Este martes, 8 de febrero, se cumplen diez años de la publicación, en ¡HOLA!, de algunos extractos del libro de Isabel Sartorius. Una obra (Por ti lo haría mil veces) con la que se lanzaba al mercado literario, y en la que no sólo ofrecía un testimonio único de su vida, sino que ofrecía una visión de la lucha que millones de codependientes en el mundo -incluida ella misma- libran día a día para tomar el control de su propia vida.La decisión de escribirlo no había sido sencilla. Fue su madre, meses antes de morir, la que le animó a hacerlo: “Escríbelo, Isa; escríbelo, Isa… Con todo lo que sabes, a lo mejor ayuda…”. Pero Isabel tardó tres años en encontrar la forma -no es terapeuta, como insistía a lo largo del libro-, las fuerzas y el impulso para ponerse a ello.
Este martes, 8 de febrero, se cumplen diez años de la publicación, en ¡HOLA!, de algunos extractos del libro de Isabel Sartorius. Una autobiografía (Por ti lo haría mil veces) con la que se lanzaba al mercado literario, y en la que no sólo ofrecía un testimonio único, sino una visión de la lucha que millones de personas codependientes en el mundo -incluida ella misma- libran día a día para tomar el control de su propia vida.
La decisión de escribirlo no había sido sencilla. Fue su madre, Isabel Zorraquín, meses antes de morir, la que le animó a hacerlo: “Escríbelo, Isa; escríbelo, Isa… Con todo lo que sabes, a lo mejor ayuda…”. Pero Isabel tardó tres años en encontrar la forma -no es terapeuta, como insistía a lo largo del libro-, las fuerzas y el impulso para ponerse a ello.
“Si estuviera al otro lado, también me sorprendería que alguien decidiera hablar después de tanto tiempo”, confesaba. “Lo único que quiero es que este libro llegue a las mujeres que tiene que llegar, acercar a sus vidas el problema de la codependencia. Y, sinceramente, me da exactamente igual lo que digan. Quería compartir una experiencia de vida, y como no soy una experta en el campo de la autoayuda, tomé la decisión de contar algunos episodios autobiográficos para poder explicar mejor cómo afrontar o superar determinados trastornos. Lo hubiera escrito igual, aunque hubiera sido una persona anónima”.
‘Durante muchos años pensé que estaba loca. Me convencí de que lo estaba, pero no lo estaba’
En un momento de la entrevista concedida a ¡HOLA!, Isabel Sartorius explicaba que “durante muchos años pensé que estaba loca. Me convencí de que lo estaba. Era codependiente. No tienes ni idea de lo que está pasando y no sabes que tienes un trastorno. Dejas de ser la persona que eras. No eres tú, eres otra. No sabes lo que sientes, no existes. Estás en el exterior, no estás en ti y no sabes vivir sin crisis. Ni un solo minuto en paz. Los codependientes nos torturamos, nos castigamos y nos destruimos. Sí, es eso. Una locura. No te quieres, conviertes el amor en sufrimiento y sólo se vive en el caos y en la compulsión porque no tienes los límites delineados. Y he ahí la clave. Los límites. Si no los rebasas, no entras en la codependencia”.
“Me resultaba imposible relajar la tensión, permitirme un respiro. Estoy segura de que muchos familiares de alcohólicos y drogodependientes, de mujeres maltratadas -tanto física como psicológicamente- o incluso enfermos del alzhéimer entenderán lo que digo”
Pero también lanzaba un mensaje de esperanza y animaba a quien se sintiese identificado con su relato que solicitase la ayuda que brindan diversas plataformas. “La curación pasa necesariamente por entender esto. Tienes que identificar el problema y buscar ayuda. Deshacer los hábitos. Hay una buena noticia. Si se quiere, se sale. Da igual por qué tienes el trastorno. El trastorno es tuyo y hay que pedir ayuda porque llega un momento en el que estás tan cansada de todo que te aíslas, y el aislamiento desencadena depresión. Hay millones de personas codependientes en el mundo que no saben que lo son. Los codependientes no sólo somos aquellos que vivimos con personas adictas. Los desórdenes de personalidad, como la esquizofrenia, la violencia, el maltrato -tanto físico como psicológico (mujeres que aman demasiado)-, la neurosis y los enfermos de alzhéimer pueden generar codependencia. Y aquí se incluye también a aquellas personas que viven en la extrema pobreza o que han crecido en ambientes disfuncionales y que se hacen codependientes en su forma de amar. Mendigan amor toda la vida y construyen su identidad a través de sus parejas. Les entregan su vida y hacen lo que sea con tal de ser queridas”.
