Dicen que lo importante no es el destino, sino el camino. Y el de Carlota Pérez de Castro en el mundo del arte ha sido “frenético y muy divertido”. Tras convertirse en la mujer más joven en exponer en el palacio de Cibeles (Madrid), allá por 2019, decidió irse a Australia para labrarse un nombre lejos del abolengo familiar. Hija de Diego Pérez de Castro, director de la escuela de diseño IADE, y de la pintora Teresa Calderón, Carlota pertenece a una saga de emprendedores y artistas, y necesitaba de una hazaña quijotesca para saber si el hambre por crear, inventar y soñar era una predisposición aprendida desde pequeña o una pasión que nacía desde las entrañas. Ganó lo segundo y, ahora, presume de ser uno de los talentos emergentes con mayor proyección de España. Para hablar de esto y mucho más, nos trasladamos al pantano de San Juan, donde la familia posee una casa que les sirve, a partes iguales, de refugio y taller.
“En esta casa nos juntamos y fusionamos nuestra creatividad. Aquí todo es reciclado o está hecho por nosotros”
-Lo que cada verano se convierte en la “playa” de los madrileños, es para vosotros un lugar recurrente al que escapar. ¿Venís mucho?
-Bastantes fines de semana y luego, en otoño y primavera, mi madre y yo solemos mudarnos aquí para pintar durante largas temporadas.
-¿Desde cuándo la tenéis?
-Desde que tengo memoria esta casa nos ha permitido huir de la velocidad de Madrid y reconectar con la naturaleza. Es un lugar donde nos juntamos toda la familia y fusionamos nuestra creatividad. Recuerdo pasar días construyendo muebles y cabañas, y haciendo hogueras. El plan aquí siempre es muy auténtico y algo salvaje.
“Provengo de una familia de artistas. He crecido rodeada de arte y diseño desde que nací. Mi abuela y mis tíos paternos, mi madre… Ellos han sido mis grandes maestros”
-De hecho, la describís como una “casa de batalla”.
-Sí, nos gusta decir que está a medio construir. El típico estilo industrial, con mucho microcemento, hormigón y carpinterías sin tratar. Los muebles son reciclados o hechos por nosotros. Mis padres nos han inculcado una conciencia a favor del reciclaje y la creatividad. Todo responde a esta premisa. Las lámparas, los cuadros e incluso las vajillas, que pintamos mi hermana Julia y yo.
-Hablando de tus padres, provienes de los Pérez de Castro, un clan de artistas y artífices del IADE. Y tu madre es, a su vez, pintora. ¿Cómo es formar parte de una familia con semejantes credenciales?
-Tenemos un legado artístico increíble. He crecido rodeada de arte y diseño desde que nací. Mi tío es escultor; mi tía, pintora; mi abuela ha investigado el color toda su vida y mi madre ha expuesto en todo el mundo. Tengo a mis grandes maestros en casa. Y siempre he recibido mucho apoyo.
-Tu padre es el actual director del IADE, donde estudiaste Diseño de Interiores y Moda. ¿Fue él quien te animó a hacerlo?
-Sí, intuyó mi pasión por el arte. IADE es una universidad muy fraternal y supieron potenciar mi creatividad al máximo.
-Viendo la obra de tu madre y la tuya, se aprecia la conexión entre ambas. ¿Qué papel ha jugado en tu manera de entender el arte y darle forma?
-Mi madre me ha enseñado todo lo que sé. Hemos estado en contacto con su trabajo desde pequeñas. Pintábamos los fondos de sus cuadros, nuestros cuerpos, la ropa… Cualquier cosa nos servía para crear. De ella he aprendido a ser libre y a perder el miedo al lienzo en blanco. Para ella no existe el bloqueo creativo ni el juicio. Solo tienes que fluir y disfrutar, es ahí cuando surge lo más interesante. Tu verdad. Algo esencial para no perder esa frescura e inocencia que todos poseemos de niños. Por eso, cultivo constantemente a mi niña interior. Cada una de mis células está impregnada de esos juegos infantiles a los que nos prestábamos. Recuerdo que, en vez de pedir juguetes a los Reyes, les pedíamos cajas de cartón y hacíamos todo tipo de artefactos.
