Para Yeyes Dols Samper, conocida como Yeyes Manzanares, el campo es su vida. Además de disfrutar de la naturaleza, es la encargada de llevar la finca que su padre les dejó a ella y a sus hermanos. Lo hace con respeto, con sabiduría y con mucho amor: es consciente de que la tierra que pisa y el aire que respira son su mayor tesoro.
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Tras la muerte de tu padre decidiste trasladarte al campo para encargarte de la finca familiar. Han pasado ya seis años, ¿qué balance haces?
El balance es positivo, aunque he pasado por muchas fases. Todas las experiencias, retos, dudas y satisfacciones que he vivido me han hecho madurar mucho, conocerme mejor, relativizar las cosas y, sobre todo, valorar lo que mi padre hizo durante su larga carrera como torero para que a sus cuatro hijos no les faltara de nada.
¿Qué significa para ti la vida en el campo?
Vivir en plenitud. Aquí puedes fundirte con la naturaleza, darle el valor real a lo que nos sustenta y desarrollar todos tus sentidos de una manera mágica.
¿Qué es lo que más te gusta de vivir aquí en el campo?
Poder seguir sintiendo a mi padre y el amor que él le tenía a todo el legado que nos dejó y que tanto sacrificio le costó.
Supongo que habrá una parte dura...
Claro, como en todo. Pero sin esa parte no le podría dar el valor a todo lo positivo que saco de mi vida aquí. La soledad, el estar a kilómetros de tus amigos y familia, es una de esas partes duras.
Desde luego, tú has vivido el campo desde muy pequeña, ¿qué recuerdos tienes de tu infancia en esta finca?
Los recuerdos más bonitos de mi infancia los tengo aquí en el campo. Recuerdo con nostalgia una libertad que no te ofrece la ciudad. Por la mañana, me iba a jugar con mis hermanos y, a la hora de comer, nuestros padres nos tenían que buscar como locos porque perdíamos la noción del tiempo. Cazábamos insectos, cogíamos cangrejos de río, saltábamos desde lo alto de la montaña de paja como si fuera un parque de atracciones... Lo veo como un privilegio que me regaló la vida.
¿Qué beneficios crees que te aporta vivir ahora en plena naturaleza?
Una manera de percibir la vida con mucha más intensidad y más consciencia. Aquí sabes que en cualquier momento puede pasar algo natural que te sorprenda... Un atardecer con sus intensos colores que ningún día se repite, el ruido de la lluvia al caer y el olor a tierra mojada, el vuelo de una mariposa blanca que siempre me hace sonreír, contemplar a los animales en su hábitat natural y comprender su ciclo de vida. Cuando convives con la naturaleza, todo cobra una dimensión mayor. Como me decía mi padre, “aquí tenemos el privilegio de escuchar el silencio”.
En este reportaje sales montando a caballo, ¿cuál es tu sentimiento hacia este animal?
Es mi animal preferido, junto al toro. Son animales muy sensibles, nobles y especiales. Yo me podía pasar horas en las cuadras disfrutando de su presencia. Les cantaba coplas y me ponía a hablar con ellos. Puede sonar a locura, pero realmente siento que tengo una conexión especial con los caballos. Mi padre me llamaba “la mujer que susurra a los caballos”.
“Los recuerdos más bonitos de mi infancia los tengo aquí en el campo.Cazábamos insectos, cogíamos cangrejos de río, saltábamos desde lo alto delas alpacas... Lo veo como un privilegio que me regaló la vida”
¿Qué valores te está dando la vida del campo?
La gente del campo es noble, generosa, trabajadora y apasionada por lo que hace. Aquí no existen los horarios, siempre hay cosas que hacer y, al final, eso marca la diferencia y lo convierte en apasionante, a la vez que sacrificado. Por eso considero que todo lo que se hace en el campo debe ir acompañado de responsabilidad y amor.
Eres hija y hermana de toreros, ¿crees que eso, de algún modo, te ha influido a la hora de ser la persona que eres hoy en día?
Por supuesto, te hace ver la vida de una manera distinta porque tienes la muerte siempre presente y eso imprime carácter. Los valores que me han inculcado, ya no solo mi padre, sino también mi madre como ejemplo de equilibrio familiar, han hecho que mis cimientos sobre la lealtad sean inamovibles.
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