Cuando Beatriz Carranza Vallejo-Nágera tomó la decisión de regresar a España, hace ahora un año y medio, lo hizo sabiendo que dejaba atrás todo lo que había conocido hasta entonces, pero con toda la ilusión del mundo por la nueva vida que estaba a punto de emprender. Tras haber crecido y desarrollado una fulgurante carrera en el mundo de la moda en Londres -donde fue, por ejemplo, directora de ventas de Emilia Wickstead con apenas 27 años-, quiso volver cerca de los suyos para que sus hijos, de seis y tres años los mayores, y de nueve meses la pequeña, creciesen aquí.
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En un país en el que el apellido por vía materna es de sobra conocido: Beatriz es sobrina de Samantha Vallejo-Nágera, hija de la escritora María Vallejo-Nágera, y nieta del psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nágera. Ella, sin embargo, supo muy pronto que su camino iba por otros derroteros. Y hoy, tras haber dirigido un tiempo la firma Jan Taminiau, se dedica a asesorar a distintas firmas de moda. Pero por más trabajo que tenga, siempre consigue sacar tiempo para su gran pasión, el interiorismo. Y no se le da nada mal.
“Esta casa es mi segundo proyecto de interiorismo. El trabajo ha sido arduo, pero he disfrutado al máximo”
-Háblanos de esta casa tan personal.
Es mi segundo proyecto de interiorismo. El trabajo ha sido arduo, pero he disfrutado al máximo. Mi primera experiencia en este mundo fue cuando mi marido y yo compramos nuestro piso en Londres, en Holland Park. Lo vendimos cuando decidimos regresar a España, a finales de 2021. Aunque mi actual vivienda es un proyecto más maduro y desarrollado, el de Londres fue el primero y me robó el corazón. Me dio mucha pena venderlo porque estaba enamorada de cada rincón. Y encontrar ambos pisos no fue tarea fácil. Este último fue una búsqueda muy compleja, ya que queríamos hacer una inversión seria para toda la vida. Esto hizo de nuestro piso no solo una casa, sino nuestro hogar. El aprendizaje de la primera obra fue importante; estaba ansiosa por empezar un segundo proyecto más arriesgado. Los requisitos esenciales para arrancar eran dos: el primero era conseguir estar cerca de mis padres y hermanos (a los que estoy muy unida), y el segundo era que mis hijos pudieran ir andando al colegio.
“Cuando diseñé esta casa, el objetivo que primaba era que cada estancia reflejase un momento de mi vida, que todo fluyese con coherencia”
-¿Cómo fue la reforma?
-La complejidad de la obra era enorme a nivel estructural. Por ello fue necesario contar con la ayuda de un arquitecto para detalles como la carpintería exterior, los canales de aire acondicionado, etc. Conociéndome, sabía que no cedería en muchos aspectos que tenía totalmente claros; así que el arquitecto tuvo que esmerarse y acoplar su trabajo para que yo lograra alcanzar el tipo de estética que buscaba. Así mismo, debí luchar para que, además de la estética, todo fuera encaminado a tener un hogar práctico y fácil de cuidar. El interiorismo es mi mayor hobby. Desde jovencita he ido comprando y coleccionando cosas que sabía que utilizaría en mi futuro hogar. Cuando diseñé esta casa, el objetivo que primaba era que cada estancia reflejase un momento de vida, que todo fluyese con coherencia.
“Mi hermana, gemela idéntica, me dijo: ‘Esta casa es una extensión de tu personalidad’. ¡Y creo que acierta!”
-¿Cómo describirías hoy esta casa?
-Cada habitación tiene su función particular. Mi despacho es mi santuario, ahí trabajo, reflexiono y disfruto. El salón es un espacio para adultos, en el que salen temas intelectuales, culturales, políticos… En cada estancia he intentado plasmar mi gusto. Mi hermana (gemela idéntica), dice: “Esta casa es una extensión de tu personalidad”. ¡Y creo que acierta!
-¿Cuáles son las piezas más especiales de la casa?
-Lamentablemente tuve que dejar muebles atrás… La venta de mi piso de Londres se debió a que, en parte, los nuevos dueños se enamoraron de cómo lo tenía decorado, ¡y exigieron que dejara muchos de mis muebles! Decidimos aceptar porque había llegado el momento de vivir experiencias nuevas. Pero hubo muebles de los que, simplemente, no me pude despegar, como por ejemplo de las sillas del comedor, de estilo Bauhaus; parecen sacadas de una película de los años 80. Cuando las compré, mi marido pensó que era una locura… ¿Cómo se me había ocurrido utilizar sillas de oficina en un comedor? Pero el resultado es, a mi manera de ver, absolutamente perfecto, ¡y él ahora está encantado! Otra cosa que me acompaña de mudanza en mudanza, y de la que no me desprenderé jamás, son los cuadros naíf de la colección de mi abuelo materno (el famoso psiquiatra Juan Antonio Vallejo-Nágera Botas). Fue un gran pintor naíf y sus cuadros me encantan, especialmente algunas naturalezas muertas.
-¿Cómo crees que ha influido tu trabajo en el mundo de la moda en tu talento para los interiores?
-Desde niña percibía con una sensibilidad especial el diseño. Es un pequeño don que poseo desde que tengo memoria, pero que se disparó al comenzar a trabajar con la diseñadora Emilia Wickstead. Me fascinó su trabajo. Mucha de mi inspiración proviene de lo que aprendí junto a ella, y todo ese aprendizaje me sirvió para trabajar a mi vuelta a Madrid en el equipo de otro gran diseñador, Jan Taminiau. De él aprendí que romper cánones de estética tradicionales no es algo de lo que haya que tener miedo. Me enseñó a entender que contrastar materiales contribuye a contar la historia de un espacio, elevándolo a un estado mágico. Hoy me doy cuenta de la suerte inmensa que he tenido al estar rodeada de grandísimos profesionales.
-¿Cómo ha sido volver a España tras esa fulgurante carrera en el mundo de la moda a nivel internacional?
-Después de años de tantísimo trabajo y ajetreo, necesitaba volver… Echaba de menos mis raíces, deseaba que nuestros padres convivieran con los niños, hacer familia todos juntos. El ritmo de trabajo londinense era durísimo y necesitaba, al ser madre de niños tan pequeños, recobrar algo de calma. Aquí tampoco paro un minuto, trabajo mucho y disfruto con ello, pero es otra cosa…