Corrían los años sesenta y el Gobierno español andaba detrás de hacerle un regalo de Estado a la Casa Real de Holanda. Al parecer la reina Juliana pensó primero en una jaca andaluza, pero finalmente se decidió por una mantelería de Lagartera, en Toledo. El honor de hacerla recayó en una hermosa bordadora, recién casada, que había heredado un pujante negocio de su madre y tenía la mejor clientela de España. En aquella mantelería se trabajó ininterrumpidamente en turnos de noche y día para que el presente estuviera a tiempo en el palacio de La Haya cuatro meses después.
“La vocación me viene de Lagartera, de mi madre y de aquella casa donde me crié, tan singular. Era una plataforma. Venían artistas, políticos...allí se cocinaban muchas cosas”
A la hora de entregarlo, se decidió que fuera la joven maestra artesana la que lo hiciera en persona. El día señalado, y mientras formaba la Guardia Real, el príncipe Bernardo y la reina Juliana recibían con todos los honores, como correspondía a un regalo de Estado, a la joven vestida con el traje de gala de Lagartera que llevaba en sus manos aquellos 19 metros de exquisitos bordados que representaban la Marca España. Aquella joven se llamaba Pepita Alía. Ella fue responsable de que las labores españolas cubrieran las mesas de las casas reales de Holanda, España e Inglaterra o accedieran al mismísimo Vaticano.
“Estas casa pertenecía a la familia Madrazo. Supe que me iba a sentir cómodo en un barrio tan tradicional como el de las Letras, era como volver a mis orígenes”
Hoy Pepita tiene 91 años y el mérito añadido de haber logrado que su hijo, uno de los grandes referentes de la arquitectura y el diseño de interiores más rabioso y audaz, sea también uno de los grandes cruzados de la artesanía española. Tomás Alía se ríe. “La vocación me viene de Lagartera, de mi madre y de aquella casa donde me crié, tan singular. Una casa de varias generaciones, como las de antes, pero también una plataforma de gente. Venían pintores, artistas, políticos... Allí se cocinaban muchas cosas. Yo nací en ese contexto, con toda esa información gráfica y cromática, sin parar de ver cosas”.
Su vocación despertó allí, pero su estilo vanguardista y estilizado fue también una rebelión contra eso mismo. “Ahí estaba mi adn, mi identidad, tan española; y de repente, llegué a Madrid a formarme, y me puse a investigar una estética contemporánea, más avanzada y cañera. De alguna forma, me rebelé. Sabía de dónde venía, pero quería saber hacia dónde iba”. Alía echó un ojo a lo que pasaba fuera de España y conectó inmediatamente con una corriente más arriesgada e innovadora. También dio con un nicho de mercado que no existía en España, el de los espacios nocturnos multifuncionales.
“Aquí conviven estilos, como en mis espacios, pero con una pátina más clásica, más aterrizada. Cuando entras a un lugar, hay que escucharlo”
“Cuando David Beckham aterrizó en Madrid había una broma recurrente que acabó saltando a los periódicos. Todo el mundo se preguntaba por dónde salía Beckham, y alguien debió comentar: ‘Donde le da la gana a Tomás Alía’ (risas)”. La noche era suya, y luego el día también. A estos locales les seguirían proyectos hoteleros, residencias privadas y concursos internacionales con los que puso su pica en Flandes en ese mundo árabe para el que dio con la fórmula revisada perfecta de las 1001 noches. “El mundo árabe lo tenemos en nuestro adn identitario, lo manejamos como nadie; y a mí me encanta. Hasta me compré una casa en Tánger, allí me paso el día en chilaba”.
En ese suma y sigue, su estudio de arquitectura y diseño Caramba está embarcado en la actualidad en un poderoso resort proyectado en Canarias -AM Resort Bahía Real- y en el reto del próximo hotel Nobu -propiedad de Robert de Niro- en San Sebastián. Pero por el camino, Alía ha hecho algo más. Detenerse y mirar de frente a esa artesanía que venía pisándole los talones desde pequeño. “Hace un par de años monté la Asociación Contemporánea de Artes y Oficios con la misión de localizar la excelencia artesana . En Japón los denominan tesoros vivientes; en España hay como diez, entre ellos mi madre. Son los guardianes de la maestría en España. Si ellos mueren sin enseñar su oficio, se pierde”.
El próximo hito de la asociación, en abril, será participar en la exposición bienal Homo Faber que organiza la Fundación Michelangelo en Venecia. Cuenta, además, con una plataforma de e-commerce comisariada por Tomás, de nombre Casa Alía, cuyos beneficios revierten en los propios maestros artesanos. “Pero mi ilusión máxima es montar la primera universidad de talento artesano vinculada al diseño en Toledo, como ya se hizo con la gastronomía y el Basque Culinary Center. Pensar con las manos es el futuro. Y yo siempre digo que tengo dos sombreros en mi cabeza, la arquitectura y el diseño por un lado, y la excelencia artesana por otro”.
Esa misma dualidad se respira en su hogar; una antigua casa del barrio de las Letras perteneciente a la familia Madrazo que adquirió hace 18 años y donde cada pieza refleja su personalidad. “Supe que me iba a sentir cómodo en un barrio tan tradicional como el de las Letras, era como volver a mis orígenes. Esto es un pequeño pueblo dentro de Madrid, con una escala más humana. Al llegar me encontré con que la casa estaba hecha polvo; con una estructura y espacio muy interesantes, pero muy compartimentada. Así que tiré paredes para volver al origen. Ahora es como una coctelera donde conviven muchos estilos , y me gusta agitarla, como hago con mis espacios. Pero tiene una pátina más clásica, más aterrizada, porque cuando entras en un lugar, lo que tienes que hacer es escuchar al espacio. No tenía sentido hacer una casa superconceptual. Así que hay mucho diseño mío, mucho mueble de autor, y mucho de la propia casa”.
“Hace un par de años monté la Asociación Contemporánea de Artes y Oficios con la misión de localizar la excelencia artesana. En Japón los denominan tesoros vivientes; en España hay unos diez, entre ellos mi madre”
Con una agenda de locos, Alía pasa poco tiempo en ella. Pero confiesa que es casero y lo disfruta. Sobre todo los domingos, día en que se entrega a la vida de barrio con devoción. “Es el día para vaguear, desayunar tarde y bien, salir a tomar el aperitivo, y luego comer en casa o fuera. La cocina rebuscada me atormenta, pero cualquier comida casera y sencilla es perfecta. En esta zona vive y trabaja mucho amigo y colega, mi íntimo Pascua Ortega, Belén Domecq... Vamos mucho a Mariano, que es una tasca madrileña donde hay cocido madrileño y se come de morir. Y donde largamos los unos de los otros (se ríe). Y luego a ver una exposición, que siempre hay algo. Este barrio es perfecto para mí”. Y Tomás, qué duda cabe, para el barrio.
Sello propio
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