A Fiona Ferrer la confinaron diez días después de su mudanza. Si lo llega a saber, cuenta entre risas, se lo piensa dos veces. “Estuve conviviendo sola con 120 cajas durante tres meses; cosas que pasan en la vida. Eso sí, tuve tiempo de sobra para pensar qué quería hacer en mi nueva casa”.
Aquel luminoso y amplio piso del madrileño barrio de Salamanca le transmitió buena energía desde el primer instante. Tenía ubicación y rollo. Pero quedaba hacerlo suyo. Y eso, para esta empresaria y escritora vinculada al mundo del arte y la moda, era un desafío de esos que no se pueden rechazar. “Después de haber estado tres meses encerrada, necesitaba color. Conviví con un cuadro algo oscuro en mi cabecero durante todo ese tiempo y, en cuanto nos desconfinaron, colgué seis obras de colores de Aldo Comas, pura colorterapia. Aquí puse papel verde en contraste con el gris, otras estancias las pinté a rayas blancas y negras… Esto es como la moda, se trata de atreverse a mezclar”.
“Yo antes de poner un mueble, antes de nada, pienso en los cuadros. Por eso siempre tengo en cuenta, al elegir casa, que haya espacio para exponer, techos altos, pared... En esta había un pasillo muy grande donde creé casi mininstalaciones”
También había que buscar el lugar adecuado para sus muchas obras. Fiona lleva coleccionando arte un par de décadas, a raíz de trabajar para Sotheby’s en Miami. Desde entonces su colección no ha hecho más que crecer -dEmo, Felipao, Aldo Comas, Isabel Alonso, Murakami, Manolo Valdés, Chillida, Peter Lindbergh, Iran Issa-Khan, Peter Beard, Denise de la Rue- y, cada vez que se muda, es lo primero por lo que vela. “Yo antes de poner un mueble, antes de nada, pienso en los cuadros. Por eso siempre tengo en cuenta, al elegir casa, que haya espacio, techos altos, pared… En esta había un pasillo muy grande donde creé casi mininstalaciones, porque los cuadros tienen que convivir entre sí”. Ella misma, armada de planos y un Excel, se encargó de la curadoría y ejerció de comisaria de su propio hogar. “La casa está concebida en formato galería de arte. Hay cuadros en lugares inverosímiles, algunos sobreexpuestos, otros en el suelo, incluso colgados del techo. El resultado es muy cachondo; mis sobrinos se creen que vienen a la casa de Walt Disney”.
“Durante el confinamiento estuve conviviendo sola con 120 cajas tres meses; cosas que pasan en la vida. Eso sí, tuve tiempo de sobra para pensar qué quería hacer en mi nueva casa”
Ningún detalle está dejado al azar; hay color, mezcla y humor. Grandes dosis de orden, al que se declara adicta. Y muchos objetos. Muchísimos. “Me gusta coleccionar recuerdos. Una invitación dedicada de Botero aquí; la primera máquina de escribir de mi exmarido, Jaime Polanco, allá; un corner taurino al fondo con las zapatillas con las que se retiró el Litri… Todo tiene un porqué. Y están los cojines; nunca son suficientes. Claramente tengo que vivir sola, no hay cabida para nadie más”. Recién nombrada embajadora de Ibiza Luxury Destination y con una agenda de esas que provocan mareos, Fiona, sin embargo, se declara considerablemente casera. El trabajo le da vidilla; pero eso hace que aprecie sus rutinas domésticas todavía más. “¿Mi domingo perfecto? Pasar tiempo con mis sobrinos. Y dormir. Hay un día a la semana en el que no salgo de la cama. Desayuno, como, leo… Paso el día entero ahí, literalmente. Una vez a la semana, dieta de cama”.
Sus máximas
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