Hija del rejoneador Fermín Bohórquez y Mercedes Domecq, criada en el campo jerezano y casada con Bruno Oliver Bultó -nieto del ingeniero Francesc Xavier Bultó, fundador del imperio catalán de motos Bultaco y Montesa, sobrino del malogrado deportista de riesgo Álvaro Bultó y primo del motorista Sete Gibernau-, su vida estaba predestinada a transcurrir entre toros, caballos , barricas, motos y velocidad. Sin embargo Mercedes Bohórquez decidió escribirla a su manera, y tras estudiar Empresariales, le picó el gusanillo del interiorismo, un oficio que ya nunca abandonó. “Un poco involuntariamente monté un restaurante y luego llegó otro; parece que quedaron bien, luego vino mi primera casa de casada, la siguió una obra que era una especie de favor... y así empecé. Con los años me di cuenta de que esto era lo mío. Me apasiona, me gusta y disfruto creando espacios. Fue entonces cuando decidí estudiar y ponerme al día en técnicas y, sobre todo, en herramientas con las que trabajar sintiéndome segura”.
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Así fue como nació una carrera en toda regla que creció en paralelo a una familia que comenzó a formar un día de San Juan de 2012, cuando contrajo matrimonio en La Peñuela, su casa familiar de Jerez. “Mi padre me acompañaba en el coche de camino a la iglesia -cuenta de aquel día entre risas-; siempre me transmitía tanta confianza y seguridad que aquel día me quedé dormida justo antes de llegar a la iglesia”.
“Mi infancia en Jerez transcurrió en el campo, desde donde cada día iba al colegio. El campo es mi hábitat natural y donde me siento cómoda. Y quiero que mis hijos crezcan con eso”
Ahora atiende sus compromisos profesionales desde Madrid, donde la familia tiene su base de operaciones, pero confiesa que, aunque viajan sin parar a Jerez y Barcelona -las respectivas ciudades de origen del matrimonio-, su destino favorito -el suyo y el de sus tres hijos, Bruno, Juan y Fermina (Mini desde que nació), de ocho, seis y cuatro años respectivamente-, es su finca en la provincia de Toledo.
Un refugio que remodelaron y que ella decoró con ese particular estilo que la define, cálido y ecléctico a un tiempo, que la ha convertido en todo un referente en lo suyo. “En realidad soy clásica y busco ambientes acogedores, no me gusta lo frío. Lo que ocurre es que, de algún modo, vuelco mil ideas distintas en un mismo espacio que, hasta que no conviven, son difíciles de entender. Lo bueno es que al final acaban conjugando y, según dicen amigos y clientes, el resultado gusta -explica con sencillez-; y esa es la mejor recompensa a tu trabajo”.
De entre sus muchas obras -todas importantes para ella-, inevitable mencionar los dos proyectos, propiedad de su marido, y desarrollados en el vecino Marruecos: el célebre Riad Abracadabra, inaugurado en 2009 con un estilo colonial, acogedor y fresco -y favorito de muchos rostros conocidos-, y un nuevo hotel del grupo que se inaugura ahora en la campiña circundante, Casa Abracadabra, a tan solo 15 minutos de la plaza Jamaa el Fna.
“Vuelco mil ideas en un mismo espacio que, hasta que no conviven, son difíciles de entender. Lo bueno es que al final parece que el resultado gusta, la mejor recompensa”
“Viajar siempre me ha inspirado; y Marrakech es para mí un lugar clave. Siempre he tenido el ojo muy abierto, y pasear por esa ciudad y echar la tarde llamando a todas las puertas de riads y hoteles que me encuentro para sorprenderme e inspirarme es uno de mis pasatiempos favoritos cuando estoy allí -cuenta ella-. Estos dos proyectos son al final lugares que te transmiten magia, desconexión y relajación. Lugares de los que no querer salir”.
