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elizabeth taylor© GettyImages

La otra vida de Elizabeth Taylor

Pionera de la dieta emocional y de la práctica de deporte en un Hollywood en el que pocos se cuidaban, amante de los animales y excelente amazona, su estilo de vida marcó toda una época


Actualizado 28 de mayo de 2021 - 13:22 CEST

“Soy una dama que cree que una buena comida está a la altura de una obra de arte de valor incalculable”. Pocos dirían que esta frase la pronunció Elizabeth Taylor, actriz superlativa de ojos violetas únicos e irrepetibles, ganadora de dos Óscar, pero de cuidada y menuda figura. La Cleopatra más recordada y la artífice de una de las interpretaciones más memorables del cine clásico: la de Maggie en La gata sobre el tejado de zinc.

En sus primeros años, cuando empezó a hacer películas en Los Ángeles, solía desayunar en un restaurante llamado Tipps antes de acudir a los estudios. Dos huevos fritos, hamburguesas, patatas al estilo hash brown y una torre de tortitas con sirope de arce. Con la edad, Taylor cambió este menú por un desayuno de fruta fresca de temporada, tostadas integrales y té o café, pero añoraba aquel pantagruélico comienzo de su día. La actriz dio a entender en sus memorias (Liz Takes off) que era una comedora emocional y por ello estuvo en terapia en la clínica Betty Ford. Pocos hablaban entonces de la relación entre la comida y el estado de ánimo y ella se atrevió a ponerle nombre en público. “El primer paso real para perder peso y no recuperarlo es lograr el estado de ánimo adecuado. Tienes que intentar poner la cabeza en el lugar correcto, donde puedas hacer que haga clic”, contó.

Elizabeth Taylor© GettyImages
En la playa, otra de sus pasiones, en una escena de ‘De repente, el último verano’, película por la que fue candidata al Óscar como mejor actriz.

Liz fue también una de las pocas grandes actrices de su generación que practicaba deporte con moderación para mantenerse en forma, y una de las primeras en salir a pasear por placer y por salud. También nadaba regularmente en la piscina de su casa y montaba a caballo siempre que podía. Pero nunca lo hizo de manera estricta: “El único ejercicio a rajatabla que realizo es coger el mando para cambiar los canales de la televisión”, bromeó la diva en una entrevista que concedió a finales de los 70. Para Taylor, el truco estaba en permitirse un capricho una vez a la semana. En su caso, su menú “culpable” estaba compuesto por pollo frito, puré de patatas con salsa, alubias, maíz y tarta de chocolate.

Elizabeth Taylor© GettyImages
Elizabeth Taylor© GettyImages
Su primer papel, a los 12 años, fue el de una experta amazona en Fuego de juventud. Aquí nació su amor por los caballos, en particular, y por los animales, en general. Sobre estas líneas, con su gato Jill, en El coraje de Lassie, y montando a caballo en 1947.

Liz, nacida en Inglaterra pero criada en Los Ángeles, tuvo, además de con la comida, una relación muy especial con los animales. “Algunos de los mejores actores protagonistas masculinos con los que he trabajado han sido perros y caballos”, dijo la actriz con el sentido del humor que la acompañó siempre. De hecho, gran parte de sus primeros años como actriz estuvieron marcados por la relación que tuvo con el caballo que la convirtió en estrella a los 12 años, cuando protagonizó Fuego de juventud. Elizabeth eligió a un caballo que había montado durante meses ella misma en un club hípico para ser su compañero de rodaje en esa historia sobre una niña amazona. Se llamaba King Charles, y durante las grabaciones sufrió una caída que le produjo una lesión en la espalda.

Elizabeth Taylor© GettyImages
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Elizabeth Taylor dijo una vez que había tenido tres grandes amores: Mike Todd, Richard Burton y los diamantes. Arriba, junto a Burton, con el que se casó dos veces, y su hija Liz Todd, en un descanso del rodaje de ‘La noche de la iguana’, en México. Debajo, junto a varios de sus perritos.

King Charles era un corcel muy rebelde, mordió a varios miembros del equipo y solo parecía hacer caso a las órdenes de la actriz. Cuando se terminó de grabar la película, el estudio le regaló el caballo con motivo de su 13 cumpleaños. Lo montó durante años e hizo que lo cuidaran en un establo de California hasta que el animal murió pasado un tiempo. “Me lo regalaron el último día de rodaje y es uno de los recuerdos más felices de mi vida. Nunca hubo un animal más dulce y noble, y cuidarlo fue una gran fuente de responsabilidad y felicidad. Confiábamos el uno en el otro. Nos amábamos. Todas las niñas merecen el tipo de experiencia milagrosa que disfruté mientras rodé con él y me uní a ese alma magnífica. Pienso mucho en él”, confesó la actriz poco antes de su muerte, a los 79 años, en 2011.

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Con su íntimo amigo James Dean y con Richard Burton en 1965.
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