‘Mi madre fue víctima del amor y de un matrimonio que le rompió el corazón’
No guardaba ni una palabra de reproche hacia su madre, “en mi corazón era una víctima. En el libro se ve claramente que fue eso. Es verdad que la situación tan complicada que vivíamos en casa me llevó a ser madre de mi madre –‘hija parental’, como dicen los terapeutas”. “Víctima del amor y de un matrimonio que le rompió el corazón”, añadía.
“Así pasaron desde entonces los días, uno tras otro: con una madre encerrada entre cuatro paredes, hasta que llegaba la noche… No hay nada más duro que ver a una madre llorar y llorar… Creo que ahí empezó mi lucha a ciegas por aliviar ese llanto. Asumí un reto que me sobrepasaba: el de su rescate…”
“Lo mejor de mí es mi madre. La alegría, la espontaneidad… No necesitaba que mi madre nos pidiera perdón. Su cariño, su inmenso corazón y todo lo que era ella había compensado con creces el daño que nos hubiera podido hacer. Le dolía que su adicción hubiera marcado nuestras vidas, pero yo -de ahí el título del libro- lo que hice por ella volvería a hacerlo mil veces. Aunque de otra forma. La habría cuidado igual, pero no hubiera hecho de su vida la mía. Culpar a alguien de lo que te sucede es casi como no estar dispuestos a perdonarnos. Sí, definitivo, lo más importante es perdonar los posibles errores de aquellos que marcaron nuestra infancia. Ojalá hubiese entendido que no tenía nada de lo que avergonzarse, que era perfecta como era. En su debilidad y en todas sus flaquezas”.
‘En todo este lío de desestructuración y mi madre enferma apareció un príncipe azul que era un príncipe de verdad’
Había tenido dudas de “si incluir o no en el libro mi relación con el príncipe”. “Me da pudor, me da vergüenza volver a hablar del príncipe porque es un señor casado y con hijas”. Isabel se refería al rey Felipe VI. Ante los ojos de toda España, ella ha sido recordada como el primer gran amor del príncipe de Asturias.
“No soy digna”, me repetía a mí misma… “No soy digna, no soy digna, no soy digna…”. Sentía como si me estuviese asfixiando y no me creía a la altura… Cuando llevas tanto tiempo viviendo en un ambiente de mentiras, de drogas, de estrés, hay una parte de ti que se siente sucia. Es así. Me sentía… Sentía como si me estuviese asfixiando y no me creía a la altura… Y el listón que me puse a mí misma entonces es que estuviera alto, es que casi ni si se veía…”
“Creo que a mí me sentaría fatal que un novio siguiera hablando de mí después de veinte años. No me ha hecho especialmente feliz volver ahora sobre una relación que terminó hace más de dos décadas. Y si lo he hecho es porque tampoco tendría sentido no hacerlo… Porque, ¿qué podía hacer? ¿Dejar el capítulo en blanco?, ¿saltarme mi vida desde los veinticuatro años a los veintisiete? Por un lado, soy consciente de que no podría explicar parte de la evolución de mi codependencia sin hablar de mi relación con el príncipe y de la presión de aquellos años. Por otro, también lo digo en mi libro, creo que aún resonarían más las preguntas: ¿Por qué no habla de su relación? ¿Por qué no nombra a doña Letizia? ¿Se lo habrá prohibido la Zarzuela?”
Y, de hecho, también habló de la entonces princesa de Asturias, la reina Letizia . “A lo mejor yo estoy en un momento bajo y lo que me pide el cuerpo es aislarme en casa… Y, entonces, doña Letizia me dice: ‘¡Venga, Isabel, que tienes mucho que aportar!’. Es una persona muy positiva. Me hace bien. Esas palabras son las que justo te ayudan y te animan. Pura energía. Conmigo nunca se ha andado con rodeos. Siempre me ha apoyado. Es una buena amiga. No me cansaré de decirlo. Punto.”