Un efecto similar el que parece ejercer sobre ella su casa de Toledo; desde hace tiempo el refugio predilecto de ella y de toda su familia, y el lugar donde dar con ella si no se la encuentra. “Estuvimos un año entero buscando hasta que hallamos El Chaparral; está en una zona de dehesa de encinas y fresnos en la provincia de Toledo. Me encantó su arboleda, su ubicación, sus muros… su esencia. La compramos hace cuatro años y el proyecto lo desarrollamos con el estudio de mi cuñado. Ahora nos intentamos escapar todos los fines de semana que podemos”.
“Estuvimos un año entero buscando hasta que dimos con El Chaparral; está en una zona de dehesa de encinas y fresnos. Me encantó su arboleda, su ubicación, sus muros...su esencia”
-¿Cómo acometisteis la reforma y en qué se nota tu huella decorativa?
-Ya que me hablas de huella, te diré que nos basamos en las ruinas existentes; la edificación estaba en el suelo, llevaba más de 60 años sin uso… Así que, por fuera, intenté que pareciera que estaba allí desde hace años. Para ello usamos piedra de la finca, adoquín del mismo color, teja antigua de Córdoba… Por dentro, la idea es que fuera acogedora, de campo y práctica.
-Una casa de campo así te traerá recuerdos de tu infancia, tan vinculada a los toros y los caballos.
-Mi infancia en Jerez transcurrió en el campo, desde donde cada día iba al colegio. El campo es mi hábitat natural y donde me siento cómoda. He tenido una infancia plenamente feliz y sana gracias a Dios y a mis padres. Y quiero que mis hijos crezcan lo máximo posible en el campo. Ahora mismo su sitio preferido del mundo es El Chaparral.
-¿Cómo es para vosotros un fin de semana cualquiera aquí?
-Todos son distintos y hacemos muchas cosas, pero intentamos pasar el mayor tiempo posible juntos. Bruno es muy pilas, no le gusta nada el sofá. Por suerte yo tampoco paro, así que nos compenetramos bien. Yo he aprendido a ir en moto y Bruno a montar a caballo mejor. También hacemos grandes comidas. Y a veces desarrollamos también proyectos desde aquí.
Y los niños en El Chaparral son almas libres: van en moto todos los días -algo que les apasiona-, se bañan en la piscina, juegan al fútbol, pescamos, disfrutamos un poco de relax al sol y de la lectura… Nos gusta que lo prueben todo, luego ya decidirán qué es lo que les gusta. Por la noche están reventados, caen rendidos y duermen profundamente. Y los domingos vamos a misa de once en el pueblo de al lado, compramos en un colmado, ¡y luego a descansar!
-¿Qué tal se os da lo de recibir a gente en casa?
-A mí me encanta, y a Bruno aún más. Por él la casa estaría siempre llena, y a mí me gusta mucho ver cómo disfrutan mis amigos y la gente a mi alrededor. Yo soy muy meticulosa en las comidas, y he aprendido de mi madre a cocinar. Investigo y arriesgo, soy bastante cocinitas. Y aunque tengo varios platos estrella, me encanta inventar. La verdad es que no tengo medida, siempre me paso de platos y cantidades, pero creo que es mejor que la gente no se quede con hambre a que falte comida.
-Viniendo de una familia numerosa, habrás aprendido mucho a la hora de gestionar un hogar.
-Imagínate, éramos seis hermanos... La casa siempre estaba a tope de gente y mi madre preparando aperitivos, comidas y cenas… Mi madre pone las mesas más bonitas del mundo, cocina y recibe como nadie y se entrega en cuerpo y alma. Es capaz de montar una mesa en media hora para 40 personas y hacer que el invitado se encuentre mejor que en su casa. Así que algo he aprendido; solo espero poder transmitir a mi hija todo lo que yo he aprendido de ella.
“A mi me encanta recibir a gente, y a Bruno aún más. Por él la casa estaría siempre llena, y a mi me gusta mucho ver cómo disfrutan mis amigos y la gente a mi alrededor”
-¿Cuál es tu momento favorito en esta casa, ese que es solo para ti?
-Me chiflan las tardes. Cuando se pone el sol la luz aquí es única, todo parece resguardarse y yo tengo el típico momento de relax, contenta de haber pasado un día completo con mi familia.
Palabra de experta