Curro Romero y Carmen Tello están viviendo unos días muy intensos y llenos de felicidad. Además del homenaje que el ‘faraón de Camas’ recibió el pasado día 1 de diciembre, coincidiendo con su 88 cumpleaños, con la proyección en el teatro Cartuja Center de Sevilla del documental Curro Romero, maestro del tiempo (asistieron 2.000 personas entre artistas, toreros, familiares y amigos del diestro), la pareja prepara su boda religiosa para primeros del año próximo.
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Tras la triste y reciente pérdida de Concha Márquez Piquer, de la que Curro se separó en 1977 y obtuvo el divorcio en 1982, pero nunca la nulidad eclesiástica, el torero y Carmen podrán por fin hacer realidad su sueño de casarse por la Iglesia. La pareja celebró su matrimonio civil hace casi 19 años, el 16 de febrero de 2003, aunque en un principio la boda estaba prevista para el 1 de marzo de ese mismo año. Pero un imprevisto hizo modificar todos los planes: desde el cambio de fecha hasta el número de invitados, que iban a ser cuatrocientos, y quedó reducido a los más íntimos de la pareja. La boda fue portada de ¡HOLA!, que dio cuenta no sólo de las fotografías, los detalles y las anécdotas de la celebración; también de la “espantá” del torero, que a punto estuvo de dar al traste con la celebración, y de una serie de comunicados y escenas de reconociliación entre la pareja, que, tras una semana insólita, finalmente pudo darse el ‘sí, quiero’.
“Curro Romero y Carmen Tello ya son marido y mujer”, arrancaba la crónica del enlace de nuestra revista. “Si inesperado y sorprendente fue el comunicado que de modo unilateral (es decir, sin contar con la novia), daba el torero el domingo 9 de febrero anunciando que, ‘por razones indeterminadas’, quedaba anulada su ‘anunciada boda’, inesperado ha sido también el enlace que ocho días después, el pasado 16, protagonizaban ambos en la intimidad —tan solo asistieron los familiares más próximos, los testigos y algunos amigos— y que cogió a casi todos por sorpresa”, continuaba.
Veinte días antes del enlace, el domingo 9 de febrero, Curro Romero, a través de un comunicado, hacía saltar todas las alarmas y sembraba el desconcierto entre los casi cuatrocientos invitados a su boda con Carmen Tello, ya que había decidido suspender su anunciado enlace. Y lo hacía “por razones indeterminadas”. Sin embargo, las razones eran —a tenor de lo que sucedió en el transcurso de esa semana— muy claras: el diestro se había puesto nervioso ante la enorme expectación que su enlace estaba levantando.
De acuerdo con la crónica de ¡HOLA!, “de una simple discusión que tuvo con Carmen mientras ambos cenaban junto a unos amigos en la casa sevillana de Ana Rosa Quintana, hizo una montaña. Montaña que se vendría abajo cuando recapacitó y le pidió perdón a su novia. Rectificar es de sabios, y él, además de sabio en lo suyo, que es el toro, ha demostrado con su gesto de humildad que también lo es en la vida”.
‘El que no se casa soy yo’
Parece ser que el origen estuvo en unas palabras de Carmen, que le dijo en el transcurso de la discusión: “¡Vaya ambiente de vísperas! Así, con estos nervios, no se puede uno casar, Curro”. A lo que el maestro de Camas replicó: “¿Que tú no te quieres casar? ¿Que tú no te casas? Pues… a ver si el que no se casa soy yo”. Curro y Carmen abandonaron la casa de Ana Rosa por separado. Ella se fue a la casa de Espartinas que compartía con el torero; “él, sencillamente, desapareció —proseguía la crónica—. Al día siguiente, lunes, Carmen Tello se enteró del comunicado y quedó destrozada”.
Tras reflexionar y pensar en Carmen, Curro “se sintió también destrozado. Pero, a la vez, decidido a volver atrás, porque Carmen seguía siendo para él, incluso en ese momento, la ‘mujer de mi vida’ y, en consecuencia, no la quería perder. Al parecer, el martes la llamaba por teléfono desde Bellasombra, donde se refugió tras saber que Carmen había dejado la casa, pidiéndole todas las disculpas del mundo. Y al día siguiente acudió a verla a su casa de Sevilla. Había periodistas en la puerta de Carmen y Curro entró cabizbajo y triste, sin pronunciar palabra alguna. Dos horas después salía de la casa sin abrir tampoco la boca. Al día siguiente, miércoles 12 de febrero, dieron a través de la agencia EFE un comunicado firmado por ambos, con el siguiente texto: ‘Ante las especulaciones últimamente suscitadas, queremos manifestar que nos seguimos teniendo el mismo amor y cariño y que nos queremos tomar un tiempo de reflexión acerca de la celebración de nuestra boda. Agradecemos a los medios informativos, con los que nunca hemos comercializado nuestra intimidad, que nos sigan respetando como hasta ahora’”.
