Durante 25 años han sido una de las parejas españolas más firmes y estables, pero el año 2021 termina con un final triste para Ioannes Osorio y Blanca Suelves, duques de Alburquerque. El sueño que emprendieron juntos cuando empezaron a compartir vida en 1992, y sellaron posteriormente con dos bodas , se ha roto de manera inesperada.
Del primer enlace, el matrimonio civil, se cumplieron 25 años el 25 de julio. Fue una ceremonia inolvidable en la que ¡HOLA! estuvo presente, de la que tenemos imágenes exclusivas… y que recordamos hoy adentrándonos en las doce páginas que nuestra revista dedicó a la celebración. Un día de felicidad, de momentos inolvidables, y también de sueño cumplido, al fin.
Llegar al matrimonio no había sido fácil para la pareja. Ionanes, había estado casado – de su primer matrimonio con Beatriz Letelier nacieron Beatriz (1988) y Nicolás (1989)- y llevaban años esperando el divorcio, que llegó cuando ya habían dado el paso de tener un hijo.
Así, casi al tiempo que Blanca se quedaba embarazada de su primogénita, se despejaba el camino para poder celebrar su boda.
Fue un jueves de verano (1996), en el castillo de Altafulla, Tarragona, propiedad de la familia de la novia. Una impresionante fortaleza del siglo XVII, conocido como castillo de los Montserrat y considerado Bien Cultural de Interés Nacional.
Al enlace, que tuvo lugar a las diez de la noche, en el salón principal del castillo, asistieron alrededor de 70 personas y la ceremonia estuvo presidida por el teniente alcalde Manel Ceperuelo Huera, que dijo: “la medida del amor es amar sin medida”. María Suelves, hermana de la novia, y Alvaro D’Ornellas, amigo de los contrayentes, actuaron como testigos.
Después, los recién casados salieron al balcón de la fortaleza a saludar a los vecinos -que les gritaron que se besen (y, obedecieron)-; y a presenciar, también, la actuación de un grupo de niños de la localidad.
Blanca, una novia radiante, llevaba un vestido de Tony Benítez, de tirantes, con distintas capas de gasa, en rosa fucsia; y un chal, también de gasa del mismo color. Y, como única joya, además de su anillo, un sencilla cordón de oro con un corazón de brillantes, de la época de Carlos IV, que le habían regalado sus padres, haciendo un guiño a la historia de la marquesa de Tamarit, descendiente de este monarca.
Hubo un cóctel, seguido de una cena buffet, con platos típicos catalanes, que fue servida por un restaurador catalán; y una fiesta, y todo se celebró en los jardines de la fortaleza, abrazados por el mar Mediterráneo y la playa, donde había jugado de niña. Blanca estaba muy unida a este pueblo de la Costa Dorada, y de alguna forma, seguía los pasos de sus hermanas mayores, que también se habían casado en el castillo familiar.
En la entrevista que dieron a ¡HOLA! con motivo de su matrimonio, Blanca dijo que Ioannes le había “dado todo: serenidad, tranquilidad, alegría, amor”, que se conocían desde que eran niños, y que cuando empezaron la relación no se lo creía. “Hasta hace cuatro años, cuando él ya estaba separado, no me di cuenta de que él era el hombre de mi vida. ha sido el destino, y ahora, nos hemos unido definitivamente”.
Asimismo, su marido, que empezó a usar el título de duque de Alburquerque el mismo día de la boda, reconocía que le parecía “increíble” que hubiera llegado el día “después de haber luchado años por conseguir casarte con la persona que más quieres en la vida”.
La madre de la novia, la marquesa de Tamarit, que hoy tiene 92 años, también declaró, refiriéndose al inicio de la relación, que “fui yo quien lo vi clarísimo. De repente, un verano, en Biarritz…” Asimismo, y hablando del embarazo de su hija, añadió que Blanca se lo había dicho hacía ya meses … porque vio “que la vida y las ganas de ser madre le iban pudiendo… y que “el divorcio de Ioannes se prolongaba y se prolongaba”.
Blanca Osorio Suelves nació el 25 de diciembre y Luis, su segundo hijo, llegó a sus vidas el 22 de abril de 1998, cuatro meses después de la boda religiosa, que tuvo lugar en diciembre de 1997. Este segundo matrimonio, celebrado en la capilla de su finca (Soto Mozanaque), en la más estricta intimidad, nunca trascendió y no se había hecho público hasta ahora.