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Así contó ¡HOLA! la boda de la Infanta doña Margarita hace cincuenta años

La duquesa de Soria contrajo matrimonio con el doctor Carlos Zurita el 12 de octubre de 1972 en Estoril


10 de octubre de 2022 - 16:58 CEST

La infanta doña Margarita y Carlos Zurita, duques de Soria, celebran este 12 de octubre sus bodas de oro. La hermana pequeña de don Juan Carlos y el eminente cardiólogo español se dieron el ‘sí, quiero’ la mañana del Día de la Hispanidad de hace cincuenta años, en la iglesia de San Antonio de la localidad portuguesa de Estoril. ¡HOLA! dedicó su portada al enlace real y un amplio reportaje gráfico de la ceremonia religiosa y la posterior celebración en sus páginas interiores.

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Boda Infanta Margarita© Hola
Doña Margarita llevó un vestido de crepe de seda blanco, de línea sencilla, con cuello chimenea y manga larga.

Alrededor de doscientos invitados asistieron al enlace de Margarita María Victoria Esperanza Jacoba Felicidad de Todos los Santos de Borbón y Borbón, la hija menor de los condes de Barcelona, con el doctor Zurita. Las celebraciones comenzaron dos días antes, con una íntima cena de gala que se celebró en casa de la princesa doña Dolores, hermana de doña María de las Mercecedes, y una recepción popular en los jardines de ‘Villa Giralda’, la residencia de la familia real española en la localidad lusa.

Aunque las invitaciones repartidas no pasaban de doscientas, el número de españoles que se trasladaron especialmente para la boda hasta Estoril superó el medio millar de personas que deseaban acompañar a los condes de Barcelona en un día tan feliz como el de la boda de su hija más pequeña. “Para corresponder a esta emocionada presencia de sus compatriotas en la localidad lusa, don Juan y doña María de las Mercedes y los novios ofrecieron en los jardines de ‘Villa Giralda’ una recepción popular para cuya asistencia solo era necesario la credencial de ser español”, se contaba en las páginas de ¡HOLA!.

Doña Margarita tocó el acordeón

Una de las anécdotas de la recepción se produjo cuando un trío de tunos de las facultades sevillanas de Medicina, Arquitectura y Químicas apareció en ‘Villa Giralda’ para rondar a la novia. “En un momento determinado, doña Margarita pidió a uno de los tunos que le dejara el acordeón, y con gran maestría y dominio del instrumento interpretó una de las canciones. Al devolvérselo, dijo doña Margarita: ‘Perdona que no lo haya hecho bien, pero no estoy acostumbrada a tocar de pie’”.

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En los días previos a su matrimonio, la infanta Margarita también recorrió durante tres días junto a sus padres sus lugares más queridos de Estoril y Cascais, donde había vivido toda su infancia. “Viejas tabernas y restaurantes típicos  fueron escenario de su despedida de soltera con su padre y su madre. Luego llegaría el novio, Carlos Zurita, con sus padres y hermanos. El viaje desde Madrid lo hicieron en coche”, podía leerse en el reportaje de la boda.

La mañana del 12 de octubre de 1972, doña Margarita se preparó para el gran día en el interior de ‘Villa Giralda’. Isaac Blanco, peluquero de su madre y de su hermana, la infanta doña Pilar, realizó para la novia “un peinado clásico, sencillo y elegante , recogido en la nuca en forma de rulo, que acompaña el volumen total de la cabeza y del que quedaría prendido el velo de tul que acompañaba el traje de novia”. El vestido, de línea sencilla, con cuello chimena y manga larga, fue realizado en crepe de seda por Linka Babesca.

“La infanta está realmente bonita. Un maquillaje beige pastel —relataba la crónica— se extiende suavemente por sus mejillas, con pequeñas sombras azul pavo real en los párpados. Los labios son de un color rosa fuerte. Las pestañas, con gris y marrón. Ni una sola joya. Ni tan siquiera la clásida diadema principesca”.

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Antes de la ceremonia, el novio acudió a Villa Giralda para posar con la familia de la novia. En la imagen, los condes de Barcelona, la infanta Cristina cogida del brazo de doña Margarita, Carlos Zurita, que da la mano a la infanta Elena, los entonces príncipes Juan Carlos y Sofía, con el pequeño don Felipe y, los duques de Badajoz con sus hijos Simoneta, Juan y Bruno.

