Emma François lleva más de veinticinco años recorriendo el mundo en busca de los mejores artesanos. Comenzó casi por casualidad, a raíz de un viaje a Perú en el que quedó fascinada por las técnicas tradicionales del país. Y ahí nació su firma, Sessùn, que aún hoy da apoyo a jóvenes artesanos de todo tipo a través de prendas que se han convertido en iconos. En su casa, una antigua vivienda de pescadores en lo alto de una colina en Marsella, donde vive junto a su marido y sus tres hijos adolescentes, se nota su obsesión. Todo está hecho a mano, con materiales naturales, e invita a la calma y la desconexión a través de un irresistible aire bohemio…
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-¿Cuál es la historia de este lugar?
-Queríamos una casa antigua en esta zona, con un jardín mediterráneo y vistas al mar. Cuando entramos por primera vez en esta, aunque estaba en muy mal estado, supimos que era la nuestra. Fue amor a primera vista.
-¿Te encargaste tú misma de la reforma?
-Sí, en la reforma quise preservar la memoria y la identidad de la construcción original, de 1880, conservando las baldosas y las puertas antiguas, por ejemplo. Intenté crear un ambiente muy cálido mezclando recuerdos de viajes, artesanía y mobiliario de los años cincuenta y sesenta.
-¿Cuál es tu rincón preferido?
-La terraza cubierta, podemos almorzar ahí todo el año, protegidos del sol en verano y con el calor de la chimenea en invierno. Y también la cocina. Decidimos prohibir el uso del teléfono en ella, así que es un espacio donde ahora disfrutamos realmente en familia.