Marce y Debo hicieron hace algunos años eso que todos hemos pensado en hacer alguna vez. Liarse la manta a la cabeza e instalarse en el paraíso. Marcela Pérez Krieb es una inquieta y simpática mexicana que se crió saltando de un lado al otro del charco, de México a París, de Italia a Washington, formándose en todo aquello relacionado con el conocimiento del ser humano -Arte en la Sorbona, Life Coaching en Miami, el método Montessori en Perugia- y procurando, como aprendió de su familia, aportar su grano de arena a la comunidad.
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Tras regresar a Ciudad de México, un matrimonio y tres hijos más tarde -Patricio, Pato, de 18 años; Alexa, de 17 años; y Andrea, Andy, de 15 años- las circunstancias volvieron a ponerla de nuevo en marcha, esta vez en dirección al paraíso que tenía a la vuelta de la esquina: la Riviera Maya. Y allí es donde empezó a darle vueltas a una idea. “No me había formado en nada que tuviera que ver con la decoración, pero tengo pasión por ella desde siempre. Cuando construimos nuestra casa en Ciudad de México, de casada, siempre pensé… ‘Un día voy a decorar o a hacer productos para el hogar’.
“Solo más tarde la vida me llevó hasta la Riviera Maya y acabé enamorándome del lugar y de su magia. En mi familia todos son empresarios, pero siempre ha sido importante generar un impacto positivo en la comunidad. Mi padre incluso tiene un hotelito en Chichen Itzá donde persigue, a través de retiros de yoga y meditación, generar un cambio. Sin embargo, nadie se dedicaba a la artesanía. Yo buscaba hacer algo en agradecimiento a nuestras raíces -mi ‘México lindo y querido’, como dice la canción-, recuperar nuestras tradiciones ancestrales y apostar por crear cosas lindas a través de la artesanía, única y espectacular, de nuestra comunidad”.
Estaba lista para que su camino se cruzara con el de Débora Jiménez Peiretti, una argentina que se había mudado años atrás a México por cuestiones laborales y que, como ella cuenta, había acabado viviendo en la Riviera Maya con su “hermosa familia a cuestas -Valentín, de 10 años; Tomás, de 7 años; y Pía, de 2 años-”. Marce sería una de las primeras personas que conoció al llegar. Y sus encuentros siempre estuvieron marcados por la ilusión de generar algo nuevo. “Recuerdo como si fuera ayer -cuenta Marce-, que íbamos en el coche por pueblitos del Yucatán, cuando el esposo de una amiga nos pidió ayudarlo a decorar un departamento que tenía. Y de aquel trayecto, viendo los hermosos puestos de nuestra artesanía mexicana en la carretera y buscando una hamaca para aquella petición, surgió la idea. ‘¿Y si hacemos hamacas supervisadas y llevadas a otro nivel?’”.
Debo corrobora lo que cuenta su amiga. “En ese momento comenzó la búsqueda de ‘las manos con alma’, como nos gusta llamarlas -explica Debo-. Así es como conocimos a esta hermosa familia de artesanos, que son los que hacen posible Manara. Y al conocerlos, nos adentramos en sus tradiciones, en sus historias y en su forma de vida. Nos llena de orgullo poder colaborar con comunidades locales que tanto tienen para contar, tanto que compartir y tanto talento que enseñar”.
Su adorado Mati -Matías Chac- fue el afortunado encuentro que siguió a esa idea, quien a su vez las puso en contacto con el resto de la comunidad que ayudaría a dar forma al proyecto -su propia familia-. “Una familia grande y hermosa donde es un placer ver a mujeres como doña Herminia urdiendo hamacas, desarrollando la técnica del macramé, tejiendo...”. Manara, que significa “luz” en árabe, acababa de nacer.
Y sus hamacas , efectivamente, se convirtieron en el producto estrella. Hechas a mano por comunidades locales, trabajadas en algodón, con detalles tan particulares como la incorporación de la gamuza para los brazos. Pero no solo eso. A las hamacas les siguieron alfombras, manteles individuales, tapetes... e incluso se propusieron rescatar el henequén, la fibra de una planta cuya utilización se estaba perdiendo. Una aventura, en suma, que dura ya cuatro años. “Es verdaderamente inspirador poder contribuir a que no se pierdan tradiciones que vienen de generaciones -explica Marce-. El objetivo era impactar positivamente en una comunidad maya de mujeres creativas con muchas ganas de salir adelante. Y así es como comenzamos una historia que se sigue escribiendo”.
Un viaje perfecto a Riviera Maya
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