Marta Luisa de Noruega nunca quiso ser reina. La primogénita de los reyes Harald y Sonia podría haber sido una princesa con trono, aunque tenía un hermano pequeño, Haakon, al que le correspondía por ley reinar. Hace veinte años decidió renunciar a su estatus por amor, cuando se casó, con 30 años, con Ari Behn, un escritor ortodoxo que se quitó la vida trágicamente en diciembre de 2019, a los 47 años. Pese a que llevaban desde 2016 separados -ha sido de las pocas integrantes de la realeza europea en romper su unión matrimonial-, Marta Luisa de Noruega no dudó en salirse del camino marcado tras dar el ‘sí, quiero’ a su exmarido y padre de tres niñas.
Para ti que te gusta
Lee 8 contenidos al mes solo con registrarte
Navega de forma ilimitada con nuestra oferta
1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
Este contenido es solo para suscriptores.
CelebramosSuscríbete 1 año por 49€ 9,80€
TIENES ACCESO A 8 CONTENIDOS DE
Recuerda navegar siempre con tu sesión iniciada.
Antes de pasar por el altar, Marta Luisa de Noruega y su prometido, dieron por aquel entonces la que sería su última exclusiva para los medios informativos en los jardines del palacio de Stiftgaarden, en Trondheim. “Me han dicho que lo realmente importante es encontrar una persona a la que ames, alguien a quien puedas respetar y con el que comunicarte”, respondía la princesa ante qué consejos le habían dado sus padres acera del matrimonio.
Antes del enlace, se celebró una fiesta privada de “despedida de solteros”, en el restaurante Boilgen & Moi. Entre los invitados, la presencia del príncipe Haakok y su esposa, la princesa Mette-Marit, fue recibida con especial curiosidad, porque era la primera vez que se les veía en público tras sufrir un accidente de las quemaduras que sufrió en su rostro. Se trataba de una velada informal, a la que también asistieron el entonces heredero al trono Guillermo de Holanda y su esposa, la princesa Máxima, Victoria de Suecia y el príncipe Nicolás de Grecia, y por supuesto los padres de la novia, entre otros.
“Te llevas a la princesa y a la mitad de su Reino. Y así debe ser, porque así terminan nuestros cuentos tradicionales” –Le dijo el obispo oficiante al novio
La mañana de la víspera de la boda, la pareja dio vida al cuento de La rana y el príncipe, en medio de una celebración popular (en la plaza del palacio del Obispado, próximo a la catedral de Nidaros), y esa misma noche, se celebró un concierto y una cena de gala, que les fue ofrecida por el Gobierno noruego. La anécdota, fuera del programa, fue cuando los novios salieron a bailar una popular melodía noruega, lo que levantó los aplausos y aclamaciones de todos los presentes. Allí también se encontraba el príncipe Nicolás de Grecia, Sophie Rhys-Jones, condesa de Wessex, y su esposo, el príncipe Eduardo de Inglaterra, y la princesa Astrid de Bélgica y su esposo, el archiduque Lorenz de Austria-Este.
El gran día
Ari Behn definió a Marta Luisa de Noruega como “la chica más sexy de Noruega”. Pero, ¿quién era este joven que conquistó el corazón de la primogénita de los reyes de Noruega? Hijo de Marianne Rafaela Solberg Behn, fue quien precisamente le dio a la princesa clases de fisioterapia en la Universidad de Oslo. Ella le presentaría - al parecer, a finales del año 2000- a su hijo. Cuando la prensa comenzó a espectacular sobre un posible noviazgo, en una entrevista, ante la pregunta de si tenía novio, ella respondió: “Quizá sí, quizá no”. El 1 de febrero dejó de ser Alteza Real, aunque unas semanas antes la Casa Real emitió un comunicado: la princesa se podrá dedicar a trabajar, tendrá que pagar impuestos y no recibirá asignación económica de su padre, aunque podría seguir manteniendo el título de princesa.
Representantes de diez Casas Reales se dieron cita en Trondheim para acompañar a los novios el día de su boda. No faltaron los Reyes Harald y Sonia, padres de Marta Luisa, así como los príncipes herederos Haakon y Mette-Marit; y las hermanas del monarca, las princesas Rangchild y Astrid, con sus respectivas familias. Por parte de la Casa Real danesa estuvieron la Reina Margarita, la princesa Alejandra con su esposo, el conde Jefferson, y los condes de Rosenborg. De Suecia, se encontraban la princesa heredera, Victoria, y sus hermanos los príncipes Carlos Felipe y Magdalena, así ocmo Madeleine y Niolás Rogevinas. Bélgica, por su parte, estuvo representada por la princesa Astrid, a quien acompañó su esposo, el archiduque Lorenz de Austria-Este, el príncipe Laurent y Astrid Jadot, Lionel Jadot y Sophie Ullens de Schooten. En representación de la Casa Real de los Países Bajo se encontraban los entonces príncipes herederos Guillermo Alejandro y Máxima Zorreguieta. De España, el rey Felipe VI (entonces príncipe de Asturias). Por Gran Bretaña, el príncipe Eduardo y su esposa, Sophie Rhys-Jones, condes de Wessex.
Por parte del Gran Ducado de Luxemburgo se encuentra el Gran Duque heredero Guillermo, así como su tío el príncipe Guillermo con su esposa, la princesa Sibylla. Por su parte, la Casa Real griega estuvo representada por el príncipe Nicolás. Finalmente, en representación de la Casa Real de Jordania viajaron a Trondheim el príncipe Ali bin Al Hussein.
El secreto mejor guardado: el traje de la novia
La princesa llevaba un traje compuesto de dos piezas: un precioso y sencillo vestido, en crepé de seda color beige sin mangas, escotado por delante y con la espalda formando arcos góticos que imitaban a los de la Catedral de Nidaros, creado por la diseñadora Anna Bratland, y un abrigo confeccionado por la modista Wenche Lyche en satén duques,a con cuentas de cristal Swarovski y mangas de farol inspiradas en las del traje de su madre, la Reina Sonia.
El conjunto, de cierto aire medieval, estaba complementado por un largo velo prendido en su cabello por una espectacular tiara de diamantes y perlas en forma de lágrima, que en su día perteneció a la Reina Maud. La cola, de tres metros de largo, acababa también en forma de arco gótico; y al final de la misma, aparecía un círculo con cinco lirios bordados (el número sagrado en un enlace matrimonial, según la tradición noruega).