Si de algo puede presumir Mariki Ortiz es de haber creado una familia de lo más unida. La hoy ceramista, fundadora de Ki Ceramics -en otros tiempos estilista para revistas de decoración y colaboradora de Gancedo y Casa Decor-, es madre de cuatro hijos: Félix y Miguel Carrizo, conocidos por su vinculación con el mundo de la moda, y Emma y Olaya Fernández Ortiz.
Aunque cada uno tiene su vida en distintas partes del mundo -los mayores viven a caballo entre Nueva York, Madrid, Portugal y Grecia-, todos regresan siempre que pueden a su hogar y se han convertido en auténticos embajadores del oriente asturiano .
“En esta casa nacieron muchos de los niños de la familia...todos los que lo hacían en los meses de verano”, Mariki
Si bien su residencia habitual es en Ribadesella, hemos querido reunirnos con ellos en un antiguo palacete familiar, lleno de historia, en el que los Ortiz han veraneado desde hace varias generaciones, en Posada de Llanes. “Cuenta la leyenda que el hombre que construyó la casa en el siglo XVII vino de Francia y, al llegar a Asturias, tomó un halcón en la mano, lo soltó y dijo ‘donde aqueste halcón posare, allí será mi posada’. Y esto es lo que se muestra en el escudo de la casa”, explica Mariki. Desde entonces, su familia la ha utilizado como lugar de veraneo , y “aquí nacieron muchos niños de la familia... todos los que lo hacían en los meses de verano”.
Como curiosidad, en esta casa también se rodó parte de la película Remando al viento , del director Gonzalo Suárez, vecino y amigo de la familia. “Todos tenemos muchos recuerdos en esta casa. Cuando yo era joven, aquí nos juntábamos 24 primos. ¡Imagínate la pandilla que éramos! Me acuerdo del enorme corredor con todas las toallas y trajes de baño tendidos, con el ruido de las lechuzas que se colaban en el desván de fondo, los pasadizos, el olor a cera de los tablones del suelo”, sigue ella. Y aunque pasaron los años, todo siguió igual cuando llegaron sus hijos. “Mi hermano Miguel y yo fuimos los primeros bisnietos de mis bisabuelos.
Ellos eran los que cada verano reunían a toda la familia en este palacio... Y somos un montón, así que la diversión estaba asegurada. Por las mañanas solíamos ir a las playas cercanas y por la tarde lo pasábamos increíblemente bien en la finca, jugando en el bosque, haciendo cabañas en los árboles con nuestros primos, cazando insectos, recogiendo moras... A Miguel y a mí nos encantaba ir al pueblo a comprar golosinas en una bici tándem antigua de nuestros tíos. Y si llovía, jugábamos a las cartas en el portalón durante horas”, recuerda Félix.
“Cuando yo era joven, aquí nos juntábamos 24 primos. ¡Imagínate la pandilla que éramos entre todos! Me acuerdo del enorme corredor con todas las toallas y trajes de baño tendidos”, Mariki
Cuando llegaron Emma y Olaya, la diversión se multiplicó. “Como nos llevamos bastantes años, recuerdo que Félix y Miguel venían con todos sus amigos y se turnaban para jugar con nosotras y montarnos en los ponis que había en la finca. ¡Nos encantaba que vinieran!” dice Emma. “Sí, este lugar nos trae muchos y muy felices recuerdos. Si no me equivoco, ¡aquí aprendimos los cuatro a montar en bici!”, añade Olaya.
Ahora que hasta las más jóvenes de la casa vuelan en solitario -Emma prepara las oposiciones para notario y Olaya termina la carrera de Marketing y Comunicación Digital-, los veranos en el palacete son algo distintos... Si bien las tertulias en el portalón, mientras anochece y florecen los dondiegos, siguen siendo habituales, Mariki pasa mucho más tiempo a solas y aprovecha esos ratos para trabajar en un improvisado taller de cerámica en el cobertizo.
“Este lugar nos trae muchos y muy felices recuerdos. Si no me equivoco, ¡aquí aprendimos los cuatro a montar en bici!”, Olaya
“Empecé a hacer cerámica hace tres años, en concreto una pieza en colaboración con la decoradora Silka Barro para el auditorio de Casa Decor. Se trataba de una enorme lámpara hecha a mano y compuesta por 59 pájaros realizados con la técnica tradicional oriental rakú. La llamé Viento del Sur e hizo que me enamorase del oficio”, cuenta ella.
“Nos encanta ver cómo nuestra madre es capaz de transformar esa creatividad suya en objetos únicos que requieren tanto trabajo y paciencia. Ver cómo se dedica a algo que le apasiona siempre nos inspira para hacer lo mismo”, Emma
“Fue un descubrimiento increíble para mí: poder hacer con las manos, y a partir de barro, algo que he imaginado y diseñado en mi cabeza, hizo que sintiese que había encontrado algo perfecto para mí”. Y desde entonces no ha dejado de trabajar. De hecho, hoy sus diseños se pueden encontrar en las floristerías y tiendas de decoración más in.“Hago piezas que antes he querido para mí; casi siempre en tonos suaves, crudos, blancos y grises... Trabajo mucho con gres. Me gustan las piezas imperfectas, en las que se aprecie la elaboración artesana; que desprenden la sencillez de lo primitivo, de las manos, de la naturaleza...”.
La casa, cuenta la leyenda, se construyó allí donde decidió posarse el halcón que pertenecía al dueño
Exactamente lo que transmite el palacete familiar de Posada de Llanes, a buen seguro una fuente de inspiración permanente para ella. “Nos encanta ver cómo nuestra madre es capaz de transformar esa creatividad suya en objetos únicos, que requieren tanto trabajo y paciencia. Se esfuerza tanto y le pone tanta ilusión a cada cosa que hace que eso se nota. Es una persona muy artística y con mucho gusto, y ver que puede dedicarse enteramente a algo que le apasiona es algo que siempre nos va a inspirar a hacer lo mismo a los cuatro”, concluye Emma.