“Mi madre me ha enseñado todo lo que sé. Hemos estado en contacto con su obra desde pequeñas. De ella he aprendido a ser libre y perder el miedo al lienzo en blanco”
-Con este bagaje, solo era cuestión de tiempo que hicieras carrera en el sector. ¿Cómo ha sido tu evolución?
-Frenética y muy divertida. Tras mi primera exposición en el palacio de Cibeles, mi vida cambió por completo. Vi la posibilidad de ser artista como algo real. Acto seguido, decidí irme a Australia para demostrarme que podía hacerlo sola y entender si esto lo hacía por mí o si únicamente replicaba lo que había visto en casa. Tras muchos noes, conseguí exhibir. Presenté doce retratos de músicos en Byron Bay y los vendí todos. Eso me dio la fuerza que necesitaba para lanzarme de lleno a este mundo. Me sirvió para confirmar que es algo que me nace de las tripas y me pertenece. Con la pandemia, regresé a España y me encerré a pintar como una loca en mi pueblo de Almería, San José. Ese agosto expuse allí e hice mi primera performance de body painting . Pero la cancelaron por la covid, lo que me llevó a crear en Madrid el movimiento Exposición Andante. Este 2023 he decidido echar el freno y dedicar toda mi energía a mi colección La Rayada, que presenté en mayo en Materna y Herencia. Y este mes de junio expongo junto a mi madre parte de la serie Florecer en la galería Jorge Alcolea.
-Te presentas como una artista visual que aúna pintura, performance y moda. ¿Cómo es esto exactamente?
-Yo concibo el arte sin límites formales. Me gusta abarcar todos los lenguajes creativos y compartirlos con la gente.
“Concibo el arte sin límites. Me gusta abarcar todos los lenguajes creativos y compartirlos con la gente. Por eso me defino como una artista visual que aúna pintura, performance y moda”
-Eres la mayor de tres hermanas. La que te sigue, Julia, es, además de tu musa, otra artista en ciernes. ¿Estáis muy unidas?
-Es mi mejor amiga y, al mismo tiempo, una fuente de inspiración. Ha sido así desde que tengo uso de razón. Nuestra manera de jugar consistía en pintarnos, disfrazarnos y bailar hasta cansarnos. Todavía lo seguimos haciendo, solo que desde un punto de vista más profesional. Ella es bailarina y protagoniza casi todas mis performances. También es interiorista y paisajista, y siempre va con su cuaderno.
-La manera tan relajada en la que os relacionáis entre vosotras, incluyendo a Maia, la menor, es extrapolable a toda la familia. ¿Cuál dirías que es la clave?
-Una filosofía basada en la libertad, la confianza y muchas dosis de amor y autenticidad. Nuestros padres han logrado que creamos en nosotras mismas y aprendamos a levantarnos.
“Nuestra dinámica familiar se basa en la libertad, la confianza y muchas dosis de amor y autenticidad”
-Jugando a imaginar, ¿dónde te ves con los años?
-A día de hoy, he cumplido mi sueño: vivir del arte. Aunque me gustaría tener una casita apartada con su estudio y, siendo ambiciosa, crear la fundación Carlota Pérez de Castro. Y ya de viejecita, hacer una retrospectiva de mi trabajo y el de mi familia en San José, para atraer un turismo más cultural a mi pueblo.
Universo propio
- El hilo conductor. Su punto de partida a la hora de pintar es el ser humano, la espiritualidad y la introspección.
- Un hábito. Poner música, encender incienso y, con el café entre las manos, entregarse a una escritura automática. Esa es la rutina que le gusta seguir a nuestra anfitriona antes de dialogar con el lienzo.
- Cuatro planes. Dar un paseo con su perro, Eco, hacer deporte, recolectar flores o practicar actividades acuáticas son algunos de los pasatiempos a los que Carlota se dedica cuando no está pintando.
- Infinitos referentes. Solo tiene que mirar dentro de casa para encontrar la inspiración: desde su madre, Teresa Calderón, con su soltura y sus texturas, hasta su abuela Mercedes Méndez, por su constancia y trabajo del color, pasando por su tío Antonio Pérez de Castro, cuyas esculturas te abstraen por completo, y su tía Mercedes Pérez de Castro, que le ha enseñado a vivir con un cuaderno debajo del brazo. Pero también grandes nombres como Picasso, Modigliani y Matisse le sirven de guía.