El mundo entero llora la pérdida de una grande de España. Después de luchar contra el Alzheimer durante quince años y ser ingresada en el hospital hace unos días, Carmen Sevilla daba ayer, 27 de junio, su último aliento en esta tierra donde deja un legado de película. Actriz, cantante y bailarina, fue ‘La novia de España’ que enamoró a todo su país por su belleza y carisma; el rostro de la España en blanco y negro, de la dictadura franquista, del folclore y la tradición. Una mujer cuyo corazón latía con fuerza por el cine y se convirtió en una estrella de la pantalla, además de un icono televisivo. En estas líneas, recordamos la carrera cinematográfica del mito español que alcanzó los brillos de Hollywood, pero que renunció a ellos por amor a un hombre.
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María del Carmen García Galisteo -el nombre de nacimiento de la artista- nació en Sevilla en 1931. Desde pequeña ya sintió esa atracción y fascinación por el mundo del espectáculo. Había nacido para triunfar y deleitar al mundo con su arte. Cuando tenía trece años, dio sus primeros pasos como bailarina, y poco después debutaría como actriz de la mano de Juan de Orduña, con un pequeño papel en la película Serenata española, en 1947. Sólo tenía 16 años.
La joven Carmen pronto acaparó las miradas dentro del mundo del cine por su belleza, su naturalidad y su potencial talento. El momento de mayor culmen en su carrera como actriz fue en la década de los 50 cuando protagonizó Jalisto canta en Sevilla (1949) junto al actor mexicano Jorge Negrete, película en la que, además, daría el primer beso de su vida. Después de aquel filme, su carrera se disparó, y la actriz no se limitó a las fronteras de su país, sino que quiso ir más allá y a aventurarse con producciones extranjeras. Estuvo a las órdenes del director francés Henri Decoin en El deseo y el amor (1951) y fue en 1952, cuando terminaría de consagrarse como una gran actriz, con la opereta Violetas Imperiales, de Luis Mariano, en 1952. A partir de ese momento, su fama y las ofertas crecerían como la espuma.
Cuando Carmen Sevilla ya había conquistado el cine español, puso los ojos en Hollywood. O, más bien, fue Hollywood quien se fijó en ella. Aquella joven española de pelo negro suponía para la gran industria cinematográfica un diamante en bruto que prometía convertirse en una nueva Ava Gardner, Jayne Mansfield o Rita Hayworth. En 1961, tuvo un papel en la película Rey de Reyes, dirigida por Nicholas Ray (quien cuatro años más tarde dirigiría el clásico del cine, Rebelde sin Causa, con James Dean de protagonista), y trabajaría junto a Charlton Heston en la película dirigida e interpretada por él mismo, Marco Antonio y Cleopatra.
La actriz llegó a codearse con estrellas del cine clásico como Cary Grant o Gary Cooper, además de cautivar numerosos corazones allá por donde iba. Su belleza racial y la sensualidad que desprendía hizo que tras ella se formase una fila de pretendientes que suspiraban por la artista española. Al parecer, Frank Sinatra quedó completamente prendado de ella cuando viajó a España para rodar Orgullo y Pasión, en 1957, y Yul Brynner estuvo también mucho tiempo intentando conquistarla, pero sin éxito. Ella solo tenía los ojos puestos en un hombre. En el que parecía que iba a ser el gran amor de su vida si este hubiera podido controlar sus deslices de mujeriego. Era Augusto Algueró, compositor y primer marido de la actriz.
La artista estaba enamorada, hasta tal punto que llegaría a rechazar una oferta que cualquier actriz habría soñado conseguir en aquella época. El estudio Paramount le ofreció un contrato millonario de seis años. Sin embargo, ella prefirió volver a su España querida, junto a los suyos y junto a su amor, con quien se casaría en 1961. El matrimonio duró poco, por las continuas infidelidades de él a ella, y se divorciaron en 1974.
Carmen Sevilla fue la cara del cine español durante las décadas de los 40, 50 y 60. Se labró una brillante carrera que alcanzó hasta 70 películas en las que conquistó distintos géneros , desde comedias y musicales hasta dramas psicológicos, como la película El techo de cristal , en 1971, dirigida por Eloy de la Iglesia. Además, fue una de las pioneras de la época del destape, a pesar de ser una mujer con unos valores muy tradicionales -influenciada por la época y por su familia- en torno a los 70, en la que muchas actrices protagonizaban películas donde había desnudos parciales por ‘exigencias de guión’.
Su última película fue en 1978, El Asalto al castillo de la Moncloa’. Se retiró joven, guapa y delgada, como Greta Garbo. Pero su vida no terminaría ahí. Volvería a encontrar el amor de la mano de Vicente Patuel, a quien siempre se referiría como el gran amor de su vida. Se casaron en 1985, en Arcos de la Frontera, y juntos se retiraron a una bonita granja en los campos de Extremadura. Y así permanecieron, unidos y enamorados, hasta que el falleció en el 2000, de un infarto.
Carmen escogió su nombre artístico como homenaje a su ciudad natal. La artista adoraba su tierra, su arte y su cultura, y quería presumir de ella donde quiera que la vida le llevase. Siempre intentaba estar presente en la época de Semana Santa, y no faltaba a su querida Feria de Abril, donde todo el glamour y el esplendor de Andalucía salía a las calles para celebrar la vida. “Soy una flor retardada, quiero vivir todo lo que no he vivido antes”. Fue una mujer que conquistó los corazones de todos, dentro y fuera de España, gracias a su caracter fuerte, su sonrisa constante y su naturalidad. Carmen nos ha dejado con 92 años, pero siempre será recordada como una de las artistas más queridas de la historia del cine y la música española. Una mujer fuerte, amante del arte, que vivió intensamente y ha dejado un legado de película.