El año 2020 quedará marcado para siempre en la vida de Ana Obregón. Un año que preferiría borrar para siempre de su vida. La actriz se enfrentó a la pérdida más dura: enterrar a su hijo Aless Lequio, después de luchar tres años contra un sarcoma de Ewing -detectado en 2018-. Seis meses después de su fallecimiento, la bióloga concedió la entrevista “más difícil de mi vida” en ¡HOLA!, en la que abrió su corazón, roto en pedazos.
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“Yo quiero vivir este luto, este duelo, porque es lo que Álex se merece. Se merece la integridad del duelo, yo no quiero hacerme la fuerte, lloro todos los días. A veces, me pregunto de dónde salen tantas lágrimas”, explicaba. El dolor que padeció desde que le detectaron el cáncer a su hijo fue, simplemente, inmenso. Un dolor imposible de imaginar, porque, como ella dice: “En este mundo solo hay dos tipos de personas: los que han perdido un hijo y los que no”.
“Su ausencia y su silencio es algo que te desgarra por dentro. Mi reloj interno se ha parado. Cómo es posible que la gente siga viviendo. Me extraña y me asombra que el resto de la gente siga como si no hubiera pasado nada”
El duelo
La actriz contó en las páginas de nuestra revista que el duelo que vivió, era tan desgarrador como necesario. “Lo que me pasa es que todo el dolor que tengo ahora no es un dolor egoísta, no es “mi” dolor, no es por autocompasión, no. Me duele por él”. Aless tan sólo tenía veintisiete años y quería vivir, tenía todo el derecho a vivir. “Me parece tan injusto que una persona tan buena, tan generosa y solidaria [..] me parece una injusticia tan grande, tan grande que el dolor que tengo es su dolor”.
Pero, ¿llega después una fase de más paz, de “aceptación”? “Yo no creo que pueda llegar a aceptar jamás que no pueda volver a abrazar a mi Álex, me imagino que algún día aceptaré y aprenderé a vivir el resto de mi vida con este dolor”, explicaba. Y añade: “ El día que nació mi hijo, ese día nací yo. Antes no había vivido. Me dio la vida él a mí. No se la di yo a él. Por eso, el día que se fue, pues me fui yo y lo único que sé es que jamás volveré a ser la misma”. Porque el día que se fue, se “apagó” su vida.
“No te voy a mentir, lo he pensado hacer. Me quería ir. No podía soportar el dolor ni la realidad y lo he estado pensando durante dos o tres meses”
‘Se apagó mi vida’
Inmersa en un pozo sin fondo, la presentadora fue muy clara: su vida ya no tenía sentido, pero tenía un propósito: hacer todas las cosas que le quedaron por cumplir a Aless; la fundación Álex Lequio y terminar sus memorias -El chico de las musarañas-. Y Ana ha cumplido su palabra.
El hijo de Alessandro Lequio se convirtió en el “protector” de la actriz. “Era el hombre de la casa, era mi protector. No era solo mi hijo. Era mi hombre, mi mejor amigo, encarnó todos los papeles. Él siempre ha estado cuidándome”, nos cuenta. Además, en esta entrevista explicó que su ausencia y su silencio “es algo que te desgara por dentro” y la vida se detiene, sin importar los tiempos.
La peor noticia
Por otra parte, Ana abrió su corazón para contar la noche en la que tuvo que escuchar la peor noticia de su vida. “Yo estaba sola en el hospital; Álex, dormido como un angelito, y ahí, en ese momento, me dije: ahora tengo que ser fuerte. No le voy a despertar para decirle esto, vamos a esperar a mañana. Llamé al padre, vino a las ocho de la mañana, y desde ese día yo no he derramado una lágrima. He estado fuerte, he sido la más optimista, porque quería que Álex lo viera”. Por su hijo se prometió no llorar, a pesar del largo camino, lleno de altibajos, buenas noticias, malas noticias... durante los tres años del tratamiento, porque como ella dice “no podía bajar la guardia”.
“Cuando estaba con él, yo me maquillaba, me ponía de punta en blanco cada vez, para que me viera bien, para que me viera guapa. Ahí es donde yo he sido fuerte”. Pero tras su fallecimiento, Ana se derrumbó. Su mundo se vino abajo y, todo lo que no lloró, tenía que exteriorizarlo y ahora, era el momento de permitirse estar mal. Siempre con la ayuda de su familia y sus amigos más cercanos, la actriz encontró un gran apoyo para afrontar este trágico desenlace. Tres años más tarde, la luz ha vuelto a su vida.