Fue el pasado mes de mayo cuando Norma Duval tuvo que afrontar el peor golpe de su vida: la muerte de su madre, Purificación Aguilera. La progenitora de la artista fallecía tras once años luchando contra el alzheimer que padecía. En los últimos años, su estado de salud era muy delicado y Purificación vivía en casa de su hija, en La Moraleja, en Madrid. Con el triste e inevitable desenlace, la artista ha acusado de forma especial la soledad en la vivienda; ahora solo vive ella entre esos muros. Un inmueble, qué duda cabe, demasiado grande. La casa, que la adquirió con su entonces su marido, Marc Ostarcevic, a principio de la década de los noventa, tiene tres plantas, gimnasio, oficina y hasta un salón de baile. Excesivas prestaciones a las que Norma Duval ha puesto remedio. Se trata de una decisión en firme basada, además de en el fallecimiento de su madre, en el hecho de que sus hijos, Marc, Cristian y Yelco, y sus sobrinas Paula y Andrea, ya hace tiempo que vuelan por libre, y que su novio, Matthias Khün, vive entre Suiza y España, por lo que al final es ella sola la que habita una superficie desorbitada.
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Tal y como ella misma confesaba hace unos días en la entrevista que concedió a ¡HOLA! con motivo del Premio Mallorquina del Verano, reconocimiento que le otorgó el hotel Valparaíso de Palma, tiene la firme intención de poner en venta su casa: “Son demasiados recuerdos y es demasiado grande para mi sola”. Cierra una etapa para abrir otra. No le da miedo este cambio, todo lo contrario. Cree que puede traer muchas cosas buenas. Con los años, también ha ido despegándose de las cosas materiales. En ese inmueble hay mucho dinero invertido y lo que tiene claro Norma es que no va a malvender, tampoco tiene esa necesidad. Llegará la oferta adecuada a su debido momento.
Aunque ha llegado a comentar que podría, incluso, trasladarse a vivir a Suiza con su pareja, Matthias Kühn, este destino parece el menos probable para la vedette, según confiesan los que la conocen bien. A corto plazo, ella fijará su residencia, según contaba en nuestra publicación, a caballo entre el centro de Madrid -donde tiene un piso en propiedad- y Segovia, donde dispone de una gran casa con jardín que compró en el año 2010, dos meses antes de la muerte de su hermana, Carla Duval, fallecida el treinta y uno de octubre de ese mismo año. Le gusta el campo para desconectar: “La tengo desde hace diez años y no he podido casi disfrutarla. Así que creo que ha llegado el momento. Estoy a una hora de Madrid, porque está en la zona de Riaza, y es muy agradable porque tengo, además, unos vecinos estupendos”, nos contaba. Y añadía: “Tengo un piso también en Madrid, así que cuando quiera ir a ver a mis hijos tengo casa”.
Con una zona exterior que despierta la envidia de cualquiera, la empresaria ha vivido en ella momentos inolvidables, por lo que tiene previsto pasar mucho tiempo allí a partir de ahora. Al parecer, esta casa no solo tiene los recuerdos que ella ha creado allí y es que fue construida por su bisabuelo paterno, siendo ella quien se esforzó por recuperarla para ella y su familia: “La rehabilité por completo, con la ayuda de una empresa constructora, respetando su sabor de siempre, su esencia. Recuperé las mismas vigas de cedro y ahora está preciosísima. Además, tiene muy buen karma. Me encanta venir aquí porque es como olvidarme del mundo. Por no tener, no tengo ni Internet… y no lo quiero”.
De piedra, la casa está divida en dos edificaciones, con un total de unos quinientos metros cuadrados construidos. Da a dos calles y tiene dos grandes portones de entrada. Hay un jardín y también un patio en el centro, que se empleaba en tiempos de sus antepasados como caballerizas: “La casa principal tiene tres dormitorios en suite, incluido el mío, que, como se puede ver en las fotos, es espectacular; un amplio salón y cocina americana. En la otra, hay dos dormitorios más, en la parte de arriba, y salón y cocina, en la de abajo”.
Ella la tilda de ‘capricho’ y en sus muros pretende ahora que tanto ella como los suyos sigan siendo igual de felices que lo han sido en La Moraleja entre recuerdos de su hermana, Carla, por todas partes: “Tengo cuadros muy bonitos suyos. Sobre el piano, que también tiene ciento cuenta años y que fue regalo de una gran amiga mía, que lo había heredado de su familia, hay una pintura suya con los campos de trigo de Segovia”. Y desvelaba: “Aquí nació mi padre, murieron mis dos abuelos y mi abuela está enterrada en el cementerio que se puede ver desde la ventana”.
Sin embargo, no es su único patrimonio, ni mucho menos. Solo en Madrid cuenta con otros dos pisos, ambos en la zona norte, uno en Alcobendas y otro en San Sebastián de los Reyes. Tiene una casa en Mallorca a la que desde que está con Matthias Künn apenas va, pues él cuenta con la mansión de la isla de Tagomago, También invirtió en Alicante, tal como ella misma le contó a Bertín Osborne en su programa por consejo de la que fuera su amiga Sara Montiel. Esta lo hizo en la isla de Tabarca y Norma se decantó por Altea. Desde entonces casi todos los veranos pasa algunos días en la Costa Blanca.
Ahora considera que es el momento de despojarse de lo material y de volver a vivir, pues ella se encuentra en plena forma a pesar de haber pasado uno de sus años más duros, y tiene ganas de hacer planes y de disfrutar y trabajar: “Tengo un contrato para hacer el catálogo de una empresa aquí en Mallorca, sigo colaborando con Cristina Fernández en Televisión Española y con mis publicidades. Justo ahora, hago dieciocho años con Punto Roma, firma de la que soy imagen. Los considero ya parte de la familia, porque siempre se han portado muy bien conmigo, si hasta me dejaron su avión privado para llevar a Carla a Alemania y también llevamos a María Pineda cuando estaba malita. Y me acaban de hacer una propuesta y he dicho que sí. Está relacionado con el mundo del teatro, es algo muy especial. Cuando me ha llamado Enrique Cornejo le he dicho: ‘Mándame el guion”.