Su historia de amor parece sacada de un guion de Hollywood. Es una más de las parejas que han surgido entre grandes figuras de la moda y el cine. Sin embargo, la historia de Claudia Schiffer y Matthew Vaughn tiene algo que les hace únicos. Tal vez sea la intensidad de su breve noviazgo; tal vez la leyenda creada en torno a la mujer que fue un icono de los 90 ; o tal vez el amor que aún se profesan después de veinte años de matrimonio.
Lo cierto es que Claudia y Matthew son una de las parejas más estables y longevas del panorama social, y juntos han formado una familia numerosa, con tres hijos, además de seguir triunfando cada uno en su ámbito profesional. Claudia, que se retiró de las pasarelas con 39 años, ha continuado muy activa con varios proyectos de moda y siendo imagen de diferentes marcas. Por otro lado, Matthew ha ido creciendo en el cine con exitosas películas como X-Men: primera generación, o la aclamada saga de espías británicos, Kingsman.
Con motivo del veinte aniversario de su boda, recordamos el día en el que la supermodelo y el director de cine se dieron el ‘sí, quiero’ en un pequeño condado al este de Inglaterra, en una celebración íntima y sencilla, donde abundaban las estrellas del cine y la moda, la fusión de tradiciones, y sobre todo, muchísimo glamour.
Claudia y Matthew se conocieron en una cena de gala en Los Ángeles. Por aquel entonces, Claudia era una del team de las supermodelos que habían revolucionado la moda y las pasarelas, conformado por Naomi Capmbell, Cindy Crawford o Elle Macpherson. Ellas eran las diosas de la moda.
En torno a ella nació una leyenda . Fue descubierta en una discoteca de Alemania cuando solo tenía veinte años y una profunda timidez que, gracias a su ajetreada vida delante de las cámaras, ha ido perdiendo poco a poco. Sus 1’81 m de altura, su rubio platino y sus intensos ojos azules hicieron de ella un fenómeno mundial al convertirse en la musa de los diseñadores más importantes de la época como Chanel, Versace o Louis Vuitton. Todos la querían, todos la deseaban, todos soñaban con ella luciendo sus diseños en la pasarela.
Después de casi dos años de noviazgo, la supermodelo y el productor se prometieron, y en 2002 se dieron el ‘sí, quiero’. El enlace tuvo lugar en Suffolk, un condado al este de Inglaterra, en una pequeña iglesia construida en el siglo XVI. Como los novios pertenecían a dos ramas distintas del cristianismo, la ceremonia religiosa fue oficiada, primero por el rito anglicano, y después por el rito católico. La iglesia se decoró con varias flores inglesas de temporada, todas en tonos blancos, como peonías o rosas.
A pesar de estar más que acostumbrados a los focos y las cámaras, los novios desearon que su boda fuera una celebración sencilla e íntima. Acudieron doscientos invitados, entre los que se encontraban familiares, amigos e importantes estrellas de Hollywood y del mundo de la moda.
La supermodelo, que había desfilado en varias ocasiones con vestidos de novia, por fin lució el suyo propio, para el cual confió plenamente en las talentosas manos de Valentino, quien diseñó para su musa un precioso vestido de escote bardot, que dejaba al descubierto los estilosos hombros de la modelo. El diseño estaba confeccionado con cuatro tipos de encaje, en color hueso, con mangas largas que se abrían en la zona de las muñecas. Además, el vestido estaba ligeramente ceñido a la cintura y arrastraba una cola de cuatro metros. En los complementos, Claudia apostó por no llevar ninguna joya, y solo llevó una preciosa diadema de flores blancas, acompañada de un velo de hasta cinco metros de point d’ esprit, con algunos adornos de encaje. Para el ramo, la novia escogió un discreto ramo de lirios del valle, su flor favorita. El resultado fue una novia sencilla pero tremendamente elegante y glamurosa, que sin duda ha servido de inspiración para futuras novias.
Después de la ceremonia, los novios y los invitados se trasladaron a Coldham Hall, una preciosa mansión de estilo Tudor que había comprado Claudia recientemente. El banquete nupcial transcurrió en los jardines de la propiedad, y las mesas estaban decoradas con velas, cubertería de plata y unos vistosos centros de mesa con flores blancas. Claudia pensó en todo, e incluso adaptó el menú a las diferentes dietas de sus invitados, ya que muchos de ellos eran vegetarianos.
Fue un día memorable. Los novios disfrutaron de su gran día, cortaron la tarta, e interpretaron su primer baile como marido y mujer. Además, quisieron hacer una mezcla de tradiciones de sus respectivos países, como la de lanzar platos contra un muro y que los novios recogieran los pedazos (una tradición alemana llamada ‘Polterabend’), o servir a los invitados un típico desayuno inglés, con salchichas, huevos fritos y bacon...Incluso hubo un pequeño guiño a la gastronomía española, puesto que se sirvió jamón serrano y queso manchego con membrillo.
Un año más tarde, en 2003, Claudia se convirtió en madre por primera vez, cuando nació Caspar. En 2004, Clementine, y seis años más tarde, la última de los tres, Cosina, que nació en 2010 y así formaron una familia numerosa.