Coco Rainbow es pura energía. Esta parisina, exmodelo, licenciada en Económicas y Derecho, dejó un día su trabajo en un prestigioso despacho de la capital francesa y se dedicó a recorrer el mundo, embarazada de su tercer hijo. Ahora, afincada con su familia numerosa en Cascais (Portugal), es una profesora de yoga muy reputada. Enseña en varias escuelas en el país vecino y también online desde 2020.
Pero lo que más llena su tiempo son los retiros que organiza en Comporta (Portugal) y en Francia, donde además de yoga, se hacen paseos en bicicleta, se disfruta del spa y de comida rica y saludable. Rodeada de color -el arcoíris es su obsesión desde que era niña-, nos recibe en su refugio, su casa arcoíris.
-¿Cómo era tu vida antes del yoga?
-Cuando era estudiante tenía ansiedad y era muy impaciente, en general. A los 20 años, mi médico de cabecera me recomendó probar algo para rebajar mi nivel de estrés de manera natural. Me dijo: “¿Por qué no pruebas taichi o yoga?”. En ese momento, en 1999, casi nadie practicaba yoga pero tenía una amiga modelo que lo hacía en París. Empecé con hatha yoga y fue amor a primera vista. Dormía mejor, desapareció mi úlcera y me tranquilicé mucho.
-¿Qué te llevó a dejar tu trabajo como abogada en París por el yoga?
-Mis padres querían que estudiara una carrera mientras trabajaba como modelo y ¡qué razón tenían! Estudié Derecho y Económicas y empecé a trabajar en un despacho en París, pero supe después de estar dos horas allí que no era lo mío. Estaba en un despacho lleno de libros todo el día y me sentía inútil. Quería algo más. Después, di a luz a mis gemelos en 2006, un chico y una chica, y paré de trabajar durante un año y me dediqué dos años a la comunicación. Mientras, practiqué yoga de una manera semiprofesional. A mi marido le salió la oportunidad de mudarse al extranjero por trabajo y mi sueño era viajar por todo el mundo con mi familia, así que dejamos París en 2009, embarazada de mi tercer hijo. Primero vivimos en España durante unos meses y después en Uruguay. Allí decidí dar un paso más y convertirme en profesora de yoga.
“A los 20 años mi médico de cabecera me recomendó que intentara rebajar mi nivel de estrés de manera natural. Tenía mucha ansiedad y era muy impaciente”
-¿Qué ha aportado esta disciplina a tu vida?
-El yoga te da la oportunidad de conectar y sentirte más presente en todo lo que haces. Al principio, mucha gente suele llegar al yoga para mantenerse en forma y mejorar su flexibilidad y al final, te das cuenta de que es tu flexibilidad mental lo que ha mejorado. Me ha ayudado a entender que hay cosas que no puedo cambiar. La vida, a veces, es como las posturas: te quieres salir, te cuesta aguantar, resistes y lo que hay que hacer es solo respirar y buscar la serenidad en la incomodidad. No es fácil...
-¿Qué consejos darías a alguien que se quiere iniciar?
-Primero, encontrar a un profesor que le guste, con quien conecte bien y que le dé ganas de volver a clase. Parece un cliché, pero el yoga es un regalo para toda la vida. Quizás no seas capaz de hacer el pino, pero todo el mundo puede respirar y hacer estiramientos. Dicen que eres tan joven como flexible sea tu espina dorsal.
“El yoga me ha ayudado a entender que hay cosas de la vida que no puedo cambiar. Ha mejorado mi flexibilidad mental”
-¿Dónde te has formado?
-Mi primera formación fue en el estilo más tradicional del sur de India, el hatha yoga puro, en 2010. Después recibí clases de yoga vinyasa, rocket y katonah en Londres y Estados Unidos. Pero soy y seré siempre una estudiante. Me gusta conocer todo tipo de disciplinas holísticas y las añado a mis clases, incluyendo el baile. Por eso, llamo a lo que enseño yoga arcoíris, porque tiene un poco de todo. Entreno todos los días y ahora, con las clases online, tengo acceso a los mejores profesores del mundo. Aunque no hay nada como el yoga presencial. Mis clases son accesibles para (casi) todos. No soy una bailarina profesional y tampoco una acróbata del Circo del Sol. Tengo 43 años y no me quiero lesionar haciendo las cosas mal. Así que mis clases son muy seguras. He oído demasiadas historias de gente que se ha lesionado por hacer mal una postura.
