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La mujer con la que el magnate egipcio se iba a casar cuando se enamoró de Lady Di dio dos entrevistas, en exclusiva, a nuestra revista

Cuando Kelly Fisher, la novia que Dodi Al Fayed dejó por Lady Di, habló en ¡HOLA!: ‘Quiero hacer muchas cosas para olvidar aquellos sueños de casarme y ser madre’

Su anillo de compromiso, sus llamadas teléfonicas, sus noches de amor mientras Diana dormía en el yate de al lado, su demanda por incumplimiento de contrato... y su necesidad de olvidar


26 de noviembre de 2023 - 13:01 CET

Solemos decir que la memoria dulcifica el pasado. Que los recuerdos suelen ser más amables de cómo realmente acaecieron los hechos y que las aristas más punzantes y dolorosas terminan siendo romas o, incluso, difusas, como si se desdibujaran en nuestra mente al igual que una acuarela en contacto con el agua. Pero precisamente por eso, la memoria también suele ser mentirosa. Y cruel. E injusta. Y lo que parece un oxímoron: desmemoriada. Porque la memoria olvida, borra, cancela y si el daño fue profundo o la incomodidad, supina, se convierte en letal. Actúa a tijeretazo limpio, como cuando decides cortar a tu ex de esa foto en donde estás feliz y sonriente abriendo así un agujero negro a tu lado. Con  Kelly Fisher  ha ocurrido algo parecido.

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En su momento, fue la tercera en discordia de una pareja que brillaba demasiado como para que ella no saliera fuera de foco.  Lady Di y Dodi Al Fayed  eran palabras muy muy gordas. Después, con la tragedia de su muerte, era esa piedra en el zapato, incómoda, que no permitía llorar a gusto el amor imposible y, por último… Ehhhh… Mmmm ¿De quién estábamos hablando? Efectivamente, nos habíamos olvidado de ella. Es más, casi casi de los tres. Habría que confesar que, cuando los protagonistas de esta (gran) historia hicieron “mutis por el foro”, salvo Al Fayed padre, con su altar de terciopelo en Harrods dedicado a la pareja y convertido en una nueva atracción turística a la vera del Támesis, todos estábamos ya en otra cosa. Público y prensa. Porque somos infieles por naturaleza. Así que, si la Princesa del Pueblo había perdido precisamente, eso, a su pueblo, imagínense qué pudo haber pasado con una modelo de Kentucky: lo tenía todo perdido antes, incluso, de que se ofreciera la posibilidad de ganar.

Sin embargo, la sexta temporada de    The Crown   nos la ha devuelto. Tan bella y anodinamente rubiocaliforniana. Son pocas sus secuencias pero, con ellas, redescubrimos -recordamos o nos enteramos, depende de la generación- de que cuando Dodi Al Fayed comenzó su relación sentimental con la Princesa de Gales, éste estaba comprometido. Fisher era la titular en su corazón. No hacemos spoiler, pero debiéramos haber utilizado comillas para el término “relación sentimental” porque la serie, en este ínterin, tiene otra hipótesis. Sea como fuere, Dodi Al Fayed se iba a casar con la modelo y rompió su compromiso. Que tenían fecha de boda ¡ojo! y que, en el tiempo, coincidía con la semana siguiente a que salieran publicadas las fotografías del beso en la eslora del yate de familia, disparadas en alta mar por el paparazzi Mario Brenna. Todo saltó por los aires con aquellas instantáneas de teleobjetivo. Su matrimonio, también. Se lo llevaron por delante. No en vano, ella, era la otra, la “mindundi”, cuando, en realidad, era la novia oficial.

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Fueron ocho semanas de locura mediática… ¿A que parecía que fueron muchas más? En realidad, no. El “amor” (otra vez comillas) entre Diana Spencer y Dodi Al Fayed duró un verano. Un verano corto, porque aquel septiembre fue más gris de lo habitual para los que amamos el verano !ad aeternam!. Quizás ésa era la sensación porque Lady Di, la pobre, estaba hasta en la sopa. Era la mujer más buscada, deseada, imitada, controvertida, querida, admirada, polémica, comprometida y triste del mundo y su cuento de hadas parecía que se volvía a reeditar. La bella princesa engañada encontraba, por fin, el amor. Aunque, eso sí, al mismo tiempo que otra mujer lo perdía.

El caso, que para esta temporada o The Crown se ha documentado con las páginas de ¡HOLA! o… se ha documentado con las páginas de ¡HOLA! No hay más opción. Y es que nuestra revista publicó entonces, con las imágenes aún calientes de imprenta, la primera entrevista de la modelo americana cuanto la relación de la princesa y el magnate egipcio -que nunca dejó de serlo muy a su pesar- salió a la luz pública. Pero también, agárrense los machos, la primera -y la última- que concedió la modelo después de la trágica muerte de la pareja en el Pont d’alma de París. Y, con ambas entrevistas en la mano, podrán leer entre líneas lo que ocurre ante sus ojos en la serie. Algo así como si fuera el libreto de una ópera de Puccini, porque, aunque sepan grosso modo que, como todo melodrama, la historia termina mal, a veces los detalles se pierden.