Y de pronto —y también de manera inesperada—, llegó el final feliz. Como señalaba el texto de ¡HOLA!, “se ha cumplido el dicho de que ‘el tropezón adelanta el paso’: la tensión y la polémica ocasionadas por la precipitada decisión de Curro de suspender la boda casi multitudinaria (iban ya por cuatrocientos invitados) anticiparon que se adelantara la celebración”.
En el salón principal de Bellasombra
La boda más esperada de Sevilla en ese momento tuvo lugar ese 16 de febrero de 2003, a la una y media de la tarde, en el salón principal de Bellasombra, el chalet que el torero tiene en Espartinas. Fue una ceremonia sencilla que, “desde la preceptiva lectura de los pertinentes artículos del Código Civil hasta los saludos y felicitaciones de familiares y amigos de la pareja, duró unos veinte minutos”, contaba ¡HOLA! Carmen Tello vestía un traje de chaqueta en seda salvaje color turquesa, con falda estampada, diseñado por Tony Benítez. El novio llevaba un traje azul, camisa blanca y corbata celeste.
Como testigos por parte del maestro de Camas actuaron su hija, Concha Romero Márquez; el entonces ministro de Administraciones Públicas, Javier Arenas; el periodista y biógrafo del torero, Antonio Burgos, y Buendía Romero, hermana del novio. Por parte de la novia lo hicieron su hijo Miguel de Solís, la duquesa de Alba, Montse Fraile, esposa del periodista José María García, y Marta Talegón, amiga de Carmen.
En el reducido grupo de invitados se encontraban los cuatro hijos de Carmen Tello —Carmen, Miguel, Enrique y Fernando de Solís—, nacidos de su matrimonio con el marqués de Valencina; los padres de la novia, el doctor Enrique Tello Pérez y su esposa, Sita Barbadillo, y los hermanos de la contrayente. Por parte del torero estaban sus hermanas, María y Buendía, y su nieto, Oliver Ferry Romero, hijo de su hija Concha. También asistieron la mujer de Javier Arenas, Macarena Olivencia; José María García, el teniente alcalde de Espartinas, Javier Jiménez, quien se encargó de leer los textos de la ceremonia; Isabel Herce, esposa de Antonio Burgos, y el cirujano jefe del Hospital Universitario Virgen del Rocío, Francisco Trujillo.
Tras el enlace, Curro Romero comentaba: “Ha resultado todo como, en el fondo, yo quería”, añadiendo que se encontraba feliz después de la agitada semana que les tocó vivir tanto a él como a su mujer. Por su parte, Carmen Tello no podía ocultar su feliicidad y así lo repetía una y otra vez a los suyos.
A continuación, se sirvió un almuerzo buffet a base de platos típicos andaluces. No hubo, por tanto, un banquete nupcial propiamente dicho, dado que la boda se planifició prácticamente en un par de días. Entre los platos que se sirvieron había fideos con almejas y langostinos, sopa de tomate a la gaditana, solomillo en salsa y habitas con jamón, y entre los postres, una tarta de chocolate.
Su historia de amor había comenzado siete años antes. Aunque la mutua admiración que existía entre ellos venía de tiempo atrás, y es que Carmen, siendo casi una niña, ya se entusiasmaba con las faenas del ‘faraón de Camas’ cada vez que su padre la llevaba a la Maestranza. Por su parte, Curro aseguraba que incluso antes de iniciarse entre ambos la relación, ya estaba enamorado de ella. “Sí, yo en el fondo estaba enamorado de Carmen —había confesado meses antes en las páginas de ¡HOLA!— hace mucho tiempo. La conocía de cuando estaba casada, teníamos un grupo de amigos comunes… y me parecía la mujer más atractiva del mundo. Y pensaba para mí: ‘Esa es la persona que me haría feliz’”.
‘El amor lo mueve todo’
Se admiraban mutuamente hasta que un día descubrieron que entre ellos había algo más que un cariño de amigos. La propia Carmen nos lo contaba dos meses antes de la boda: “Fue en Lecumberri hace siete años, yo estaba allí pasando el verano con mis hijos y me encontraba en un momento muy bajo, psicológicamente hablando. Me había separado de mi marido y estaba deprimida, triste. Unos amigos de Sevilla vinieron a darme ánimos… y entre ellos estaba Curro”. Pasamos unos días estupendos, haciendo excursiones con los niños. Un día me di cuenta de que estaba enamorada de él. Allí nació todo”.
La diferencia de edad —él tenía entonces sesenta y dos años; ella cuarenta— no fue jamás obstáculo alguno y, durante los cinco años siguientes, Carmen acompañó al diestro por las plazas de toros de toda España. Pronto empezaron a pensar en la posibilidad de casarse. Algo que, tiempo atrás, no se le pasaba ni por la cabeza a Curro: “Yo dije que no me volvería a casar jamás… pero el amor lo mueve todo”.