‘A doña Sofía le echaron la culpa de nuestra ruptura, cuando en realidad fue un enorme apoyo para nosotros’
“A doña Sofía le echaron la culpa de nuestra ruptura, cuando en realidad fue un enorme apoyo para nosotros. Diga lo que diga, no me creen. Sí, la leyenda está muy asentada en España: ‘La Reina fue la culpable’. Pues no. No es lo que yo viví. En honor a ellos, me parece muy injusto que se les culpe de algo que no hicieron”, aseveraba Isabel Sartorius. Incluso enfatizaba que “no hubo presión por parte de los Reyes. No la hubo. Y si la hubiera habido, también lo entendería. Pero entonces -por qué iba a mentir- diría que entiendo que se preocupasen. Don Felipe tenía solo veintiún años. Éramos muy jóvenes. Yo sólo puedo decir que me trataron excepcionalmente bien y que espero que mi libro lo aclare”.
“Esa fue la primera vez en toda mi vida que yo sentí lo que es el amor incondicional por parte de alguien… Como si todo el dolor que había sufrido hubiese tenido un significado, como si hubiese servido para llevarme hasta ese momento de mi vida”
Contaba, además, que doña Sofía estaba al tanto de la situación de su familia -de la de su madre- y que siempre fue muy respetuosa. “La primera vez que pisé la Zarzuela fue en la Nochevieja de 1989. Don Felipe me invitó a tomar las uvas con un grupo de amigos… Y me llamó la atención que la Reina, nada más saludarme, me preguntara por mi madre. Doña Sofía conocía la historia por su prima la princesa Elisabeth de Yugoslavia, que ya se había divorciado también de Manuel Ulloa… Pero la Reina jamás me mencionó nada”.
‘Recién casados como estaban, aquella tristeza de mi madre parecía fuera de lugar…’
Isabel creció con un hombre desequilibrado que marcó la vida de su madre y, como consecuencia, la de toda su familia; pero tampoco señalaba a su padrastro como culpable de nada, aunque, en su libro, exponía unos hechos muy duros. Durísimos. Aun así, en 1992, cruzó España para despedirle en su lecho de muerte.
“Había estado en mi vida veinte años y quería verlo por última vez. Despedirme de él. Sí, podía haberlo tenido todo y, en lugar de eso, lo tiró todo por la borda arruinando su vida. Se le saltaban las lágrimas. Murió aquella misma noche. Me dio pena. Con el tiempo y la madurez llegas a entender que nadie se estropea la vida porque sí, sino porque no encuentran otra manera de vivirla. Hay comportamientos destructivos. No pasa sólo por la voluntad. Él cargó con sus demonios hasta el final. En cualquier caso, que yo fuera a despedirme no significa que le perdonara el cómo trató a mi madre”.
“El problema, el principal problema, es que el dolor —como el amor— no disminuye si lo repartes, sino que aumenta. Lo mismo pasa con la vergüenza tóxica”
‘Mi vida ha sido una revolución’
En este libro, Isabel Sartorius desgranaba, página a página, años de lucha personal que concluía con un canto a la vida y a la esperanza... Diciendo que “mi vida ha sido una revolución; sin embargo, aunque haya reclamaciones, no habrá guillotinas de por medio. Acepto los errores que he cometido hasta la fecha y sé que me esperan otros muchos; es la vida. Fracasar, fracasar, fracasar, hasta triunfar... Sólo hay que tratar el alma con poesía y permitir que se despliegue hasta alcanzar su cumbre. Ahora que puedo mirar hacia atrás sin complejos y con las heridas como parches viejos cosidos al corazón, me pregunto muchas veces si me habría gustado tener otro destino, y mi respuesta es no. No podría haber tenido una vida ordenada y convencional: si las circunstancias no hubiesen venido revueltas, las habría revuelto yo. Necesitaba sentir, y he sentido con el más amplio abanico de matices posible. Estoy orgullosa de cada momento que me ha tocado vivir -bueno o malo, mejor o peor-. Necesitaba ‘experiencias de combate’ que me permitiesen navegar a mares. Necesitaba aprender, crecer, atravesar el reino de las emociones y de la experiencia humana para entender quién era. Y lo hice. Y algo sí he aprendido después de todo... Me aguardan en el camino momentos difíciles, como a todos, porque crecer en espíritu es un proceso constante, pero, hoy por hoy, me siento viva, con un mundo de posibilidades de felicidad abierto ante mí y dueña de mi camino. Estoy bien conmigo misma, estoy conectando con mi verdadera esencia... Ese es el auténtico reto”.
Isabel dedicaba su libro a “su madre, Isabel, que sigue conmigo. A mi hija, Mencía, que lo es todo. Y más. A los que caen en el infierno de las drogas y a sus familiares. Para que el amor por la vida prevalezca siempre”.