Ciento cincuenta invitados, entre ellos diversos miembros de la familia real española y algunos miembros representativos de familias reales europeas, entre los que se encontraban el rey Humberto de Italia, su hermana la reina Juana de Bulgaria, el pretendiente al trono de Portugal, don Duarte, la condesa de París y la princesa Chantal de Francia, asistieron a la boda, además de una nutrida representación de la nobleza española.

El novio llegó a la iglesia —que se adornó con claveles, gardenias y dalias blancas— del brazo de su madre y madrina, doña Carmen Delgado y Fernández de Santaella. “En el presbiterio se encuentran los Príncipes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, con sus tres hijos, Elena, Cristina y Felipe; los duques de Badajoz, Pilar y Luis, también con sus tres hijos; la infanta doña Cristina Borbón y Battenberg; la infanta doña Alicia de Borbón-Parma y la princesa doña Dolores, hermana de la condesa de Barcelona. También ocupan ya su sitio el infante de Baviera y los testigos de la novia, príncipe Ataulfo de Orleáns, que representa a su padre, el infante don Alfonso de Orleáns; el duque de Badajoz y los príncipes Adan Zartorisky y Marino Torlonia, y los testigos del novio, su padre, don Carlos Zurita y González-Vidalte; sus hermanos, Emilio, Juan Carlos y Javier, y su tío don José Juan Delgado y Fernández de Santaella”.

Tal y como reflejaba la crónica de ¡HOLA!, la novia llegó al altar “con una profunda emoción y una alegría contagiosa”, acompañada de su padre y padrino, el Conde de Barcelona, que durante la ceremonia colocó el velo a su hija, “por cinco veces consecutivas con amor y ternura”.

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En la imagen, los novios y sus padrinos, don Juan de Borbón y doña Carmen Delgado y Fernández de Santaella, en un momento de la ceremonia religiosa.

La infanta Elena, que entonces tenía 9 años, fue la que portó las arras y las alianzas en un pequeño cofre de plata, “mientras sus hermanos y primos, que han alternado la curiosidad con las travesuras, no se pierden un detalle de lo que hace Elenita”. Cuarenta y dos jóvenes de la Coral Sevillana, dirigidos por el maestro Otero, fueron los encargados de cantar el repertorio previamente escogido por la novia: la Cantata 14, de la tercera Coral de Bach; el Ave María de Vitoria; ¡Oh!, qué Buen Pastor, de Vargas, y Pan, Divino y Precioso, de Guerrero.

Tras la ceremonia religiosa, el Hotel Palacio de Estoril fue el escenario del banquete nupcial, al que precedió un cóctel. Durante el mismo, “el nuevo matrimonio recibió tal cantidad de efusivas felicitaciones que momentos hubo en los que la infanta tuvo que sentarse por temor a perder el conocimiento”. En el comedor, “sin protocolo alguno”, los invitados se distribuyeron en mesas de seis. “Solo la mesa presidencial conservaría cierta rigidez protocolaria, impuesta por la presencia de altas jerarquías del país”, refería el texto de ¡HOLA! en alusión al que en ese momento ostentaba el cargo de presidente de Portugal, Américo Tomás, que acudió con su esposa.

El menú estaba compuesto por cóctel de mariscos, lomo de vaca asado con guarnición de verduras, espárragos a la milanesa, helado, merengues con chantilly y la tarta nupcial. “Un gigantesco pastel de cinco pisos y cincuenta kilos de peso, que los novios cortaron para ofrecerlo a sus padres, primero; a sus hermanos, después, y, luego, al resto de los invitados”.

“Margarita, mi hija tan querida, sales de una casa donde fuiste polarización de cariños y preocupaciones, que hoy se mitigan por verte caer en los brazos acogedores de Carlos, un hombre bueno y cariñoso”, fueron las emotivas palabras que le dedicó su padre, don Juan de Borbón, en el brindis que pronunció a los postres con la voz quebrada y los ojos llenos de lágrimas.

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A la izquierda, la tarta nupcial, de 5 pisos y 50 kilos de peso. A la derecha, el conde Barcelona y los recién casados, durante el banquete nupcial, celebrado en el Hotel Palacio, de Estoril.

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