El 10 de octubre de 2007 y tras más de ocho años de relación, Borja Thyssen y Blanca Cuesta se daban el ‘sí,quiero’ en una ceremonia muy íntima celebrada en la Iglesia del Santo Espíritu en Terrassa, Barcelona, y aunque fueron muchos los que no creyeron en su historia de amor, el paso del tiempo y cinco hijos en común parece haberles dado la razón. Sin embargo, si echamos la vista atrás podemos decir que sí hubo dos sentimientos predominantes el día de su enlace, y estos fueron la tristeza y la ilusión. Tristeza, por una ausencia insustituible —la de la baronesa Thyssen, madre del novio—, e ilusión, por la vida en común que comenzaban convertidos en una familia, pues Blanca se encontraba ya embarazada de su primer hijo.
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Con menos invitados de los que un principio estaban previstos, pues fueron muchos los que acabaron por cancelar su asistencia para no disgustar a la Baronesa, Borja se negó a posponer o suspender su boda y siguió adelante con su plan, casarse con la mujer de su vida, pesara a quien pesase. Y así fue. Vestido con unos vaqueros de Prada —nuevos, aunque habrá a quien le parezca lo contrario—, una camisa blanca, una chaqueta gris y botines de piel de serpiente, el novio llegó acompañado de la periodista Chelo García Cortés, gran amiga de la familia y de la pareja, aunque no hizo el paseíllo hasta el altar junto a ella, pues consideraba que ese camino sólo lo podía hacer del brazo de su madre.
Sin embargo, el llamativo vestuario del novio tenía su porqué. En primer lugar, porque este estilo es “muy él”, y en segundo —y principal—, porque quería reservar su chaqué de boda para el que tenía que haber sido su gran día, pues la pareja se vio obligada a hacer cambios de última hora con la ceremonia, ya que les fue imposible obtener un permiso eclesiástico para celebrarla en el mismo sitio donde se ofreció el banquete, “El Esquileo” de Cabanillas, en Segovia.
Blanca por su parte, quien eligió un sencillo y romántico vestido de corte imperio con bordados en plata vieja, diseñado por Manuel Mota para Pronovias hacía su entrada del brazo de su padre, Miguel Cuesta. Prescindió del velo y de otros adornos y su ramo estaba compuesto por tan sólo dos rosas, que tenían que haber sido blancas, pero hubo una pequeña confusión en el camino y acabaron siendo rosas.
Pero, a pesar de la firmeza de su decisión, a Borja le seguía faltando alguien a su lado, y esa persona no era otra que su madre , a la que a pesar de sus rencillas quería y quiere con locura, eso es un hecho. De ahí la melancolía de su mirada, que sólo se iluminaba cuando sus ojos se cruzaban con los de Blanca, quien intentó con sus atenciones y cariño llenar el vacío que su marido sentía en aquel momento. Al fin y al cabo, ella estaba arropada por sus padres, aunque no por sus hermanos y todo por deferencia hacia Borja, pues no querían que se sintiera más solo de lo que ya estaba y, si no estaba su madre, tan sólo estarían los imprescindibles. Estos, finalmente, eran ocho personas: los novios, los padres de Blanca, la madrina, los testigos, Marta Roca, una amiga de la novia, y Enrique Gracià Cerdà, un banquero amigo del novio, y el sacerdote que ofició la ceremonia.
Sin embargo, tres días después de aquel “sí,quiero”, y tal y como mencionamos anteriormente, Borja y Blanca congregaban a sus allegados y amigos en ‘El Esquileo’, de Cabanillas. Para ese día tan especial, la novia, quien siempre había soñado con vestirse de princesa, eligió de nuevo un diseño de Manuel Mota para Pronovias, pero en esta ocasión elaboró un vestido de auténtica alta, al que no le faltaba nada: palabra de honor, línea evasé, talle marcado con lazada en el pecho y una impresionante falda con un más que laborioso bordado de microflores y pétalos en organza. Nada más y nada menos que 11.000 pétalos fueron cosidos a manos para confeccionar la falda. Aunque tuvo sus dudas de última hora, finalmente decidió ponerse el velo, que también incluía su lluvia de pétalos. Los zapatos eran en seda con tul, y el ramo, de rosas blancas (sus preferidas). Las joyas merecen capítulo aparte, porque lució todos los quilates de la casa Suárez. Los pendientes eran de oro blanco, con dos diamantes de seis quilates, y del collar pendía un espectacular diamante de casi 11 quilates.
El novio, por su parte, lució el esperado chaqué, aunque tampoco en esta celebración contó con la presencia de su madre, para la que había un hueco reservado en la primera fila, donde estaban sentados los padres de Blanca, Miguel Cuesta y Heidi Unkhoff, los hermanos de la novia, Miguel, Rafael y Pedro asi como Manuel Segura con su esposa, Paz Pastor. “Sabíamos que no iba a ser fácil, pero nunca pensamos que nos iba a costar tanto hacer realidad nuestro sueño, que era casarnos” declaraba Borja.
Y es que en un principio, la pareja iba a contraer matrimonio en Lugano, concretamente en Villa Favorita, sin embargo tras la insistencia por parte de la Baronesa de que se retrase la boda, esta acaba siendo negándose a que se celebre allí. “Cuando mi madre nos dice que finalmente no podemos casarnos en ‘Villa Favorita’ es a finales de agosto, así que imagina el problema para encontrar otro sitio. Tuvimos que cambiar la fecha, prevista para el 15 de septiembre en un principio”, aunque finalmente sería el 10 de octubre.
A pesar de los problemas surgidos entre madre e hijo y el baile de fechas y lugares, Borja confesaba tras esta celebración. “He hablado con mi madre después de casarnos, sin problemas ni rencores. Siempre seremos madre e hijo, y esto es lo que importa”.
Actualmente, las aguas han vuelto a su cauce y madre e hijo mantienen una buena relación, aunque sus apariciones públicas juntos se cuentan a cuentagotas. La Baronesa se encuentra centrada en el cuidado de sus dos hijas,Carmen y Sabina, de quince años, y en la gestión de su colección, una de las más importantes del mundo. Borja, por su parte, está volcado en su gran familia y su mujer junto a la que ha tenido cinco hijos. En enero de 2008, nacía su primer hijo, Sacha; dos años después, en agosto de 2010, dieron la bienvenida a Eric; el tercer niño, Enzo, llegaba en octubre de 2012, mientras que la primera niña se hacía de rogar…aunque acabó llegando y en diciembre de 2020, el matrimonio daba la bienvenida a India.