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Las memorias de Manolo Santana, segunda parte: de su ‘gran amor’ por Mila Ximénez a su amistad con el rey Juan Carlos

El tenista habló, con todo detalle en ¡HOLA!, de cómo fue su historia de amor con la periodista y su conexión con don Juan Carlos


17 de diciembre de 2021 - 19:02 CET

La vida de Manolo Santana estuvo marcada por su gran pasión, el tenis. Sus éxitos en este deporte, en el que destacó como ningún otro en su tiempo, le brindaron la oportunidad de conocer a algunas de las personalidades más destacadas de nuestro país. Y, con algunas, incluso llegó a establecer una gran amistad, como fue el caso del  rey Juan Carlos  o el que fuera presidente del Gobierno de España, Adolfo Suárez.

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Pero sus triunfos en las pistas, además de popularidad y algún que otro sinsabor, también trajeron consigo un creciente interés por su vida sentimental, siendo uno de sus amores más sonados el que mantuvo con Mila Ximénez. La periodista, que falleció hace tan sólo seis meses, y él protagonizaron una relación de idas y venidas que acabó en un tormentoso divorcio, y dio paso a una ‘guerra’ abierta (y sin tregua) entre ambos.

Cuando Manolo escribió sus memorias para ¡HOLA!, habló, sin tapujos, de su trayectoria como tenista, del fin de su matrimonio con su primera esposa, Fernanda González Dopeso, y cómo comenzó su noviazgo con Mila, a la que él mismo se refería en 1983 como “su gran amor”. Tres años más tarde pondrían fin a su matrimonio.

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‘Manolo, soy el Rey’ ‘Déjate de bromas, ¿quién eres?’

En el último adiós a Manolo Santana, el pasado 13 de diciembre, entre familiares y allegados, destacó la presencia del rey Felipe VI. Don Felipe se acercó hasta la Caja Mágica de Madrid para dar su pésame a la familia del tenista al que tan unido estuvo su padre.

Don Juan Carlos tuvo para mí la deferencia de darme su confianza y amistad”, nos confesó Santana en sus memorias.

“El asiduo trato” entre el deportista y don Juan Carlos comenzó en el mes de abril 1975. Por aquel entonces el Monarca no había ascendido todavía al trono (no sería proclamado hasta el mes de noviembre de ese mismo año). Rememoraba Santana que “me honró invitándome a jugar con él al squash, deporte que practicábamos en una cancha recién construida en el madrileño Centro Colón”.

“A la muerte de Franco, ya proclamado Rey, transcurrieron dos años… Un buen día a las nueve de la mañana, sonó el teléfono. Estaba adormilado”. Santana preguntó quién le llamaba, y una voz le contestó: “Manolo, soy el Rey”.

Déjate de bromas. ¿Quién eres?”, le espetó. Al otro lado de la línea, insistieron en que era “El Rey”.

Manolo, ya cansado, le replicó “Oye, estoy muerto de sueño. No me vengas con tonterías a estas horas…”

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Manolo Santana mantuvo una relación muy cercana con el rey Juan Carlos.

Le costó convencerme de su auténtica personalidad. Pero cuando comprendí que en realidad se trataba de don Juan Carlos, me quedé tan confundido como azorado y salté de la cama como impulsado por un resorte”, nos explicaba. En cuanto se dio cuenta, sólo pudo balbucir un “Perdone, señor, lo siento…”. “No te preocupes. Acaban de terminar de construir una pista de squash en la Zarzuela y quería estrenarla contigo”.

La amistad entre ambos fue tal que, incluso, llegó a pasar “unos fines de semana muy agradables con la Familia Real en la nieve”. En uno de sus viajes a Baqueira Beret, vivió una divertida anécdota cuando un camarero de una cafetería le confundió con Felipe González.

“Don Juan Carlos me ha demostrado en infinidad de ocasiones su gran humanidad. En las Navidades de 1980 le envió a mi madre una fotografía dedicada. Emocionada por el gesto, le contestó con una carta muy cariñosa, que imagino que aún guarda el Rey”.

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‘Si algún día te casas con Mila, quiero ser tu testigo de boda’, Adolfo Suárez

Otra amistad que recordaba con especial cariño fue la que mantuvo con el expresidente del Gobierno Adolfo Suárez. Al político le conoció en la primavera de 1965, cuando ocupaba el cargo de director general de televisión. En cuanto fue nombrado ministro secretario general del Movimiento, de cuya cartera dependía deporte, aquella relación se hizo todavía más estrecha.

Aunque, según admitía el tenista, cuando asumió la presidencia del país, estuvo dos años sin verlo dada la gran cantidad de trabajo que tenía.