Kelly Fisher tiene el rostro de Erin Richards en   The Crown  y ya aparecía en la quinta temporada, aunque es en ésta en la que su personaje toma mayor interés. Muy probablemente porque lo que contó en ¡HOLA! en su(s) momento(s) apuntala toda la intrahistoria de Diana y Dodi. Ya saben, eso que en el guion forma parte de la ficción pero que, tal y como leerán en estos ‘incunables’ del pasado, se basan estrictamente en las declaraciones de esta mujer fagocitada por la trascendental muerte de la princesa, un hito (pop) del siglo XX . Como los barbitúricos de Marilyn Monroe o los disparos en Dallas a Kennedy… Sin metáforas, lo que viene siendo “el salseo”. Véase la llamada de Al Fayed padre para que su hijo deje a la prometida comprando la vajilla y corra a la casa de Saint Tropez con Diana o cuando Fisher se instala de vecina de barco y Dodi desayuna y cena con las dos mujeres, en diferentes camarotes, obviamente.

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Porque, una cosa: ¿Qué hacían ustedes cuando murió Lady Di? Todos los que ya habíamos nacido para entonces, nos acordamos exactamente de lo que estábamos haciendo en aquel instante. De esa situación normal, habitual y cotidiana que se convirtió en memorable precisamente porque se producía al mismo tiempo que ocurría un hito histórico y único. En el caso de Fisher, debe de ser algo inolvidable en el sentido más estricto de la palabra. Sin ninguna intención nostálgica. Porque aquel suceso supuso también el fin de su carrera. Quizás por miedo a que la oportunidad la convirtiera en una oportunista y, sobre todo, en una mala más de la película. Nacida en Louisville, Kentucky, en 1967, con tan solo 16 años, Fisher empezó su carrera como modelo. Posó y desfiló para marcas de la talla de Calvin Klein, Armani y Victoria’s Secret, pero su carrera, en aquella mítica época de las supermodelos, cuando Claudia Schiffer o Elle McPherson dominaban la tierra, nunca llegó a despegar. De ahí que, nuestros compañeros de ¡HOLA! en los 90s no fueran capaces de poner nombre a las firmas de cosméticos de los que decía ser embajadora, por un lado, y que, por otro, tal y como ella misma cuenta en las entrevistas, recordaran que Fisher no era santo de devoción de Al Fayed. No en vano, éste era un hombre al que le deslumbraba más el boato, el lujo y la fama. Sin contemplaciones, el multimillonario la tacharía, entonces y después, de ‘cazafortunas’, por citar el único adjetivo reproducible.

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Cuando Dodi y Diana pierden la vida, Fisher se encuentra inmersa en un proceso judicial contra su exprometido, enfrentándose además al portavoz de la familia Al Fayed que negaba la mayor, es decir, que existiera un proyecto de vida en común entre el bon vivant y la modelo. Sin embargo, en estos reportajes, aparece Fisher, con el anillo de compromiso en diamantes y un gran zafiro en el centro, valorado entonces en 12 millones de pesetas, y denunciando -primero- el incumplimiento de todas las promesas de amor que le “había hecho” sin y con Diana en escena, para -después-, una vez ocurrido el accidente, abandonar el proceso y emprender una nueva vida.

Fisher, que en ¡HOLA! no deja de sorprenderse de que fuera Diana la mujer con la que Dodi la hubiera traicionado y sustituido, había reclutado a un equipo de abogados dispuesta a desplumar por incumplimiento de contrato al ganador de un Oscar por Carros de fuego y amante. Dodi le había pedido que dejara de trabajar y vendiera su casa para comprar otra en Malibú y casarse y, ambas cosas jamás se produjeron. “Hablábamos de tener hijos. Dodi me dio una tarjeta de crédito y me dijo que empezara a comprar los muebles y encargarme de la decoración. Me aseguró que el palacio de París sería nuestra residencia cuando estuviésemos en Europa, pero que nuestro verdadero hogar sería la mansión de Malibú”, contaba a ¡HOLA! y añadía: “Dodi siempre había dicho que Diana no era su tipo. Quiero que ella y el resto del mundo sepan qué tipo de hombre es”, sic. “Cuando estaba con la princesa Diana me seguía telefoneando y siempre era muy romántico en el teléfono y seguía diciéndome que me amaba y me añoraba y esperaba estar muy pronto conmigo”. Doble sic.

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La demanda se presentó a mediados de agosto pero, apenas dos semanas después, como ya saben, todo cambió. El mundo lo hizo. Fisher pidió a sus abogados que retiraran la demanda e intentó olvidar el pasado. Un año después, tal y como tienen delante, volvía a hablar ¡HOLA! Ocurría en la pasarela Gaudí y la americana contaba cómo volvía a sentirse fuerte profesionalmente porque intentaba llenar el vacío con el trabajo. “El año pasado mi futuro inmediato era casarme y tener un hijo”, decía cuando acababa de cumplir, tan solo, 26 años y se planteaba quizás volver a la Universidad y retomar Ciencias Políticas. Diez años después, Fisher tuvo que volver a recordarlo todo. Declaró como testigo en el juicio por la muerte de Dodi y Diana, donde se hicieron públicas las transcripciones de las llamadas entre ella y Al Fayed en el momento en el que se publicaron las míticas fotos del beso en la portada de Oggi. En ellas Kelly acusaba de llevarla a St. Tropez para mantener relaciones sexuales por las noches mientras seducía a Lady Di por el día en el yate de al lado. Ejem ejem.

La modelo, para entonces, ya había rehecho su vida. Con el piloto ruso Mikhail Movshina, con el que, aún hoy, reside en Carolina del Sur. Se casaron en 2007, tuvieron una hija en 2011 y ya en aquel momento, trabaja como promotora inmobiliaria en la plácida localidad de Aiken. Tal vez por eso ahora cobran mucha mayor relevancia aquellas palabras con las que terminaba la entrevista de HOLA de 1998: “No quiero que me envejezcan prematuramente. Quiero tirar adelante olvidándome de todo”.