Basta con poner un pie en casa de Iera y Pau Paperlight para ver que, por difícil que suene la conciliación de tres niños pequeños con un trabajo que no entiende de horarios, en su caso funciona. Dicen que el amor es la clave. Entre ellos y por su oficio. Uno que ‘encontraron’, por casualidad, al quedarse sin su fuente de ingresos durante la pandemia. Empezaron a compartir su día a día en redes sociales -donde acumulan cerca de medio millón de seguidores entre ambos en Instagram y en TikTok- y desde entonces la vida les sonríe. Y todo sin moverse de Hondarribia, donde nació Iera -y conoció a Pau, que acudía cada verano a hacer surf- y hoy residen junto a la madre de ella en la que fuera la casa familiar, construida por su padre, el fallecido empresario vasco Serafín González.
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-¿Siempre has vivido en Hondarribia?
-Sí, desde pequeñita. Me fui a Madrid a estudiar y al terminar quería irme a Nueva York, pero la vida no siempre tiene los mismos planes para ti que tú... Mi padre enfermó y vine a casa para estar con él; un año después falleció y, desde entonces, nunca me he separado de mi madre. No es solo por ella, también por mí; me gusta tenerla cerca y juntas estamos mejor, por eso vivimos en casa.
-Tu madre nació en Filipinas. ¿Cómo llegó a España?
-Siempre soñó con encontrar al amor de su vida. Ese sueño hacía que viviera con ilusión cada día de una vida muy difícil, en la que no tenía ninguna oportunidad ni un futuro que la entusiasmara. En cuanto pudo, se apuntó a una academia de baile para poder salir del país y así llegó a España, bailando.
“Compaginar la creación de contenido con ser madre, pareja y emprendedora me lleva las 24 horas del día, pero no puedo ser más feliz”
-Y aquí conoció a tu padre…
-Sí. Llegó en una gira con su compañía de baile y, en una de sus actuaciones, estaba él. Puede llamarse amor a primera vista, pero ellos siempre decían que el amor de verdad lo fueron conociendo con el tiempo. Cada día estaban más enamorados. Tras dos semanas de gira, ella tenía que volverse a Filipinas, pero mi padre fue a buscarla a su última actuación para pedirle que se quedara con él. Una locura, prácticamente no se conocían y casi ni se entendían, pero el amor no entiende de idiomas.
-¿Siempre vivisteis en esta casa?
-No. Esta casa fue el sueño de mi padre. Trabajaba sin parar soñando con conseguir un día una casa, en la que envejecer junto a su familia. Un hogar con espacio para todos. Amaba tener la casa llena, mis abuelos, sus amigos, nuestros amigos… Nunca había silencio y sigue sin haberlo. A mis padres les costó mucho trabajo y esfuerzo conseguirla; cuando yo nací compartíamos habitación mi abuela, mi hermano y yo, y fuimos poco a poco mudándonos hasta llegar al que hoy es nuestro hogar.
-¿Qué lo hace tan especial?
-El amor. Es una casa llena de amor y eso se respira al entrar. La buena ‘vibra’ se contagia y todos los buenos momentos que hemos vivido aquí forman parte de ese aura, que hace que la gente se sienta acogida.
“En el jardín ya no hay solo flores y árboles, ahora está la cabaña de los niños, el huerto de Pau, con su barbacoa, nuestros conejos, Félix y Chimichurri, y la piscina”
- Imagino que ha ido ‘mutando’ con los años…
-Sí, los espacios han ido cambiando de generación: la que era la habitación de mis abuelos paternos es ahora la de Pau y la mía; la que fue la habitación de mi abuela materna es ahora nuestro estudio y la que era la habitación de mi hermano, ha pasado a ser la de mis hijos. Y en el jardín ya no hay solo flores y árboles, ahora está la cabaña de los niños, el huerto de Pau, con su barbacoa, nuestros conejos, Félix y Chimichurri, y la piscina, que se llena de niños en verano.
-¿Conserváis alguna costumbre de Filipinas?
-Muchas. En los cumpleaños, además de la tarta, tenemos los fideos de larga vida; si alguien se va de la mesa mientras comemos, giramos los platos para que no le pase nada malo; los cactus no son bienvenidos dentro de la casa…
-Cambiando de tema, menudo giro de vida a raíz de la pandemia…
-Fue el momento de reinventarnos. Empezamos a compartir nuestro día a día en Instagram y Tiktok a modo de entretenimiento y, sin darnos cuenta, la gente comenzó a cogernos cariño y fuimos creando esta pequeña gran comunidad que nos ha dado la oportunidad de tener un trabajo que amamos y con el que jamas habíamos soñado.
-¿Qué hacíais antes?
-Yo trabajaba en Telefónica y, cuando conocí a Pau, decidimos crear algo juntos y dimos vida a nuestras dos pequeñas productoras, que hoy compaginamos con nuestro trabajo en redes.
“La pandemia fue el momento de reinventarse y comenzamos a compartir nuestro día a día en redes”
-¿Cómo es vuestro día a día?
-Es un no parar, ¡y que siga así! Compaginar la creación de contenido con ser madre, pareja y emprendedora me lleva las 24 horas del día, pero no puedo ser más feliz. No todos los días son iguales, pero necesito al menos seis horas al día para grabar contenido, más el tiempo de creatividad que invierto en pensar qué grabo, de qué quiero hablar o cómo lo quiero hacer. A eso hay que sumarle lo que tardo en editar. El día comienza siempre sin pantallas: diez minutos para mi rutina de ejercicios, ducha y a despertar a los peques. Tras llevarles al cole, a trabajar hasta la hora de los baños, cena, cuentos...
-Y Pau es quien se encarga de comidas y cenas, ¿no?
-Sí. Es todo un chef. Pone mucho amor en sus recetas y eso se nota. Además, siempre trata de innovar y sorprendernos. Me encantan sus pizzas, los tacos , los patacones... ¡Y a los peques su pasta casera!
“Pau es todo un chef. Pone mucho amor en sus recetas y eso se nota”
Su guía
- En el pueblo. “Si vienes a Hondarribia, no puedes dejar de visitar el puerto, la calle San Pedro, con las míticas casas de pescadores y los bares llenos de pintxos, y la Plaza de Armas, con sus preciosas casitas y vistas a Hendaya. Tampoco la puerta de Santa María, que te adentra en el casco histórico del pueblo, que aún conserva parte de sus murallas del siglo XVI”.
- De ruta. “También recomendamos reservar unas horas para visitar la ermita de Guadalupe y su ruta hacia Jaizkibel, para descubrir el precioso paisaje y la vista panorámica hacia San Sebastián, por un lado, y Francia, por el otro. Y el faro de Higuer y los senderos que lo rodean, bordeando la costa hasta Dosnosti.”
- Para comer. “El restaurante Alameda, con una estrella Michelin, y su bar son de lo mejorcito del pueblo. Nos encanta ir ahí”.
- Muy local. “También nos gusta ir a comer a la Hermandad de Pescadores, donde se sirve comida tradicional, y Pau no se pierde el mercado de los miércoles y sábados, en el que venden fruta y verdura de la zona”.