Un día como hoy, hace 65 años, nacía Carolina de Mónaco , en el Palacio residencial de los Grimaldi, fruto del matrimonio entre el Príncipe Raniero III de Mónaco y la icónica estrella del Hollywood clásico, Grace Kelly.
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El 23 de enero de 1957 fue un día lleno de júbilo y alegría al recibir a la primogénita de los príncipes en el seno de la familia real. El país entero daba la bienvenida a la princesa, se llenaron las calles y numerosos monegascos se reunieron en torno a Palacio para celebrar el nacimiento de la princesa y la felicidad de los príncipes, que eran muy queridos en el principado. Se interpretaron danzas populares y serenatas frente a la residencia real, todo ello recogido por las cámaras y los distintos medios nacionales e internacionales que no podían perderse informar sobre el ‘feliz acontecimiento’. Aquella noche, el Mediterráneo se llenó de luz proveniente de yates y embarcaciones, y se prendió fuego a la barca que simbolizaba a la que llevó el cuerpo mártir de Santa Devota a las costas de Mónaco, acorde con una tradición monegasca. Además, no dejaban de llegar a Palacio flores y obsequios para felicitar la llegada al mundo de madame Caroline.
El país entero daba la bienvenida a la princesa, el Mediterráneo se llenó de luz y se interpretaron danzas populares en su nombre
Para compartir su felicidad con el pueblo, los príncipes ordenaron que todo niño que naciese ese mismo día recibiera como obsequio real “una canastilla para bebé y un regalo en metálico equivalente a diez mil pesetas”, según escribió ¡HOLA! en el número que recogía los detalles de aquel día, en 1957. Sin duda, fue inolvidable, especialmente para la pareja, quienes llegarían a tener otros dos hijos a lo largo de su matrimonio: Alberto (actual príncipe soberano de Mónaco) y Estefanía.
El poder del amor
Princesa desde su nacimiento, Carolina fue el primer fruto de una historia de amor como pocas se han visto y que parece escrita por el propio Hollywood. El príncipe enamorado de la preciosa estrella del cine, de melena dorada, delicadas facciones y ojos azules, que en ese momento se encontraba en la cúspide de su carrera como actriz. Se conocieron durante el rodaje de su última película, Atrapa un ladrón, que tenía como escenario el mismo Mónaco. Tras un breve noviazgo entre Hollywood y Mónaco y una proposición de matrimonio, Grace abandonó su brillante carrera en Hollywood para desempeñar el papel de su vida, como princesa de Mónaco, junto al hombre al que amaba.
El corazón de Carolina ha sido ocupado en tres ocasiones. Se casó por primera vez en 1978, cuando solo tenía 21 años, con Philippe Junot, considerado un playboy según la prensa de aquellos años, y a quien había conocido en París, mientras ella estudiaba Filosofía. Aunque el matrimonio no fue bien recibido por la familia real, esto no impidió que tuviera lugar el 29 de junio de 1978, pero vio su final dos años después tras numerosos rumores de infidelidad. Terminó lo que se conocía como ‘el capricho’ o lo que Carolina reconocería como ‘una locura de juventud’.
Carolina fue el primer fruto de una historia de amor que parece escrita por el propio Hollywood. El príncipe enamorado de la preciosa estrella del cine, de melena dorada y delicadas facciones, que abandonaría su carrera como actriz para convertirse en princesa
Después de Phillipe, conoció a Stefano Casiraghi , su gran amor. Se casaron en 1983, y tuvieron tres hijos: Andrea, Carlota y Pierre. Su historia terminó trágicamente en 1990, cuando Stefano perdió la vida en un accidente náutico. Su muerte fue un duro golpe para Carolina, que ya había pasado por aquel sufrimiento debido a la repentina muerte de su madre. Nueve años después, Carolina se casó con Ernesto de Hannover, de cuya unión nació la última hija de la princesa, Alejandra de Hannover, y Carolina adoptó entonces el título de Princesa de Hannover. Aunque sobre el papel continúan casados, hace años que llevan vidas separadas, y él ha encontrado de nuevo el amor junto a Claudia Stilianopolous.
Digna hija de su madre, que irradiaba estilo y elegancia allá por donde iba, Carolina también ha sido un icono para muchas mujeres en todo el mundo por su buen vestir y su gusto por la moda. Ella, junto a otras mujeres de la Casa Real de Mónaco, como su hija, Carlota Casiraghi, han sido una fuente de inspiración royal y la prueba palpable de que la elegancia va pasando de generación en generación.