Niadela es un lugar mítico, un lugar que no se divulga y que, en cierto modo, todos llevamos dentro. Es también el título del libro en el que Beatriz Montañez -aquella carismática periodista que durante años copresentó el programa El Intermedio - explica por qué nadie ha sabido de ella últimamente. La necesidad de un viaje al espacio interior para el que escogió la vasta inmensidad de cuatro paredes de piedra: entre las mismas se alejó de todo con la normalidad con la que lo hacían antaño los ermitaños.
“Niadela es el lugar que me ‘reparió’; el lugar que me ha salvado de mí misma. Una porción de tierra, de naturaleza salvaje, a la que le estaré eternamente agradecida”. Una cabaña de piedra sin electricidad y una aventura en soledad. Expuesta, lejos de su familia y a merced de sus propios recursos. Durante cinco años, su vida ha consistido en madrugar, meditar, desayunar e informarse de la actualidad, cocinar, limpiar, cortar leña si fuera necesario, escribir durante toda la tarde, cenar y volver a meditar.
“El primer año no tuve electricidad. Encendía más de 170 velas todas las noches, pero se convirtió en un ritual muy agradable puesto que podía practicar mi paciencia. Al año y medio instalé placas solares”. Durante este tiempo han pasado cosas, pero, asegura, nunca se sintió vulnerable. En una ocasión perdió medio dedo. “Cuando la sierra mecánica se lo llevó, lo recogí y lo vendé donde debería estar. Con el tiempo me di cuenta de que era una metáfora”.
Una zorra entró a formar parte de su vida. “De ahí aprendí que la amistad con la naturaleza es un dar y recibir. Yo le daba comida y ella compañía y la sensación de volverme a sentir salvaje”. Y se hizo amiga de la soleda d. “La necesito más que ella a mí”. Pero, por si alguien se lo pregunta, el libro no es necesariamente un punto final a esta aventura. “El destino es ese compañero que hace planes sin contar contigo”.