No tenía las curvas infinitas de Sophia Loren ni la seductora mirada de Monica Vitti. Más bien poseía una delicadeza propia de actrices como Audrey Hepburn o Gene Tierney, un rostro compuesto por finas líneas, una mirada dulce y una sonrisa inocente. Y un cuerpo menudo, delgado y elegante. Desde luego no cumplía con los cánones de belleza de las divas italianas de aquella época, que se presentaban como mujeres fatales, devoradoras de hombres y cargadas de una sensualidad arrolladora. En cambio, Anna Maria Pierangeli -conocida artísticamente como Pier Angeli- proyectaba una apariencia sensible e incluso aniñada. Y tremendamente bella, eso sí. Con motivo del aniversario de su fallecimiento, el pasado 10 de septiembre, recordamos la vida de la estrella italiana que llegó a la cumbre del cine, murió antes de cumplir los 40, y jamás olvidó a su gran amor, James Dean.
Anna Maria Pierangeli nació en Cagliari, la preciosa isla de Cerdeña. Su inmersión en el cine fue rápida y temprana. Desde su niñez ya se sentía atraída por la interpretación, y el talento artístico debía correr por sus venas, ya que, su hermana gemela, Maria Luisa (de nombre artístico, Marisa Pavan), también se convertiría en actriz, después de ella. Tras debutar en el cine italiano con Mañana será tarde, junto a Vittorio de Sica en 1949, y Mañana será otro día, un año más tarde, Pier Angeli abandonó ‘la mia patria’ y puso rumbo a Hollywood.
Su primera película en la meca del cine fue Teresa, dirigida por Fred Zimmermann, y por cuyo papel se llevó su primer y único Globo de Oro a mejor actriz. Ese mismo año protagonizó El milagro del cuadro. Con solo 19 años, Pier Angeli ya había captado la atención de los ávidos ojos de Hollywood, y comenzaba así su ascenso hacia la cumbre.
Aunque su nombre no ha resonado tanto en la Historia del Cine como otras mujeres de su generación, lo cierto es que Pier Angeli protagonizó importantes películas del séptimo arte, y compartió plató con grandes estrellas como Kirk Douglas (en Tres Amores), Gene Kelly (Y con el diablo somos tres) o un debutante Paul Newman, en El cáliz de plata y Marcado por el odio.
Fue Newman, durante el rodaje de El cáliz de plata, quien le presentaría al hombre y gran amor de su vida, James Dean. Dean estaba rodando Al este del Edén en ese momento, y cuentan que lo suyo fue un enamoramiento instantáneo. Entre focos, decorados y con sus carreras empezando a destacar en los tabloides del cine, el ‘rebelde sin causa’ y la belleza italiana creaban la pareja perfecta. Eran jóvenes, guapos a rabiar y futuras promesas del cine clásico. Lo suyo fue una historia de amor breve pero intensa, de esas que por mucho que pase el tiempo, no se olvidan. Y dejan huella, y cicatrices, cicatrices incurables.
Esa fue la trágica historia de James y Pier. Un romance que duró apenas unos meses pero que se vio envuelto en numerosas dificultades. La más importante y determinante fue la madre de la actriz, quien nunca aprobó la relación de su hija con Dean, ya que él no era católico y lo consideraba un joven perdido y problemático. Haciendo oídos sordos a los deseos de su hija, se opuso rotundamente a esa relación, y finalmente, viéndose influida por la opinión de su madre, Pier y James rompieron.
Pero nunca se olvidaron. La actriz Julie Harris, compañera de Dean en Al este del Edén, afirmó que "Dean nunca había sido tan feliz ni experimentado un sentimiento igual al que sentía por ella". Después de la ruptura, Pier Angeli encontró consuelo en los brazos de otro hombre, Vic Damone, con quien llegó a pasar por el altar. Una boda en la que que, ¿leyenda o no?, se dice que James Dean, roto por el desamor y enmarcando aún más su imagen de rebelde (esta vez, con causa), se presentó a la salida de la iglesia y comenzó a hacer rugir su moto para entorpecer el transcurso de la ceremonia. El ruido era tan ensordecedor que se dice incluso que acortaron el enlace para terminar cuanto antes.
Su matrimonio con Vic Damone duraría cuatro años, aunque las crisis y los desencuentros comenzaron solo 18 meses después de la boda. En agosto de 1955 darían la bienvenida a su primer y único hijo en común, Perry Rocco. Fue un mes antes de la trágica muerte de James Dean. Apasionado de los coches y la velocidad, el actor de Gigante se estrelló en la carretera mientras conducía su Porche el 30 de septiembre de 1955. Moría así una joven promesa del cine clásico, con solo 24 años y tres películas a sus espaldas. Nació entonces el mito.
Pier jamás superó la repentina muerte de James. Siempre estuvo atormentada por su pérdida y aunque continuó con su vida y su carrera cinematográfica, lo cierto es que aquella herida nunca sanó. Después de la muerte de Dean, ella filmó Marcado por el odio, en 1956, junto a Paul Newman, un papel que en su origen estaba destinado a James Dean. Aquel fue el pico de su carrera. Después, llegó la caída.
La trayectoria de Pier Angeli fue poco a poco desmoronándose, al igual que lo hacía su vida personal. En 1958 se divorció de Vic Damone y regresó a Italia. Allí conocería al compositor italiano Armando Trovaioli, con quien se casaría en 1962 y tuvo un hijo, Andrew. Pero aquel solo sería un segundo matrimonio fracasado, que terminaría en 1969. Por otro lado, a su carrera cinematográfica añadiría papeles pequeños y películas que no tuvieron éxito. Había quedado atrás aquella estrella que una vez alcanzó el cielo de Hollywood.
Inmersa en una terrible depresión, con dos fracasos amorosos y un corazón resquebrajado en pedazos, la actriz italiana tenía a su vez un miedo abismal a la pérdida de la belleza, a envejecer. El 10 de septiembre de 1971, Pier Angeli apareció sin vida en su casa de Beverly Hills. Una muerte que continúa siendo un misterio a día de hoy. Hay quienes dicen que se quitó la vida ingiriendo una gran cantidad de somníferos, mientras que otros defienden que tuvo una reacción alérgica a un medicamente y murió asfixiada.
Así, la vida de aquella niña italiana de ojos verdes que había cruzado el charco para cumplir su sueño de ser actriz, terminaba trágicamente rodeada de la más absoluta soledad. Era la imagen de la inocencia y la delicadeza. Una belleza y joven promesa que perdió el corazón por un hombre y cuyas últimas palabras fueron " El amor para mí ha quedado atrás. El amor murió en un porche".