Bañada por la suave brisa del mar Caribe, Cartagena de Indias es una ciudad que invita al disfrute y al dolce far niente. Su característica arquitectura colonial, su fuerte tradición artesana y la alegría de sus noches a ritmo de cumbia hicieron del lugar -declarado por la UNESCO Patrimonio Histórico, Arquitectónico y Cultural de la Humanidad- el favorito de la sociedad colombiana para descansar en vacaciones.
Entre sus habituales, además de Lauren Santo Domingo y su marido, el colombiano Andrés Santo Domingo, destaca la diseñadora Johanna Ortiz. Junto a su familia, formada por su marido, el empresario César Caicedo -al que conoció en el colegio, en su Cali natal- y sus tres hijos: Lukas, de 23 años, Joaquín, de 18, y Lorenzo, de 14, pasa largas temporadas en la ciudad y es una de sus ‘vecinas’ más queridas. No en vano, Johanna Ortiz es la gran abanderada en el mundo del estilo y la artesanía colombianos. Favorita de las grandes socialités, ha vestido a Meghan Markle, Sassa de Osma, Carolina de Mónaco, Rania de Jordania o Isabel Preysler e incluso recientemente a Tamara Falcó en el brunch posterior a su boda. También a Lauren Santo Domingo, por supuesto, una de sus mejores embajadoras.
“Cartagena es mi segundo hogar, desde pequeña tuve la fortuna de estar cerca y, desde entonces, su gente, su ambiente y su historia no dejan de impresionarme”
-Aunque naciste y aún hoy resides en Cali, siempre que puedes te escapas a Cartagena de Indias. ¿De dónde procede tu relación con este lugar?
-Cartagena es mi segundo hogar, desde pequeña tuve la fortuna de estar cerca del Caribe colombiano y, desde entonces, su gente, su ambiente y su historia no dejan de impresionarme.
-¿Cuál es la historia de esta casa?
-La tenemos desde hace 19 años. César (mi esposo) y yo tuvimos la suerte de encontrar una casa en la Ciudad Amurallada, cerca de la Plaza de San Diego, al lado de Las Bóvedas -un edificio militar construido en 1978 para refugiar soldados y municiones que actualmente es un fabuloso mercado artesanal-; era una antigua construcción del siglo XIX. Pertenecía al período republicano y la reformamos con todo el cuidado del mundo. Todo el proceso fue una experiencia increíble.
“Durante la remodelación encontramos balas de cañón, cubiertos antiguos y paredes de piedra de coral entre otras cosas”
-¿La decoraste tú sola, o contaste con la ayuda de algún profesional?
-Soy una apasionada de la decoración, así que decoré la casa yo sola, pero tuve la suerte de tener el equipo de Patricia Mejía para la restauración arquitectónica. Ellos tienen un conocimiento académico sobre la historia de la ciudad y una vocación natural por su estética. ¡Parecía que todos fueran herederos del espíritu de Antonelli, algo impresionante!
-¿Qué es lo más especial que hay hoy para ti en la casa?
-Durante la remodelación encontramos balas de cañón, cubiertos antiguos y paredes de piedra de coral entre otras piezas que valoramos mucho. También las artesanías que hemos ido coleccionando de diferentes partes del mundo y de Colombia. En la entrada tengo una obra muy especial de mi amigo y artista colombiano Miguel Bohmer y, en la sala, murales de Eloin Rivera.
“Soy una apasionada de la decoración, así que decoré la casa yo sola, pero conté con Patricia Mejía para la restauración”
-¿Cuál dirías que es tu rincón preferido?
-Cualquiera donde haya una hamaca; ese es mi lugar y momento favorito para leer cuando estoy en Cartagena.
-Imagino que es un sitio que te inspira mucho. ¿Qué otros lugares o experiencias te convirtieron en la diseñadora que eres hoy?
-Cuando era adolescente hice un viaje a la India que me inspiró profundamente, pues me llevó a un mundo sensorial de colores, olores y estampados. Aquellas mujeres fuertes y elegantes con sus saris perfectamente drapeados y adornadas con sus accesorios fueron reveladoras. A partir de ahí surgieron muchas ideas, pues entendí que a través de la moda iba a poder expresar la magia de mi cultura y compartir esa pasión que llenaba mi alma con otras mujeres.
“Mi marca ha crecido con la convicción y el propósito de generar empleos dignos, apoyar el talento local, preservar el conocimiento y celebrar las técnicas artesanales”
-¿Siempre fuiste una persona creativa?
-Sí, mi mamá siempre cuenta una anécdota de cuando yo era chiquita. Estábamos en un resort y hubo un concurso de diseño para niños, yo hice un vestido con papel de periódico y ¡gané el concurso!
-¿Qué crees que hizo de ti la gran embajadora del estilo colombiano?
-Colombia es un país muy rico en biodiversidad y muy alegre, ¡acá celebramos todo! Soy fiel a mis raíces latinas y apasionada por celebrar la vida. Además, para mí, preservar las técnicas tradicionales y el amor a lo artesanal es vital y es un punto de partida en todas las colecciones, donde siempre hay colaboraciones con diferentes comunidades de artesanos que me han hecho descubrir talentos, inspiración y prácticas únicas.
-Tienes varios proyectos de apoyo a la artesanía del país. Háblanos de ellos.
-Hemos crecido con la convicción y el propósito de generar empleos dignos, apoyar el talento local, preservar el conocimiento en confección y celebrar las técnicas artesanales. Más del 90% de la producción se realiza en nuestro taller de Cali. Actualmente, la empresa, fundada y liderada por mujeres, emplea a más de 460 personas, el 80% mujeres. Y también contamos con la Escuela Johanna Ortiz, un programa de formación en Alta Costura que se creó con el propósito de potenciar el talento y promover la inclusión de personas vulnerables. Trabajamos con 23 asociaciones de artesanos colombianos y luchamos por la biodiversidad de este país.
Sus direcciones
- Siempre a pie. “Me encanta caminar por el Barrio Getsemaní y descubrir artesanías en las plazas del centro de la ciudad. También recomiendo visitar tiendas de antigüedades como El Arcón o Casa Chiqui y perderse en el realismo mágico que inunda cada pequeña plaza o callecita”.
- Para descansar. “No hay nada como elegir un buen libro en Librería Ábaco y disfrutarlo después en alguna hamaca a la sombra de un patio. Es algo que hago mucho cuando nos vamos a Barú con familia y amigos para disfrutar del mar”.
- Al caer la tarde. “Un buen plan es ver el atardecer desde la muralla con un helado de la Paletería. Después, cenar en Juan Del Mar, Don Juan, o La Vitrola, que no falla con su son cubano, mojitos y buena comida”.
- Cartagena ‘la nuit’. “En esta ciudad es imprescindible salir a bailar salsa como mínimo una noche. Para mí, los mejores sitios son Café Havana y Quiebracanto. Pero si algún día quieres algo más tranquilo, puedes optar por Casa Cruxada para disfrutar de unos drinks con amigos y buena música”.