un orgullo para alguien que, como ella, lleva el arte -y a Madrid, cuna de Loewe- en las venas.