La vida de Romy Schneider podría dar para una trilogía, como las tres películas sobre Sissi que le dieron a la actriz austríaca fama mundial y de cuya sombra nunca pudo librarse. “Sissi se me pega como la papilla”, solía decir con más hartazgo que humor. Este año, cuando se cumplen 40 años de su muerte en su apartamento de París, se estrenará un documental que da una nueva visión sobre las luces y las sombras de la actriz.
Romy, mujer libre, recibió excelentes críticas en el pasado Festival de Cannes. El documental trata distintos aspectos de la vida de Romy, hija de actores y estrella temprana. Desde la relación con su primer marido, Harry Meyer -padre de su primer hijo-, hasta una entrevista inédita nunca emitida.
Romy siempre fue una mujer atormentada pero también libre y adelantada a su tiempo. No dudó en renunciar a una cuarta entrega de Sissi a pesar de la oferta multimillonaria porque no la hacía feliz. “No soy Sissi. Jamás lo he sido. Soy una mujer rota de 42 años”, dijo a Paris Match poco antes de morir.
En su vida personal siempre se dejó llevar por su corazón. Tuvo una temprana relación con Alain Delon que duró cinco años y del que fue amigo hasta su muerte. Su primer matrimonio empezó a hacer aguas en los 70, cuando ya se había lanzado a hacer cine con Visconti, Orson Welles y Claude Chabrol y Francia la había acogido como una de las suyas. En 1975 se separaron. Romy empezó entonces a tener problemas con el alcohol. Ese mismo año se casó con el periodista Daniel Biasini y se quedó embarazada de su segundo hijo, al que perdió justo antes de nacer. En 1978 vino al mundo Sarah, su tercera hija, hoy actriz en Francia. Para entonces Romy pretendía alejarse de los paparazzi, que seguían los pasos de su vida privada.
Había rodado Boccaccio 70, con Luchino Visconti, en la que vistió diseños hechos por Coco Chanel. “Una de las personas que más me ha influido en mi vida, además de Visconti, es Gabrielle Chanel”, declaró la actriz.
En 1981 sucedió la tragedia de la que Romy jamás se recuperó. Su hijo David, de 14 años, volvía a casa de los padres de su marido en París, a la que solía entrar saltando la verja. Con tan mala suerte que se cayó y uno de los hierros le seccionó la arteria femoral. Romy siempre se culpó de su muerte y jamás volvió a ser la misma después de enterrar a su hijo.
Murió solo un año después en su apartamento de París, nunca se supo si de un infarto o de una sobredosis de medicamentos. Uno de los amores de su vida, Alain Delon, volvió a París precipitadamente cuando se enteró de la noticia. “Por primera vez en mi vida la he visto en paz”, dijo el actor después del sepelio. Delon se encargó de que descansara junto a su hijo en el cementerio de Boissy-sans-Avoir de París.