Cuando a Aline Griffith la paró la policía en Madrid ya cumplidos los 80 años y le pidió el carné de conducir para comprobar que todo estaba en orden, su respuesta fue la que sigue: “¿Pero cómo me pide usted el carné ahora? ¡He conducido toda la vida y nunca lo he tenido!”. La anécdota da buena cuenta del carácter fuerte y único de la aristócrata, nacida en Nueva York en 1920 y casada en Madrid con Luis de Figueroa, con quien tuvo tres hijos: Miguel, Álvaro y Luis. Con solo 23 años empezó a trabajar como espía en Madrid, donde conoció al aristócrata español, entonces un soltero de oro; aquí fue donde vino, destinada por la CIA, para descifrar mensajes de conversaciones telefónicas e informar a la Embajada norteamericana. Mujer adelantada a su tiempo, escribió en sus memorias.
La espía que vestía de rojo, el impacto que produjo entre la gente de Madrid su primer paseo por la ciudad vestida con una camisa y unos pantalones. Corría el año 1943: “Entendí por sus miradas que no debía volver a ponérmelos para salir con ellos”. Sus buenas relaciones con el Gobierno norteamericano la hicieron anfitriona de todas las estrellas de Hollywood que vinieron a rodar a España en los años 50 y 60. Aline era entonces íntima del embajador de Estados Unidos de la época, John Davis Lodge, que había sido actor cuando era joven y se encargó de que estrellas como Audrey Hepburn, Mel Ferrer, Deborah Kerr, Ava Gardner o Tyrone Power rodaran en nuestro país.
“¿Cómo me pide usted el carné? He conducido toda la vida y nunca he tenido uno”, le contestó a un policía cuando la paró en su coche por Madrid
La ya condesa de Romanones, un título que llevaba gracias a su matrimonio, restauró a conciencia el palacete de la finca Pascualete, situada en Cáceres, la joya de su corona y donde organizaba fastuosas fiestas donde estuvieron, además de las estrellas citadas, la española Lola Flores y el marajá de Jaipur, entre otros. También visitó su campo, situado a solo unos minutos de Trujillo, Corinna zu Sayn-Wittgenstein, casada con un sobrino político de Aline y que luego lució sus esmeraldas, compradas en una subasta en Sotheby’s. La condesa se enamoró de la finca de Cáceres, que pertenecía a la familia de su marido, y se encargó concienzudamente de cuidar y restaurar su patrimonio natural y cultural.
La condesa se enamoró de España y de la finca Pascualete, que rehabilitó y donde sus herederos fabrican quesos
En 2010 encargó a su nieto Juan Figueroa la labor de recuperar los terrenos que llevaban abandonados desde hacía 150 años. Así nace la quesería, una empresa familiar en la que se elabora la Retorta, un queso premiado varias veces como el mejor de España y el sexto del mundo. La quesería fue su mayor legado y de lo que más orgullosa se sentía. Vivió en Madrid hasta su muerte, el 11 de diciembre de 2017, a los 97 años. Fue enterrada en el panteón que su familia tiene en Guadalajara. Aline, genio y figura.