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Adolfo Suárez ejerció como testigo de la boda del tenista y la periodista.

“Juego con quienes son mis amigos, sin mirar su condición política, social o encumbramiento en el poder. Adolfo Suárez me ha demostrado en infinidad de ocasiones su afecto y compañerismo, y ha tenido gestos altamente significativos para con mis hijos”, reveló.

El tenista también se quedaba con una especial petición que le hizo, “si algún día te casas con Mila, quiero ser tu testigo de boda”.

Cuando le anunció su propósito de contraer matrimonio con la periodista, le apremió: “Dime el lugar, el día y la hora, que yo estaré allí, a vuestro lado”. Y así fue, el 9 de febrero de 1981, a las doce del mediodía, Adolfo Suárez estampaba su firma como testigo del enlace en el Juzgado de Villalba.

‘Mila, mi gran amor’

“A finales de la primavera de 1979, conocí a Mila. Me la presentó, en el club de tenéis del Real Madrid, una amiga en común. Descubrí en ella mi gran amor y juntos pasamos parte del verano en Marbella”. Así empezó a hablar Manolo Santana de su historia con la popular periodista en 1983.

Tras atravesar una fuerte crisis matrimonial con su primera esposa, Fernanda González Dopeso, la pareja acordó tomar caminos separados. Cesaron su convivencia en 1979. Al ver que no era posible la reconciliación se separaron legalmente un año más tarde, y en 1991, alegando incompatibilidad de caracteres y siempre de mutua conformidad, “solicitamos y obtuvimos el divorcio”.

El tenista volvió a recuperar la ilusión y la sonrisa al lado de la comunicadora. Sin embargo, no ocultó que su noviazgo había sufrido altibajos y “dos graves viscitudes”. “La primera duró seis meses, desde octubre de 1979 hasta marzo de 1980. Y la segunda, ciertamente tremenda, que a punto estuvo de dar al traste de forma irreparable con nuestra unión sentimental, se produjo, por el mismo espacio de tiempo, justamente a los doce meses de abrirse la primera crisis”.

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Tras su divorcio de Fernanda González Dopeso, el tenista volvió a contraer matrimonio con la periodista Mila Ximénez.

En la primavera de 1982 volvieron a salir juntos. Mila alquiló una casa en Marbella, el que se convertiría pronto su hogar, e invitó a Santana a pasar unos días. Lo que constituyó “su definitivo reencuentro emocional tras un tormentoso noviazgo”.

A su regreso de un viaje a Estados Unidos, Manolo lo tuvo claro. Quería casarse con ella. “Su rostro se iluminó de alegría”. “Para mí, junto con Mila, ha comenzado una nueva vida. Pero, al margen de mis logros afectivos y familiares, pues desearía que Mila y yo viéramos fortalecida prontamente nuestra unión con el nacimiento de un hijo, jamás pondré ni querré emanciparme de lo que es y significa para mí el tenis”, concluyó.

El 15 de abril de 1984, la pareja dio la bienvenida a su única hija en común, Alba Santana.

El idilio no duró mucho. A finales de 1986, Mila y Manolo se separaron, de forma inesperada, e iniciaron los trámites del divorcio.

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La comunicadora y el tenista conformaron una de las parejas más glamourosas de los años 80. Arriba, junto a la única hija que tuvieron en común, Alba.

El 29 de enero de 1987, ella rompía su silencio en ¡HOLA! y se sinceraba sobre los motivos que habían propiciado su ruptura. “Cuando me casé con Manolo, idealizaba el matrimonio. Creía que todos los días de casados serían de la misma intensidad. Pensaba que la atracción, la dedicación y las ilusiones permanecerían inalterables. Me he dado cuenta de que no es así”.

“Estoy resignada. Yo fui al matrimonio sin las taras de un anterior fracaso conyugal, cosa que no le ocurría a Manolo”, añadía. Él, por su parte, declinó hacer ningún tipo de declaración.

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A la izquierda, junto a Otti Glanzelius, su tercera esposa. A la derecha con Claudia Rodríguez, su cuarta y última esposa.

En 1990, Santana volvió a encontrar el amor junto a Otti Glanzelius, con quien estuvo casado 18 años. Su último amor fue Claudia Rodríguez, su viuda, que estos días llora el fallecimiento del primer español que logró conquistar Wimbledon, y que, ni aun cuando su estado de salud era tan delicado, quiso dejar la raqueta.

Jugaré al tenis hasta que, eufemísticamente, se me caigan los pantalones. Mi vida, pues, continuará siendo un constante subir a la red”. Y, en efecto, no se equivocó. Jugó hasta el final.

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