“Me gusta pensar que el amor es mucho…, pero no lo es todo”. Así de contundente nos respondía María Teresa Campos después de conocer al que fuera su última pareja sentimental, Edmundo Arrocet. La ‘reina de las mañanas’ de la televisión nunca dejó de creer en el amor hasta el último día de vida. Para ella, los ingredientes que no podían faltar para cocinar una relación ‘idílica’ era una mezcla de “pasión, enamoramiento y magia”. Es por ello que, al igual que era la número uno a la hora de desenvolverse en otras temáticas -como la política, la economía o la cultura-, la madre de Terelu y Carmen Borrego también abrió su corazón para opinar qué significaba para ella la palabra amar. Con motivo de su fallecimiento, recordamos en ¡HOLA!, uno de sus libros más más transparentes: Amar, ¿para qué?
Con tan solo 23 años, María Teresa se embarcó en su primera aventura amorosa cuando se casó, -en su Málaga querida-, con José María Borrego (el padre de sus hijas), el primero en conquistar el corazón de la presentadora. Sin embargo, su matrimonio no duró para siempre, aunque el afecto siempre se mantuvo. Desde el comienzo, cosecharon una relación basada en la unión de la familia. Una pareja convencional y admirada para los ojos de muchos. Sin embargo, el destino quiso que ambos tomaran, finalmente, caminos ‘separados’ cuando la comunicadora se trasladó de Málaga a Madrid. Una historia con un trágico final cuando Borrego se quitaba la vida, un episodio que marcaría un antes y un después en su vida y en la de sus hijas.
Aunque nunca más volvió a pasar por el altar, María Teresa volvió a encontrar el amor en Félix Arechavaleta , un arquitecto procedente del País Vasco. Una relación que llegó a su vida por casualidad y que llegaría a su final doce años después. Sin embargo, la presentadora nunca perdió la ilusión en el amor y así nos lo desveló a ¡HOLA! al publicar Amar, ¿para qué?.
“Hay que amar para vivir grandes emociones, para tener hermosos recuerdos, para vivir una experiencia fuerte, aunque luego te defraude”
“No es un libro destructivo con el amor. Yo me refiero, sobre todo, al enamoramiento, al amor-pasión, en el que sientes una magia y vives en una nube que te hace muy feliz, un estado de “imbecilidad transitoria”, pero que es pasajero. Unas veces dura más y otras dura menos... Luego quedan los intereses comunes, el inmenso cariño, el si tú eres feliz, yo soy feliz. Eso es mucho más importante que lo del principio”, confesaba la abuela de Alejandra Rubio en nuestras páginas.
Si por algo se caracterizaba María Teresa es que nunca puso límites en su opinión ni en sus sentimientos. De hecho, ella misma nos desveló que, en alguna ocasión, “hizo alguna que otra locura por amor”. Y es que tras varias relaciones sentimentales ‘fallidas’, nunca dejó de creer en el amor, hasta tal punto que, tras escribir Amar, ¿para qué? llegaba a su vida Edmundo Arrocet, con el que vivió su última relación y, el resto, ya es historia.