Así contó ¡HOLA! la boda de la princesa Teresa de Borbón y Borbón, abuela de Teresa Urquijo

Su ‘sí, quiero’ a Íñigo Moreno y de Arteaga hizo soñar al Madrid de los años sesenta


5 de abril de 2024 - 16:21 CEST

Hacía tiempo que Madrid no vivía un acontecimiento así. Una boda que hacía recordar y soñar a los nostálgicos con “las ceremonias cortesanas que se celebraban en la época de la monarquía”. Era el 16 de abril de 1961. Don Juan Carlos era, todavía, un príncipe sin trono -sería proclamado Rey de España catorce años más tarde- y aún ‘soltero’ -se casaría con doña Sofía, en Atenas, un año después-. Por eso, no resultaba extraño que el ‘sí, quiero’ de  Teresa de Borbón-Dos Sicilias  e Íñigo Moreno y de Arteaga despertara tanta fascinación en la capital.

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Doña Teresa, el día de su boda con Íñigo Moreno y de Arteaga

Decía la crónica de ¡HOLA! que ni los fuertes chaparrones que inundaron la ciudad impidieron que centenares de personas quisieran acercarse hasta los alrededores de la Basílica de Atocha, donde iba a tener lugar el enlace. Pasaban por el altar una bisnieta del rey Alfonso XII y el entonces marqués de Laula -en la actualidad, marqués de Laserna-, así que los ciudadanos esperaban con emoción el desfile de personalidades, luciendo sus “vistosos uniformes, distinguidos fracs, lujosas toilettes femeninas… y medallas, condecoraciones, bandas, que adornaban los pechos de los más destacados militares, diplomáticos, ministros, representantes de la Nobleza, de las artes y de las letras”.

Unos minutos antes de las seis de la tarde, la novia llegaba junto a su padre y padrino, don Alfonso de Borbón-Dos Sicilias y de Borbón, duque de Calabria -casado con doña Alicia, princesa de Parma de nacimiento y princesa de las Dos Sicilias e infanta de España por matrimonio-.

© Hola

Nacida en el exilio, en Lausana (Suiza), doña Teresa era nieta de María de las Mercedes de Borbón, hermana del rey Alfonso XIII, y prima del futuro Rey Juan Carlos I de España. Pero, más allá de su condición de princesa, sus “misteriosos ojos” desprendían la ilusión de una joven de veinticuatro años que estaba a punto de dar el ‘sí, quiero’ al amor de su vida.

Había elegido para la ocasión un vestido diseñado por Pedro Rodríguez. Un diseño de raso blanco, con escote barco, cintura marcada y falda de gran volumen; y una cola y un velo de tul ilusión, que sujetó sobre su cabello con unas flores de azahar.

Bajo la atenta mirada de sus invitados, Teresa caminó por el centro de la basílica “con paso firme y empaque principesco”, aunque con cierta timidez, la mirada baja “y el carmín del rubor tiñéndole las mejillas”.

© Archivo ¡HOLA!

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En el altar mayor, la Virgen de Atocha lucía el manto que le regaló la reina María Cristina -confeccionado con el vestido de boda de la Soberana-, y el órgano y el coro de San Pedro Mártir hacían sonar la ‘Marcha nupcial’ de Haendel.

Tras saludar, con una leve inclinación, a su prometido, que vestía el uniforme de Maestrante de Sevilla, el arzobispo de Sión, vicario general castrense, el doctor Muñoyerro, daba comienzo a la ceremonia en la que doña Teresa y don Íñigo unieron para siempre sus caminos.

Fuera, los curiosos aguardaban con paciencia que terminase la boda, aguantando los aguaceros que ininterrumpidamente caían sobre Madrid. Y la espera mereció la pena. Pasada algo más de una hora, los novios salían del templo, cogidos del brazo, para saludar a la multitud.

Agradeciendo las muestras de cariño, los recién casados se subieron al coche en el que había llegado la princesa, adornado con gladiolos y rosas blancas. A través de los cristales, continuaron saludando a los ciudadanos con la mano, que “que levantaban ambos a la altura de la cara, quizá para ocultar la profunda emoción que salía a sus ojos”.

Ahora, será su nieta, Teresa Urquijo, quien protagonice una de las bodas más esperadas del año, con un guiño muy especial a este enlace que cautivó a la España de los años sesenta: llevando el mismo vestido de doña Teresa.