-Háblanos de tu vida cuando eras modelo, ¿qué es lo que más te gustaba de tu trabajo?
-Para ser honesta, era muy joven e inmadura en ese momento y creo que no me di cuenta de lo afortunada que era. Viajaba, conocí a gente con muchísimo talento y me trataban muy bien, pero lo que más deseaba era estar en casa con mis amigos. No he cambiado mucho en ese sentido. Era la típica adolescente. Mi agencia estaba desesperada conmigo porque rechacé oportunidades muy buenas de trabajo por ir a cumpleaños de amigos.
“Dejamos París en 2009, yo estaba embarazada de mi tercer hijo. A mi marido le surgió la oportunidad de recorrer el mundo por trabajo. Primero vivimos en España unos meses y después en Uruguay”
-¿Echas algo de menos?
-Probablemente, la ropa increíble que me daban.
-Háblanos de esta casa en Cascais, ¿por qué habéis decidido fijar vuestra residencia aquí?
-Después de haber vivido en América del Sur, Londres y París, queríamos una mezcla entre naturaleza salvaje, la vida cerca del mar y la vibra latina de Uruguay con la cultura, la seguridad y la paz de la vieja Europa. Llegamos a Portugal para probar y el cariño de los portugueses terminó por convencernos. Nos encanta vivir aquí a los cinco, los niños lo pasan fenomenal: hacen surf, montan a caballo, vamos a la playa y tenemos un lindo grupo internacional de amigos. Como dijo mi hijo al llegar aquí: “Este lugar lo tiene todo”. Nos sentimos muy agradecidos todos los días.
“Cuando trabajaba de modelo era muy joven y no me daba cuenta de lo afortunida que era. Viajé, conocí a gente con mucho talento y me trataban muy bien”
-¿Qué tiene de especial esta casa?
-Es una casa arcoíris. Lo que impacta más de ella son sus colores. Al entrar, mis invitados siempre me preguntan lo mismo: “Y tu marido, ¿qué tal lleva todos estos colores?”. Lo lleva muy bien, pero en un momento dado me dijo que parara con el rosa. La casa tiene todos los colores del arcoíris excepto el naranja y el rojo porque hacen enfadar a la gente y no necesito eso en mi vida. Entrar en nuestra casa es como asistir a un tratamiento de cromoterapia excelente para la salud mental. Por ejemplo, el rosa levanta el ánimo de forma instantánea. Personalmente, me siento mejor en cuanto cruzo la puerta amarilla. La práctica de la cromoterapia está unida a la medicina ayurvédica india, que asegura que el contacto con ciertos colores puede equilibrar los chacras de tu cuerpo.
-¿Cuáles son tus rincones favoritos?
-El jardín mediterráneo y mi sala de yoga (el único cuarto sin color de la casa). Es una casa muy vívida y, por supuesto, la cocina es el lugar favorito de todos.
-¿La has decorado tú misma?
-No, he tenido la suerte de tener a una amiga y alumna con mucho talento que me ha ayudado a decorarla. La portuguesa Gracinha Viterbo. Seguimos siendo amigas después de haber decorado la casa, así que es muy buena señal. Solo le dije que me gustan los colores lisos, sin estampados y que quería una casa feliz, fácil y acogedora. ¡Y aquí la tienes!
“Nos encanta vivir aquí a los cinco. Los niños lo pasan fenomenal: hacen surf, pasean a caballo, vamos a la playa y tenemos un lindo grupo de amigos internacionales”
El color habla
- El amarillo
Estimula las facultades mentales, el entusiasmo por la vida y la confianza, por lo que es útil en estados de tristeza.
- El azul
Inspira relajación y simboliza la paz y el descanso. Es ideal para decorar los dormitorios por su efecto tranquilizador a la hora de dormir.
- El rosa
Significa la amabilidad y la dulzura. Infunde positividad y suavidad. En algunos países orientales, como en Japón, significa amor y valentía.
- El verde
Simboliza la esperanza, el crecimiento y la calma. Al ser el color de la naturaleza, se asocia con la vida y el cambio de ciclo, así como con el nacimiento y la regeneración.
“Entrar en nuestra casa es como hacer cromoterapia. Están todos los colores, excepto el rojo y el naranja. Enfadan a la gente y no necesito eso en mi vida”
Universo feliz
Todos los colores caben en esta casa pensada para ser feliz. Tonos pastel, muebles lacados, vajillas ilustradas... La inspiración llega en forma de detalles que parecen sacados de un cuento de hadas.