En mayo cumplen veinte años desde que Rosa López, a la que todos llamaban por entonces Rosa de España, traspasara fronteras con su actuación en el Festival de Eurovisión, entonando Europe’s living a celebration. Tenía 21 años y acababa de salir de la academia de Operación Triunfo, donde se convirtió en todo un fenómeno de la noche a la mañana. Se presentaba con una canción con letra en español y el estribillo en inglés, idioma que como ha dicho en más de una ocasión no domina, y en el que esta semana su voz ha vuelto a escucharse en Europa sin dejar indiferente a nadie. Su pequeña intervención ha sido trending topic, generando miles de comentarios.
La cantante participó como miembro del jurado español en el Festival UMK, en el que se elegía al representante de Finlandia que irá este año a Eurovisión. Rosa habló por videollamada, advirtiendo antes de nada que no sabía hablar en inglés, sin embargo, las presentadoras estuvieron haciéndole preguntas, a las que Rosa respondió defendiéndose como pudo. Su espontaneidad, su desparpajo y su sencillez, esas con las que encandiló al público hace dos décadas, han vuelto a conquistar a todos y la redes sociales se llenaron al instante de bonitos mensajes hacia ella. Y es que, aunque hayan pasado lo años, haya madurado en el terreno profesional y en el personal -en el que se encuentra feliz al lado de su pareja, Iñaki García-, sigue siendo la misa chica a la que un programa le cambió la vida por completo y que empezaba a volar sola mirando al mundo que le rodeaba con fascinación e ilusión.
Hace exactamente veinte años, en ¡HOLA! la acompañábamos en su primer viaje a Nueva York, que ahora rescatamos de nuestro archivo. Nunca antes había salido fuera de España y como le ocurre a todo el que pisa por primera vez la gran manzana, la ciudad le llegó al corazón. “Que alguien de mi familia se vaya a América es una cosa muy gorda, que nunca se ha visto en mi casa”, decía emocionada.
Rosa iba a grabar allí una canción de gospel para su primer disco y fuimo testigos de cómo fue conociendo la ciudad y también de la preocupación de sus padres en el que era su primer viaje tan lejos. “Mis padres estaban muy nerviosos. Cuando les he llamado desde la calle, han escuchado ambulancias y se han asustado un poco”, nos decía nada más llegar. Aterrizó en el aeropuerto de Newark y como una gran estrella fue en limusina hasta el emblemático Hotel Plaza en el que se alojaba, donde compartió protagonismo a su llegada con los Cleepers de Nueva York, uno de los equipos de la NBA. Recorrió míticas calles de la Quinta Avenida, Lexington, Madison, paseó en coche de caballos por Central Park, probó los perritos calientes de los puestos callejeros, paseó por el puente de Brooklyn... Una experiencia que jamás imaginó que viviría. De su pueblo, Armilla, a Nueva York, algo impensable para una familia humilde como la suya. “Con el primer dinero que he ganado voy a ayudar a mi familia a quitar todas las ‘trampas’ que haya en casa. Somos una familia muy humilde y hay muchas cosas que pagar”, contaba.
“Que alguien de mi familia se vaya a América es una cosa muy gorda, que nunca se ha visto en mi casa”, decía emocionada
La suya era una historia que inspiró a muchos. Su sueño de ser cantante se hizo realidad, cautivando al público no sólo con su voz, sino con su forma de ser. El destino y el esfuerzo hicieron que Rosa llegara a ser Rosa de España y dejara a un lado el futuro que le esperaba al frente de un asador de pollos. “Mi padre me había montado un asador de pollos poco antes de entrar en Operación Triunfo. Me había hecho autónoma y todo”. Aunque reconoce que siempre fue feliz y que nunca echó de menos nada, porque, para ella, su mayor riqueza siempre fue su familia. “Me siento muy incómoda con tanto lujo y con tanta cosa buena. A lo mejor es que me conformo con mucho menos de lo que tengo ahora. Pero con mucho menos”, recalcaba.