No sabemos si es ese arte con el que nacen algunos sevillanos o que realmente Eugenia de las Bárcenas tiene un duende especial, pero no hay duda de que escucharemos, y mucho, hablar de ella. Mientras completa su formación como actriz -que combina con la carrera de Derecho y Administración de Empresas en ICADE-, podríamos decir que le da a todas las artes: pinta, baila, monta a caballo…Y parece que todas ellas se le dan bien. Sus días, de hecho, parecen tener más horas que los de los demás, como nos demostró enseñándonos el increíble palacio familiar en una de las calles más conocidas de Sevilla, el Callejón del Agua.
-Háblanos de la historia de este palacio. ¿Cómo llegó a tu familia?
-Originariamente esta construcción formaba parte de los Reales Alcázares , pero al ampliarse la muralla de la ciudad se quedó fuera y pasó a formar parte de la judería y a tener uso privado. Durante el siglo XIX, el escritor de Cuentos de la Alhambra, Washington Irving, residió aquí una temporada, y después el marqués de la Vega Inclán la compró y la convirtió en la Casa de América, añadiéndole algunos elementos mudéjares. Finalmente, mis tatarabuelos, Hernando Fitz-James Stuart y Falcó, duque de Peñaranda, conde de Montijo y hermano del duque de Alba, y su mujer, Carmen Saavedra Collado, marquesa de Villaviciosa e hija del marqués de Viana (ahijada del Rey Alfonso XIII y de la Reina Victoria Eugenia de Battenberg), decidieron comprarlo. Se habían criado en el Palacio de Dueñas, donde se enamoraron de la ciudad, pero este pasó a ser propiedad de su hermano, el duque de Alba… y para no estar todo el día ahí metidos decidieron comprarse su propia casa.
“Mi tatarabuelo Hernando Fitz-James y Falcó, Duque de Peñaranda y Conde de Montijo, compró este palacio cuando el de Dueñas pasó a manos de su hermano, el duque de Alba”
-Parece que podrías escribir un libro sobre tus antepasados…
-¡Sí! Mi tatarabuela era una persona excepcional, mi abuela siempre me cuenta que era la persona más moderna, inteligente y culta del país. De hecho, las revistas decían que era la mujer más elegante de España. Cuando la moda era ser pálida y el maquillaje estaba reservado a las prostitutas, ella decidió que estando morena y maquillada se estaba muchísimo más guapa. Así que aparecía en grandes fiestas en Buckingham Palace morena y maquillada y la gente no podía evitar quedarse boquiabierta. Fue musa de Balenciaga , gran amigo suyo, y de Worth. Por otro lado, hablaba cinco idiomas y viajó por todo el mundo junto a su padre; en un viaje a Rusia conoció al príncipe Yusupof, que se enamoró locamente de ella y se dedicó a mandarle joyas rusas y flores todas las semanas, ella se quedaba las flores y mandaba las joyas de vuelta. Le apasionaba la cultura y el arte en todas sus formas, como a mí, y convirtió la casa en un foco de cultura. Era gran amiga de los ilustrados de la época e invitaba constantemente a amigos como Edgar Neville o Jean Cocteau, de los cuales aún se pueden ver dedicatorias por aquí.
-Y tú has heredado su pasión por la cultura, ¿verdad?
-Sí. Me apasiona el arte en todas sus formas: pintar, bailar, cantar (aunque este no sea mi fuerte), la interpretación, la equitación, la moda… A lo largo de mi vida siempre he querido dedicarme a algo relacionado con el mundo del arte y desde muy pequeña he ido a clases de dibujo en un pequeño taller de mi barrio.
-¿Qué recuerdos guardas con más cariño de tu infancia?
-Me acuerdo mucho de cuando venía a esta casa de pequeña. Justo enfrente del portal había siempre un señor que pintaba en la calle, y mientras mi abuela llenaba el maravilloso patio de flores, yo me sentaba junto a él a pintar. Me enseñó la pintura al pastel, y juntos dibujábamos rincones bonitos, llenos de flores y colores, de la ciudad. ¡Aún conservo alguno, de hecho!
“Me acuerdo mucho de cuando venía aquí de pequeña. Justo enfrente del portal había siempre un señor que pintaba en la calle, y mientras mi abuela arreglaba el jardín, yo dibujaba con él”
-Tu abuelo era un afamado jinete, ¿tú no montas?
-¡Sí! Me apasiona. Él llegó a ir a los Juegos Olímpicos, y yo creo que al nacer, en cuanto salí del hospital, me llevaron directa al campo a montarme en un caballo. Me gusta esa libertad que se siente al galopar con el viento en la cara; me siento muy afortunada de poder hacerlo cada fin de semana. Me encanta el show jumping, la emoción que se siente al volar por encima de un salto… Me encanta el riesgo.
Un parasol de estilo ‘vintage’, unas macetas esmaltadas y un toque de rafia dan vida a escenarios que invitan a revivir viejas historias...
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Protegidos del sol y entregados al ‘dolce far niente’, imaginamos una tarde de sobremesa al más puro estilo andaluz.
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