El jardín tiene mucho trabajo, pero es lo más satisfactorio del mundo”, dice el interiorista Tristán Domecq, rodeado de plantas, abejas y mariposas, en su pequeño edén formado por un jardín y un invernadero. “Mi idea inicial era tener un huerto y plantas tropicales, pero en Madrid no suelen sobrevivir. Descarté la idea de la huerta, pero cuando el jardín quedó arrasado después de la tormenta Filomena, decidí darme el homenaje. Diseñé un invernadero de inspiración británica y lo llené de aves del paraíso, kumquat y las 15 orquídeas que tenía en casa”. Son las niñas mimadas de su jardín, las únicas que riega él mismo manualmente una vez a la semana y abona con regularidad. “En el resto del jardín hay calamagrostis, gaura (una planta que echa flor hasta finales del otoño) y achileas. Otra zona está poblada de lavanda y salvia”, continúa Tristán.
“La idea que yo tenía era la de un jardín silvestre. Jugar con varias alturas y colores y tener plantas que en todas las épocas del año dieran flores”. A finales de octubre llega el momento clave para el jardín: es cuando hay que podar las plantas de flor, remover toda la tierra y ponerle el mantillo generado por el propio jardín. “Me pego un mes aproximadamente preparándolo para el invierno con ayuda de otra persona”, explica. “El jardín es mi hobby, leo mucho sobre plantas y es muy gratificante ver cómo se pone bien gracias a mis cuidados. En invierno me siento horas a observarlo pensando qué hacer después”, ríe.
Los cuidados