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Hace años que Rocío Canals decidió que el trepidante ritmo de las grandes ciudades no era lo suyo. Tras estudiar Dirección de Arte en Nueva York, y quedarse unos años trabajando en una de las principales agencias de la ciudad, se mudó a París buscando algo de paz, pero no la encontró. Fue entonces cuando decidió dejarlo todo, volver a España y transformar por completo de vida desde su Barcelona natal: cambió su ‘nombre’, su oficio, formó una familia e hizo suya la masía familiar, a la que hoy se escapa cada fin de semana.
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“Mis padres compraron esta masía a unos payeses hace ahora 40 años. No había electricidad y los animales vivían dentro por aquel entonces”
-¿Cómo nace Wilhelmina Garcia?
-Cuando trabajaba de directora de arte me agobió el ritmo frenético de ese mundo. Entonces me inventé un nombre fantástico que ha sido mi alter ego desde entonces, Wilhelmina Garcia. Yo siempre he sido muy soñadora, naïve, y me encantan los cuentos de hadas…Así que empecé a diseñar joyitas que reflejasen todo eso. Me apunté a un taller de orfebrería y aprendí a fundir, a soldar… Y lo primero que hice fueron unos charms en forma de corazones, mariposas y estrellas. Siempre había trabajado para marcas, fue natural crear la mía.
-¿Había tradición joyera en tu familia?
-No, todos se habían dedicado a la óptica. Mi abuelo fundó General Óptica. Supongo que de ahí viene mi gen emprendedor. Pero eso sí, a mi abuela le encantaban las joyas y siempre acompañaba a mi abuelo por todo el mundo,a países muy remotos para la época, como Tailandia y Japón, y volvía con un montón de piezas de lo más exóticas.
-Háblame de esta masía. ¿Cuál es su historia?
-Está ubicada a una hora de Barcelona, en Gerona, y es una masía típica de esa zona, construida en 1591. Mis padres la compraron a unos payeses hace ahora 40 años. No había electricidad y los animales vivían dentro por aquel entonces. Hay una foto en la que se ve a las vacas comiendo donde ahora tenemos un banco con cojines. Mis padres la fueron reformando poco a poco y siempre está en evolución. La decoración es muy rústica, ampurdanesa y con objetos que nuestra familia ha ido comprando en distintos viajes, por lo que también tiene un punto exótico, como la hamaca, que vino de Brasil, o los cojines, de Indonesia.
-¿Qué es lo más especial para ti de esta casa?
-Los recuerdos que tengo aquí de pequeña, que ahora estoy pudiendo revivir a través de mis hijos.
“Trabajé de directora de arte en Nueva York y París, pero me agobió el ritmo frenético de ese mundo. Fue entonces cuando me inventé a Wilhelmina Garcia y empecé a hacer joyas”
-¿Soléis venir a menudo?
-Solemos venir cada fin de semana buscando algo de paz. Mis hijos pueden ser libres y estar en contacto con la naturaleza y los animales.
-¿Tenéis animales?
-Sí, los dos perros se llaman Dusi y Lena. Son boyeros de Berna que hemos criado aquí.Y los caballos son cuatro yeguas de pura raza española.
-¿Recibís gente a menudo?
-En verano solemos hacer comidas con amigos y familia que se suelen alargar a meriendas o cenas… Lo bueno es que como tenemos un huerto, ¡es fácil improvisar!
“Lo más especial de este lugar son los recuerdos que tengo aquí de pequeña, que ahora estoy pudiendo revivir a través de mis hijos”
-El jardín es impresionante.
-Está hecho con mucho mimo y cariño. Aparte del huerto con vegetales hay rosales, cedros, olivos, una parra preciosa… Y en el bosque que lo rodea, una vegetación muy mediterránea: encinas, alcornoques y pinos.
-¿Ha influido todo esto en que tu marca sea sostenible?
-Estoy muy comprometida. En la marca hacemos un gran esfuerzo para ser cada día más sostenibles; es un desafío, pero lo vemos como una necesidad. Producimos cantidades pequeñas, trabajamos de forma local, y hemos conseguido reducir los residuos e implantar el uso de oro y plata reciclados. Creo que hoy en día es imprescindible, más aún si tienes hijos. Te das cuenta de que, o nos ponemos las pilas, o ellos sufrirán las consecuencias.
“En verano solemos hacer comidas con amigos y familia que se suelen alargar a meriendas o cenas... Lo bueno es que como tenemos un huerto, ¡es fácil improvisar!”
Claves para desconectar
- ¡Apagar el móvil!
Parece un consejo de perogrullo… pero ¿cuántas veces lo hacemos realmente? Seguro que muchas menos de las que deberíamos,y es el primer (y más importante) paso para lograr el objetivo.
- Meditar cada día
Los expertos aseguran que con solo 5 minutos al día se pueden ir logrando resultados, aunque lo idóneo es ir subiendo paulatinamente a 15 minutos. Y sí, ¡puedes dejarte guiar por audios!
- Largos paseos
Es una de las cosas más fáciles y efectivas para olvidarse del estrés y reponer fuerzas. Elige una zona tranquila, sin coches...¡Y a caminar!
- Música natural
El sonido de los árboles mecidos por el viento o el murmullo del mar influye en la reducción de nuestros niveles de estrés. ¡Pruébalo!