Año 1992. Todo el mundo tiene la mirada puesta en España. Tras intentarlo hasta en cuatro ocasiones, Barcelona ve por fin cumplido su sueño de ser olímpica. Es 25 de julio y el estadio de Montjuic vibra. Desde el palco de honor, en la tribuna presidencial, los reyes Juan Carlos y Sofía contemplan, con orgullo y emoción, la ceremonia. Su hijo, el Príncipe Felipe, desfila como abanderado de nuestro país -en esta ocasión, es un ‘deportista más’ que participa en esta competición de alto nivel-, y, ante esta imagen, su hija mayor, la infanta Elena, no puede contener las lágrimas.
Les acompañan Juan Antonio Samaranch, presidente del COI, y su esposa, Bibi , junto al entonces presidente del Gobierno Felipe González y su mujer Carmen Romero.
Y a ellos se suman Jefes de Estado, Reyes y Príncipes de Casas Reales, testigos de excepción de este acontecimiento histórico para nuestro país, que 3500 millones de personas siguen, a través de su televisor, alrededor del planeta.
Recordamos estos Juegos que marcaron un antes y un después -nuestro país consiguió nada menos que 22 medallas, un hito que no hemos vuelto a repetir-. Porque, como aseguró el Rey Juan Carlos a ¡HOLA!: “El 92 es el año de España y de todos los españoles”.
Sevilla, Barcelona y Madrid: el mundo mira a España
Organizar aquellos Juegos Olímpicos suponía “un reto mayúsculo. Barcelona no tenía una amplia experiencia en grandes eventos como sí la tenía París, otra de las ciudades candidatas”, destaca Jordi Mascarell, profesor de la UOC. Aquel acontecimiento histórico, sin precedentes, transformó la ciudad para siempre, y, sobre todo, la visión que el resto del mundo tenía de nosotros.
Don Juan Carlos lo sabía, y cuando recibió a ¡HOLA! en el palacio de la Zarzuela, nos habló de lo que esperaba de aquel evento que convertía a la Ciudad Condal en el epicentro del deporte mundial.
“Espero que todo el mundo perciba el esfuerzo admirable que los españoles hemos realizado en estos últimos años y el optimismo con que entramos en el siglo veintiuno”. Barcelona se había erigido, desde su punto de vista, en una “enseña de la modernidad, sin perder su tradicional elegancia y buen sentido”.
De hecho, Su Majestad estaba convencido de que el “noventa y dos es el año de España y de todos los españoles, a cuyo profundo significado ninguno de nosotros podemos sentirnos ajenos, y cuyo éxito será también el de todos”.
Pero no sólo lo decía por el protagonismo -indiscutible- de la ciudad catalana, sino porque ese 1992 otras dos ciudades acogían eventos muy importantes: Madrid, como cumbre de los Jefes de Estado iberoamericanos, y Sevilla, con su Expo Universal, a la que los Reyes también habían brindado un gran apoyo. Tres citas que venían a demostrar que España estaba más que preparada para organizar y ser escenario de grandes eventos.
Los Reyes y el mar
El deporte siempre ha sido una de las grandes pasiones de la Familia Real. Veinte años antes -y a tres de ser proclamado Rey de España-, el rey Juan Carlos participó en los Juegos Olímpicos de Múnich de 1972. Formó parte del equipo de vela en la clase Dragón y quedó en 15º posición.
Es indudable que ese amor al mar no ha desaparecido -en su última visita a España pudimos verlo a bordo de su Bribón, en Sanxenxo-, y supo transmitírselo a sus tres hijos. “Desde muy pequeños nos ha educado con una fuerte vinculación al mundo del mar y de la vela”, nos comentaba don Felipe.
El entonces Príncipe de Asturias participó en los Juegos del 92, siguiendo, por tanto, la tradición familiar. No sólo por su padre. Su madre, la reina Sofía, formó parte, como reserva para Grecia, del equipo de vela de los Juegos de 1960; su tío, el rey Constantino -hermano de doña Sofía-, ganó una medalla de oro en la clase Dragón de vela; y su hermana, la infanta Cristina, hizo historia al ser la primera mujer abanderada del equipo olímpico español en los Juegos de Seúl de 1988.
“Cuando estamos en la mar y estamos navegando no hay diferencias, todo el mundo está haciendo lo mismo. Todo el mundo está en un mismo medio que no es normal e intenta realizar su labor, hacerlo lo mejor posible y trabajar por un proyecto común. Si uno forma parte de una tripulación, uno es lo que es, un miembro con una misión a bordo y que está trabajando al máximo en beneficio de la tripulación completa. Las diferencias que puede haber en tierra, por las circunstancias, en la mar no existen”, nos contaba don Felipe.
‘Le gusta mucho ganar, aunque también sabe perder’
Don Felipe soñaba con lograr una medalla aquellas Olimpiadas. “Mis compañeros del equipo olímpico y yo creemos que, si la suerte nos acompaña, es posible subir al podio”, admitía, con prudencia. “El Rey me ha dicho que intente emplearme a fondo, puesto que es una oportunidad única y es muy difícil que se vuelva a presentar. Y tiene razón”.
A don Felipe “le gusta mucho ganar, aunque también sabe perder, y cuando sucede, lo hace con elegancia, pero es difícil que tire la toalla”, reconocería después Fernando León, patrón de su embarcación, el Aifos -el nombre de Sofía al revés-. Junto a él y Alfredo Vázquez, consiguió el sexto puesto en la modalidad Soling de vela.
Los Juegos Olímpicos fueron, para Felipe VI, algo “increíble, un recuerdo imborrable”. Y es que, como contamos en líneas anteriores, jugó además un importante papel en la ceremonia de inauguración en el estadio de Montjuic. Al igual que su hermana doña Cristina en Seúl, fue el abanderado de nuestro país. “Según llegó el turno de España, que, como anfitriona, fue la última, el estadio se vino arriba”.
Ante la imagen de un orgulloso príncipe Felipe portando la bandera de su país, “los Reyes no pudieron sino extender sus brazos de alegría”, aunque sería su hermana la infanta Elena quien protagonizaría la imagen que quedaría en la memoria de todos. Doña Elena, al ver pasar a su hermano, no pudo contener la emoción ni las lágrimas. Como reconoció el propio don Felipe, “la primera imagen que tuve fue la de mi hermana Elena llorando”. Una imagen que dio la vuelta al mundo y salió en portada de nuestra revista.
De Claudia Schiffer a Alberto de Mónaco: Barcelona era una fiesta
“Las más famosas modelos del mundo también estuvieron en Barcelona con motivo de la Olimpiada. Y tuvieron tiempo para el trabajo… y lugar par la diversión”, rezaba nuestra crónica. Entre ellas estaban Claudia Schiffer, Inés Sastre, Cristina Piaget, Paola Dominguín y Judit Mascó, que disfrutaron de una cena en el Up & Down barcelonés.
Quien también se presentó allí fue Alberto de Mónaco “porque no se quería perder lo que algunos llamaron la fiesta de las modelos”.
Los Juegos Olímpicos habían traído a la flor y la nata de la sociedad, y Barcelona era una auténtica fiesta.