Suenan campanas de boda entre el torero Miguel Báez ‘El litri’ y Casilda Ybarra de Fontcuberta . Parece que su noviazgo va a tener un final (o, más bien, un comienzo) de lo más romántico: Miguel y Casilda contraerán matrimonio próximamente, después de año y medio de relación, y el destino escogido para celebrar su unión ha sido Sevilla. Su noviazgo se confirmó a finales del año pasado, cuando ¡HOLA! publicó en exclusiva las primeras imágenes de la pareja, aunque ya circulaban rumores sobre un posible romance entre ellos desde hacía tiempo.
Este será el segundo matrimonio del torero, puesto que durante trece años estuvo casado con Carolina Herrera. El matrimonio se terminó hace cinco años, cuando en 2017 decidieron por mutuo acuerdo seguir vidas separadas, teniendo tres hijos en común, Olimpia, Miguel y Atalanta. Actualmente, Miguel y Carolina mantienen una buena relación, siempre centrándose en sus tres hijos, su prioridad más absoluta. Aunque ambos tienen su corazón ocupado por otras personas (Carolina sale desde hace tres años con el empresario argentino, Francisco Bosch), continúan viéndose en las reuniones familiares, como la Primera Comunión de la menor de sus hijos, Atalanta, hace tres años.
En estas líneas, recordamos cómo fue el precioso enlace entre el torero andaluz y la hija de la diseñadora . Un ‘sí, quiero’ pronunciado bajo los últimos rayos de sol de una tarde de junio, que empapaban los campos verdes de Extremadura; una celebración llena de mucho glamour, flamenco y, sobre todo, mucho amor.
La ceremonia tuvo lugar el 19 de junio de 2004, en una preciosa finca de Extremadura. Aquel acontecimiento fue único, el mundo del toreo y elde la moda se reunían bajo un mismo techo y celebraban la unión de dos grandes ‘dinastías’. Él era un torero, hijo de un torero de renombre en nuestro país durante los años cincuenta y sesenta; ella era hija de la célebre diseñadora de moda venezolana, Carolina Herrera . Sin duda, su historia de amor tenía todos los ingredientes para cautivar las miradas del mundo, aunque muy especialmente, las de nuestro país. Muchos medios de comunicación provenientes de distintos países enviaron a sus reporteros para cubrir la ceremonia.
Carolina y Miguel se dieron el ‘sí, quiero’ en una pequeña ermita construida especialmente para la ocasión. Con seiscientos invitados, muchos de ellos no pudieron acceder al interior de la capilla, pero el espacio exterior se acomodó con sillas para que pudieran escuchar la ceremonia.
Una vez convertidos en marido y mujer, Carolina y Miguel salieron de la ermita, y en sus rostros podía verse la emoción. Sonrisas radiantes y ojos llenos de felicidad, los jóvenes esposos creaban una idílica imagen en aquella cálida tarde de junio, bañada por la luz anaranjada del atardecer.
La boda de Carolina y Miguel había reunido a importantes figuras del mundo del torero, la moda, el arte y el espectáculo, e incluso representantes de la Casa Real española. Entre ellos, Paloma Cuevas y Enrique Ponce, pareja en aquellos tiempos. Ellos fueron quienes presentaron a Carolina y Miguel dos años antes, en Sevilla, por lo que sobra mencionar que eran unos invitados muy especiales, y de hecho, testigos de la boda.
Para el gran día, Carolina escogió un vestido de noviadiseñado por Carolina Herrera, con tejido de chiffon, escote en uve y falda tableada. El vestido tenía también un cuerpo entallado y dejaba al descubierto la espalda y los brazos. Para la ceremonia nupcial, la novia llevó una mantilla blanca, que confería al look un estilo bohemio, pero también tradicional.
Una vez comenzó el banquete, Carolina se deshizo de la mantilla y adornó su peinado con una enorme flor rosa, dándole un toque muy pero que muy español. La novia estaba radiante, prueba de que, además de su nombre, Carolina ha heredado la elegancia de su madre.
El banquete se celebró bajo unas enormes carpas, dejando un espacio abierto al exterior, ideal para las noches calurosas de principios de verano. Las mesas estaban dispuestas de forma rectangular y adornadas con unos centros de mesa diferentes, cada una con el nombre de una flor distinta.
Después de la cena, comenzó una animada fiesta flamenca, que duraría hasta los primeros rayos de luz del día siguiente y, para los que hubiesen aguantado toda la noche, la recompensa no pudo ser mejor recibida: chocolate con churros y aguardiente de la tierra del novio, Huelva. Así terminó una jornada de ensueño y comenzaba un camino que Carolina y Miguel recorrieron juntos durante trece largos años, donde primó, por encima de todo, el amor a la familia.