Morir de amor, despacio y en silencio”, decía una de las canciones más melódicas escritas por José Luis Perales a Miguel Bosé, y así es como se ha ido Conchita Spínola , de 71 años, tan solo quince días después de perder a su marido, el maestro Miguel Baéz Espuny ‘El Litri’, a quien llevaba unida desde los 18 años, edad a la que le dio el ‘sí, quiero’ en una emotiva boda celebrada en 1967 en la localidad cacereña de Guadalupe de la que ¡HOLA! fue testigo y cuyas imágenes ofrecemos a continuación.
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Tan solo un día antes el torero se cortaba la coleta en Las Ventas, donde recibiría una ovación tan solo comparable con la que recibiría a las puertas del precioso monasterio de la Virgen de Guadalupe antes de contraer matrimonio con la mujer de su vida. Una jovencísima Conchita, a la que dos semanas después de su triste marcha se le rompía el corazón y sufría un infarto, tras no poder resistir el dolor de la pérdida de Miguel, su alma gemela.
Inseparables desde que se cruzaron sus caminos, su boda fue narrada en ¡HOLA! con todo tipo de detalles y, aún, hoy en día, se puede intuir en cada una de las imágenes la complicidad de la pareja. Se conocieron tres años antes en Punta Umbría, cuando ella tenía 15 y él 35 durante una jornada de playa en la que el diestro pisó un castillo de arena que ella estaba haciendo con una amiga. “Que tú seas ‘El Litri’ no te da derecho a destrozarme el castillo”, le dijo. Él no dudó en reconstruirlo de nuevo y a partir de ahí comenzó una bonita amistad que dio paso al amor.
La novia, quien eligió Extremadura para sellar su amor por pertenecer a una de las familias de mayor abolengo de la zona desde hace más de 400 años entre los que había príncipes de la Iglesia y hombre de armas, llegó del brazo de su padre y padrino, don Máximo Spínola, vestida con un sencillo modelo de Balenciaga. Por su parte, Miguel, quien no invitó a ninguno de sus compañeros toreros demostrando así que su retirada iba en serio, vistió un elegante chaqué.
Las arras la llevaron la hermana de la novia , María del Carmen Spínola, y sus sobrinas, Gracia María y Mayte Barreiros Spínola, hijas de su hermana Mayte y Graciliano Barreiros, fundador, junto a sus hermanos, del grupo Barreiros, primera firma de automoción española en los 60. Las niñas vestían trajes de terciopelo azul que parecían sacados de una página del medievo.
Una vez terminada la ceremonia, oficiada por el padre fray Antonio Cifuentes, los novios celebraron su unión en el Parador de Turismo, desde el que horas después partirían hacia Madrid para iniciar su luna de miel con paradas en México, Hawai y Estados Unidos.
En un primer momento el matrimonio estableció su residencia en Huelva donde se conocieron y donde posee varias propiedades, entre ellas una casa nobiliaria de principios del siglo XX y su finca de la Peñalosa, donde en 1998 recibieron a ¡HOLA!, aunque más tarde se trasladarían a Madrid. Juntos durante 55 años, Miguel y Conchita tuvieron tres hijos: Rocío, Myriam y Miguel, quien heredó de su padre la pasión taurina y decidió seguir los pasos de su padre en las plazas de toros heredando el apodo familiar de ‘El Litri’.
En 1984, el torero y su mujer recibieron a ¡HOLA! en su casa y nos mostraron su vida en ella tan solo unos días después de que el maestro fuera nombrado miembro de la Academia Gastronómica Andaluza. “Cuando iba a torear por los pueblos como nadia hacía la comida pues teníamos que alimentarnos a base de uvas, sandías y melones. Así que decidí que si quería comer otra cosa tenía que hacerlo yo”.
Unidos en la salud y en la enfermedad y en lo bueno y en lo malo, Spínola tan solo se separaba de su marido el pasado 14 de mayo para ejercer de madrina en la boda de su hijo con Casilda Ybarra en una ceremonia celebrada en Sevilla a la que torero no pudo acudir debido a su enfermedad. El 18 de ese mismo mes su vida se apagaría para siempre haciendo que su hijo regresara de su luna de miel en Roma, un viaje que retomaría días después para cancelarlo de nuevo, tras la repentina muerte de su madre.
Una madre que nunca acudió a verle torear ni a él ni a su padre, que era pura energía y alegría en vena aunque siempre prefirió ocupar un segundo plano hasta el final. Y es que para Concha su prioridad siempre fue su familia, su gran alegría, y el hombre de su vida, por el que ha acabado muriendo de amor.