Con él empezó todo. Manolo Santana , el primer gran tenista español, falleció el pasado fin de semana en Marbella, pero su legado será imborrable.
Aunque fue un pionero en el deporte, alcanzar la cima no fue, en absoluto, un camino de rosas. Como él mismo compartió en unas memorias que publicó en ¡HOLA!, lo suyo fue “un constante subir a la red”. Una carrera marcada por las dificultades económicas, sus orígenes humildes y, sobre todo, su pasión por la raqueta.
En 1983, se sinceró como nunca antes lo había hecho en nuestra revista, dejándonos un testimonio único que nos permite comprender cómo logró convertirse en toda una leyenda del tenis . Ahora que el mundo se despide de uno de nuestros mejores deportistas de todos los tiempos, recuperamos todo lo que dijo entonces a nuestro redactor Santy Arriazu.
‘Comprarme una raqueta era algo absolutamente quimérico’
Manolo Santana nació el 10 de mayo de 1938 en Madrid, en el seno de una familia muy humilde. Al finalizar la Guerra Civil, su padre, que había luchado como soldado en la contienda, fue encarcelado en la prisión de Colmenar. “La situación económica familiar se hizo harto penosa”, y su madre tuvo que ponerse a servir.
Gracias a su buen talante, su padre fue liberado y cuando regresó a casa, todo empezó a mejorar un poco para la familia Santana. Se mudaron a un nuevo domicilio, en la calle López de Hoyos, y allí tuvo el primer contacto con un tenista. “En nuestra barriada vivía Emilio Martínez, campeón de España de tenis”, rememoraba. Además, su hermano menor, Antonio, era amigo del hermano mayor de Santana, Braulio, y ambos solían ganarse unas propinas ejerciendo como recogepelotas en el Club Velázquez.
Una visita a aquel club acompañado por su madre bastó para que el pequeño Santana, que por aquel entonces tenía nueve años, sintiese curiosidad por este deporte. Tras convencer a su madre, consiguió su objetivo: seguir la estela de su hermano y comenzar de recogepelotas, algo que “cada vez le agradaba más”.
El joven Manolo recibía sustanciosas propinas en su nuevo ‘trabajo’ y también quiso pronto tener su propia raqueta. Pero aquel era un lujo “absolutamente quimérico”. Por ello, se fabricó una él mismo “con el respaldo de una silla vieja cuyo mango tallé a golpe de navaja”.
De recogepelotas a joven ‘entrenador’ de la princesa Tessa de Baviera
Mientras la penuria económica volvía a “llamar a la puerta de nuestro hogar con alarmante insistencia”, cuando todavía no tuvo los doce años, Juan Manuel Fanjul le hizo el mayor regalo al que él podía aspirar: una raqueta de la marca Hispania.
Poco a poco comenzó a destacar en el juego, logrando pasar de recogepelotas a ‘chico-con-quien-entrenarse’, llegando a medir su raqueta con socios del club como la princesa Tessa de Baviera .
Los padres de Manolo Santana no podían permitirse costear el futuro de su hijo en el tenis. Pero en su vida apareció Álvaro Romero Girón, uno de los socios del Club Velázquez, a quien él mismo se refirió como su ‘ángel custodio’. “De no haber sido por su sostén económico, hubiera tenido que abandonar la raqueta y ponerme a trabajar en aquel oficio”, aseguró.
El tenista se convirtió en su ‘protegido’ y, gracias a él, pudo sentar las primeras bases de su carrera como joven promesa del mundo del tenis.
Al mismo tiempo la salud de su padre, Braulio, empeoraba. Después de sufrir una embolia, al año de reincorporarse al trabajo tuvo un nuevo ataque que le dejó el cuerpo paralizado. Aquello supuso que la situación fuese todavía más insostenible. Cuando aún no había cumplido los 17 años, Braulio falleció, dejando desolada a su familia.
Recordaba el deportista que apenas un mes después de su muerte, se jugaba en mayo de 1955, el que sería su segundo Campeonato de España Juvenil. Aunque al principio se negó a participar, tanto su madre como Álvaro Romero le disuadieron. Santana se proclamó entonces ganador de España. Era el principio del éxito.
‘Manolín lloramas’ se transforma en ‘Supermanuel’
Manolo Santana daba sus primeros pasos en el tenis, y su talento con la raqueta llamaba la atención. Tanto que recordaba que el conde de los Acebedos le felicitó por su triunfo refiriéndose a él como lo que, con el paso del tiempo, parecería casi una premonición: “al futuro campeón de Wimbledon”.
Tras la triste pérdida de su padre, Álvaro Romero se convierte en su ‘tutor’, y el joven Santana se marcha a vivir con él, abandonando el domicilio familiar. Esto supondría un drástico cambio de vida. Sin embargo, nunca se alejó de los suyos, y, como él mismo explicó, siguió apoyando económicamente a su madre.
Paso a paso, fue forjando su trayectoria y consiguiendo su meta: ser un tenista de primera. Como detallamos con anterioridad, no fue tarea sencilla. Incluso rememoraba en una ocasión que la Federación de Tenis le consideraba un autodidacta y sus formas no ortodoxas, por lo que llegaron a negarle la titularidad.
Pese a todo, Manolo siguió luchando por hacerse un hueco entre los más grandes. Y vaya si lo logró. En 1961 y 1964 ganó el Roland Garros, en 1965 conquistó el US Open, y en 1966 alcanzaría uno de sus grandes sueños: triunfar en Wimbledon, recibiendo su copa de manos de Margarita de Kent.
El pequeño tímido y sensible al que el resto de niños conocían como ‘Manuel lloramas’ se había convertido en ‘Supermanuel’. España vibraba con él en cada partido.
Su primer amor
Manolo Santana también protagonizó más de una portada con motivo de su vida amorosa. Lo que pocos conocen es que su primer amor fue Cuqui Visedo. Su romance comenzó en el otoño de 1957.
“Era tal la ilusión que me hacía estar a su lado que, cuando me lo permitían los estudios, tomaba el metro y corría a verla”, confesaba. De cada viaje que hacía, traía un recuerdo para ella, y a ella se refería como “un capítulo importantísimo de mi vida, a la que brindaba íntimamente las conquistas deportivas”.
Pero la llama, con el paso del tiempo, se apagó. “La ruptura no fue drástica ni dolorosa. La llama que lo alimentaba se fue apagando poco a poco, sin traumas ni desazón”.
Un viaje a Coruña que acabó en boda
En un viaje a Coruña ve a Rafa, jugador del Atlético de Madrid, quien salía con una joven llamada Fernanda González Dopeso. “Mantuvimos varias conversaciones insustanciales. ¡Qué lejos estaba de imaginar que se convertiría en mi esposa!”.
Se conocieron en el 1961, pero el flechazo no surgiría hasta un año más tarde. “Fue al iniciarse 1962, coincidiendo con la festividad de los Reyes Magos, cuando voy a La Coruña para conocernos mejor, pues, si no podía precisar la naturaleza de mis sentimientos por ella, lo cierto es que me atraía”.
Enl mes de septiembre, Manolo y ‘la gallega’, como él la llamaba familiarmente, pasaron por el altar en A Coruña.
En el torneo de Roland Garros de 1963, antes de saltar a la pista, recibe un telegrama anunciándole el nacimiento de su primer hijo, Manuel. Junto a ella tendría otros dos hijos más, Beatriz y Borja, hasta que en 1980, se separaron.