Sus primeros recuerdos están asociados al mercadillo de la Mola, donde su madre tenía un puesto de ropa y ella se dedicaba a hacer collares de cuentas que vendía a los turistas. Tendría seis años. Hoy Burke Ewig diseña delicadas cadenas, pero la forma en la que estas abrazan el cuerpo sigue evocando la energía de la isla recreando el dibujo que las olas dejan sobre la orilla. También su hogar, un bonito refugio rodeado de cactus, sigue siendo el mismo.
“Adoro salir con mi yegua y los perros. Recorrer Formentera a caballo es siempre una gozada, hay mucho por explorar y, vayas a donde vayas, ves el mar”
Allí, entre caballos y literatura rusa, es donde se gesta la historia de sus padres y a donde ella -que también trabajó como modelo y en retail- regresa siempre en busca de la suya. “Mi padre llegó por primera vez a la isla en el año 58. Pasó primero por Ibiza buscando un sitio tranquilo, pero le pareció que había mucha gente. Y le aconsejaron coger otro barco a Formentera. Volvió cada año hasta que finalmente construyó esta casa a finales de los 70, cuando se jubiló de la Marshalls, y dejó Alemania para siempre. Mi madre, holandesa, veraneaba aquí desde principios de los 80. Se conocieron en la terraza del hostal Rafalet, se enamoraron y ella lo dejó todo para venirse”.
-¿Cómo es crecer en esta isla?
-Es una isla maravillosa, un lugar perfecto para criarse. Lo hice rodeada de naturaleza y de animales; teníamos caballos, perros, gatos, patos y gallinas. Recuerdo que cuando tenía unos ocho años me empeñé en que quería una cabra, pero en casa no estaban tan contentos con la idea de ampliar el zoo. De ahí la condición de aprender primero a ordeñarla. Estuve yendo a casa de una payesa dos veces por semana para aprender.
“En casa hay recuerdos de los viajes de mi padre, piezas que he comprado en anticuarios y mercadillos, muchos libros en lugar de televisión y obras de artistas de la isla”
-Háblanos de esta casa.
-Es la casa que construyó mi padre; donde tengo todos mis recuerdos de niñez. Un lugar lleno de paz, en el que se para el tiempo. En cuanto a la decoración, hay una mezcla de cosas que él trajo de sus viajes a Siria, Noruega o Afganistán de joven. Otras son piezas que he comprado en anticuarios o mercadillos. La casa nunca ha tenido televisión pero, a cambio, hay muchísimos libros. A mi padre le encantaba leer a los clásicos rusos, de Tolstói a Gógol. También hay muchas obras de artistas de la isla, tanto óleos como acuarelas.
“Mi padre llegó en el 58. Pasó por Ibiza buscando un sitio tranquilo y le aconsejaron coger otro barco a Formentera. Volvió cada año hasta que se hizo una casa. Es un lugar perfecto para criarse”
-¿Y el jardín de cactus?
-Mi padre era amante de los cactus, los coleccionaba y me transmitió esa pasión. Me crié con ellos y son una especie fascinante. Las flores florecen solamente una noche. Se empiezan a abrir al anochecer y se cierran en cuanto salen los primeros rayos de sol. ¡Y no sabes cómo huelen! Como si hubiera miel en el aire.
-¿Eres de las que disfrutan en casa?
-Me encanta cocinar; no hay nada mejor que disfrutar de una comida con buena compañía en la terraza. La hora mágica es la de la puesta de sol, cuando el cielo se tiñe de colores. Sobre todo en invierno, ya que los colores son más intensos.
“Me crié entre cactus, son fascinantes. Las flores florecen solamente una noche. ¡Y no sabes cómo huelen! Como si hubiera miel en el aire”
-Otra de tus pasiones es dar paseos a caballo por los bosques y la playa de la isla.
-Empecé a montar a caballo cuando tenía seis años y tengo a mi yegua, de raza menorquina y criada en Formentera, desde que tiene nueve meses. Adoro salir a correr con ella y los perros. Recorrer Formentera a caballo es siempre una gozada, hay muchos caminos por explorar y, vayas a donde vayas, siempre ves el mar.
-Compartes todo esto con la joyería, una pasión que también te viene de niña.
-Desde muy pequeña he hecho collares y pulseras, primero con cuentas de cristal y de conchas o piedras que encontraba en la playa. Cuando era niña ponía una cajita en el suelo con una tela y se los vendía a los turistas. En aquella época el mercadillo de la Mola era aún de tierra y muy divertido; siempre había niños, no solo los que veraneaban, también los hijos de otros artesanos que tenían puestos.
“Mezclo las piedras de mis joyas imitando un poco el rastro que dejan las olas a su paso por la orilla”
-¿Cómo nace tu firma?
-Empecé experimentando con un maniquí de costura de mi madre. Me divertía mucho el reto de hacer collares para el cuerpo; encontrar la forma de que quedaran bien pero fueran cómodos. Acababa algún diseño, me lo ponía unos días y lo iba modificando hasta que daba con lo que quería. Durante años fue como un hobby hasta que, en 2018, me dediqué exclusivamente a ellos y lancé la tienda online burkeewig.com.
-¿De qué manera están tus creaciones conectadas a la energía de la isla?
-Mezclo las piedras imitando un poco el rastro que dejan las olas a su paso por la orilla, recreando finas tiras de pequeñas conchas o arena más gruesa. Si observáramos las piedras naturales que utilizo con una lupa veríamos que cada una de ellas es única, tal como las dejan las olas.
Los favoritos de Burke Ewig en Formentera
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