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Mis tres niños maravillosos y mi pareja.
Estar en Málaga en los Atardeceres Larios, disfrutando de un estupendo atardecer, un buen concierto -como el de Antonio Carmona-, un gin tonic y buena compañía.
Tener la conciencia tranquila, viajar de vez en cuando a Nueva York y ver sonreír a mis personas favoritas.
Depende de la etapa, pero cuando me da por una canción, la machaco. La última que he oído hasta la saciedad ha sido Save Your Tears de The Weeknd.
Un arroz o una paella son siempre un buen motivo para saltársela; lo que hago es comerlo sin cargo de conciencia, y compensar al día siguiente con algo más ligero.
Salir de la piscina y tomarme un bocadillo de onzas de chocolate. Era una sensación maravillosa. Esos días interminables de verano, que duraban como años enteros (risas).
¡Espero que esté por llegar! Japón, por ejemplo. Pero cualquiera que hago con mi familia, donde podamos estar los cinco, es el viaje de mi vida. El último fue por la costa de California.
Saber que cada uno de mis tres hijos está en su habitación, durmiendo.
A casa. A Valencia, a Náquera con mi madre, al Saler con mi padre, a la Albufera. Uno tiene que volver a sus raíces.
No tengo una happy hour concreta, pero estos atardeceres que estamos disfrutando en Málaga bien pueden serlo.
Sin Google Maps estaría perdida, nunca mejor dicho (risas).
Bajar la primera a la cocina, prepararme un cafetito y ‘brujulear’ y ver noticias en el ordenador... Otra cosa que hago desde siempre es leerme el ¡HOLA!; me entretiene y me hace desconectar.
Cualquier ocurrencia de mi marido, que tiene muchas a lo largo del día.